"El misterio de la mujer tatuada"

"El misterio de la mujer tatuada"

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Un cuerpo desmembrado. Una habitación sellada. Un torso desaparecido. Tokio, todavía repleto de ruinas tras las bombas aliadas, hundido en la miseria económica y en la derrota moral, se convierte en escenario de un crimen que pone la piel de gallina, literalmente. De ese caos en la ciudad surge un asesino, nacido de la obsesión de un ingeniero aeronáutico en paro y sin futuro, que acabará reinventándose como maestro de la novela negra y será apodado "el Simenon japonés”.

Título: "El misterio de la mujer tatuada"

Autor: Akimitsu Takagi

Editorial: Salamandra

Mientras la ciudad empieza a levantarse sobre sus propias ruinas, hay quien sigue destruyendo. Y hay también quien no puede resistirse al magnetismo oscuro de uno de los rincones más perturbadores de la Facultad de Medicina de Tokio: la colección de pieles humanas tatuadas más sobrecogedora del planeta. La impresión es devastadora: lo que parece una chaqueta colgada es, en realidad, una reliquia macabra… o una obra de arte… o ambas cosas. Un giro que no desentonaría en un thriller visual de David Fincher, con ecos de “Seven” (1995).

La traducción y publicación de esta novela en español salda una deuda pendiente con uno de los grandes autores del género. Más allá del misterio y del crimen, el libro es una radiografía descarnada de un Japón atrapado entre el cambio forzoso y la devastación. Como si Takagi hubiese anticipado la estética oscura y ritual de filmes posteriores como “Promesas del este” (2007) de Cronenberg, donde los tatuajes no son ornamento, sino mapa de identidad y condena.

Una historia que fascina y atrapa, que confirma que, a veces, la tinta sobre la piel oculta mucho más que belleza: puede inspirar un deseo mortal. Una lección que Hollywood ha recordado desde “Memento” (2000), con su protagonista escribiendo su memoria en la piel, hasta el temible Robert Mitchum de “La noche del cazador” (1955), con los célebres “Love” y “Hate” cruzando sus nudillos como destino inevitable.

En el Museo de Patología Médica de la Universidad de Tokio se conserva una de las colecciones más insólitas del mundo: fragmentos de piel humana tatuada, preservados como si fueran lienzos arrancados al tiempo. Todo empezó con el doctor Fukushi Masaichi, patólogo educado entre Japón y Alemania, fascinado por el tatuaje como arte y como fenómeno biológico.

Observó, por ejemplo, que la tinta tatuada frenaba lesiones en la piel causadas por sífilis. A principios del siglo XX dedicó su vida a reunir pieles tatuadas de personas que habían accedido a donar su cuerpo tras la muerte. Incluso llegó a financiar tatuajes completos para quienes no podían pagarlos, con la condición de que su piel pasara después a formar parte de la colección.

El archivo llegó a superar las 2.000 piezas y más de 3.000 fotografías. Durante la Segunda Guerra Mundial, buena parte se perdió en los bombardeos, aunque un núcleo importante sobrevivió porque Fukushi había tenido la precaución de guardarlo en un búnker antiaéreo. Hoy quedan 105  ejemplares, custodiados en la Facultad de Medicina de Tokio.

El espacio donde se guardan no es un museo abierto al público. Sólo algunos investigadores, artistas y periodistas pueden acceder con autorización expresa. Quien entra se encuentra con una sala silenciosa, de luz tenue, con vitrinas herméticas. Las pieles, extendidas o adaptadas sobre bustos, parecen flotar en un aire denso. El ambiente no huele apenas, un rastro leve de formol y glicerina. El lugar casi impone silencio.

El volumen de las piezas es pequeño si se mide en metros cuadrados, pero inmenso en carga emocional. Cada piel conserva tatuajes completos, obras de artesanos del "irezumi" que cubrían cuerpos enteros con dragones, olas, flores, máscaras y guerreros. Ese mismo "irezumi" que el cine de yakuza convirtió en símbolo visual de poder, de secreto y de amenaza, desde los clásicos de Kinji Fukasaku hasta la estilización contemporánea de Takeshi Kitano.

En torno a esta colección circulan anécdotas que rozan la leyenda. Se sabe que en los años veinte Fukushi organizaba encuentros en los baños públicos de Tokio con tatuados que él mismo reclutaba, una especie de hermandad donde se exhibía la piel como galería viviente. Décadas más tarde, un célebre tatuador, Don Ed Hardy, consiguió ver la colección y documentarla, invitado por el hijo del doctor, que siguió con el legado. También hubo episodios oscuros: parte de la colección fue robada en un viaje a Estados Unidos, lo que aumentó su fama y su aura de misterio.

Hoy, la colección de pieles tatuadas de Tokio es un lugar inaccesible para la mayoría, pero su mera existencia sigue fascinando. Es un espacio a medio camino entre el arte, la ciencia y lo macabro, donde la piel se convirtió en memoria, en documento cultural y en objeto eterno. Allí, en el silencio húmedo y químico de una sala protegida, late todavía la historia de cientos de personas que quisieron ser recordadas a través de su tatuaje.

Leer a Akimitsu Takagi conduce a un mundo tan especial como el que se recuerda en este museo insólito, y tan cinematográfico como el imaginario que han tejido películas con personajes tatuados, donde cada trazo sobre la piel es al mismo tiempo identidad, condena y relato visual.

Biblioteca sonora con la colaboración de Guillermo Orduna, Carla Nicieza, Edith Rodríguez, Carlos Álvarez y Pedro Miguel López

Carlos López-Tapia

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