Karl Malden es uno de esos secundarios que siempre se recuerdan. En este caso no era sólo por su indudable talento y su poderosa presencia en pantalla, sino también por una característica narizota grande y rota con la que todavía podía dar más carácter y fuerza a sus personajes y que es debida a un accidente jugando al fútbol americano en sus años de educación secundaria. Malden nació en Indiana el 22 de Marzo de 1912 y ha fallecido hoy cumplidos ya los 97 años y después de convertirse en uno de esos actores que siempre quedaban bien en un reparto de la década de los 50 o los 60.
Hijo de inmigrantes yugoslavos, tuvo bastante clara su vocación actoral matriculándose en la escuela de arte dramático de Chicago, a pesar de unas buenas condiciones físicas que casi hicieron que se inclinara por el deporte. A finales de la década de los 30 se produjo su debut teatral representando obras del nivel de “Un tranvía llamado deseo”. Y es que Malden no podía pasar por un personaje de relleno y “quemó” sin probar la fase de extra. Su presencia y su adecuada y potente voz le ayudaban a dar el salto a buenos papeles.
En 1940 participó en su primera película pero su alistamiento en la II Guerra Mundial hizo que su carrera tuviera que quedar paralizada sin saber muy bien si lograría hacer camino en ello o no. Terminada la contienda destacó en algunos papeles como “El justiciero” de Elia Kazan o “El beso de la muerte” de Henry Hathaway.
Pero fue la década de los 50 la que le reportó la fama. Se convirtió en fetiche de Kazan que ya se había quedado muy satisfecho la primera vez que lo encontró: “Karl es el vivo reflejo de cómo un tipo con aspecto de portero de discoteca puede ser un gran actor”. Y Kazan no hablaba por hablar ya que le dio a Malden papeles de esos que todo actor de carácter sueña algún día con interpretar. El actor se lo agradecería más tarde siendo uno de los pocos que impulsó la entrega del Oscar honorífico a Kazan en 1999, controvertida ante la participación del director en la Caza de Brujas en los 50 y que hizo que la comunidad de Hollywood intentara boicotear la decisión de la Academia (que Malden llegó a presidir de 1988 a 1993). Y es que para Karl el arte era el arte: “Siempre he valorado su trabajo, no su ideología política”.
“Un tranvía llamado deseo”, "La ley del silencio" y “Baby Doll” le convirtieron en estrella. Por la primera (interpretando a Mitch, el mejor amigo de Stanley Kowalski) consiguió el Oscar al mejor actor de reparto en 1952 casi haciendo pleno interpretativo para la película ya que Vivien Leigh y Kim Hunter también se llevaron el Oscar a la mejor actriz y a la mejor actriz de reparto respectivamente. Sólo Marlon Brando se quedó sin premio, que si que se lo llevaría por “La ley del silencio” tres años más tarde y en la que Malden volvería a ser candidato al Oscar siendo el predicador que apelaba a Terry Malloy a luchar contra la mafia. Otras películas de la década fueron “Al borde del peligro” de Otto Preminger, “El pistolero” de Henry King o “Yo confieso” de Alfred Hitchcock. Incluso se permitió debutar en la dirección en “Labios sellados” en 1957, quedando como su única experiencia detrás de las cámaras.
En los años 60 comenzó un declive que favorecía su encasillamiento en tipos duros espaciando sus trabajos. Brando le llamó para “El rostro impenetrable” y después acompañaría a otras grandes figuras como Burt Lancaster en “El hombre de Alcatraz”, Richard Widmark en “El gran combate” o Steve McQueen en “El rey del juego”.
En los 70 tuvo una destacada participación en “Patton” pero su época en el cine se iba consumiendo. Llegaba la época de pasear el prestigio conseguido en producciones televisivas ahora que el cine estaba en época de nuevas temáticas y nuevos personajes más de andar por casa y no tan estereotipados como los que alguna vez tuvo que afrontar Malden. Su mayor logro televisivo fue “Las calles de San Francisco” que protagonizó junto a un imberbe Michael Douglas y que le facilitó una nominación al Globo de Oro y tres a los premios Emmy durante las cinco temporadas que se mantuvo en antena. Casi desaparecido de los medios (y con una recordada intervención en un capítulo de “El ala Oeste de la Casa Blanca”), Malden recibía un homenaje de sus compañeros en la gala de entrega de los premios del Gremio de Actores en 2004. Allí un hombre que ya tenía más de 90 años dejaba claro que quien tuvo retuvo ya que su rotunda presencia hizo acto de presencia sin excesivos achaques de la edad. Era la última noche en sociedad como broche de oro de los que uno puede dejar bien escrito gracias a una longevidad natural con la que casi ha abarcado todo un siglo.
Un año de enormes y sentidas pérdidas cinematográficas nos tenía preparada otra noticia luctuosa añadida de sordidez truculenta. Es lo que acompaña a la muerte del director, guionista, productor y actor Rob Reiner cuyo cuerpo, además del de su esposa Michele Singer, ha sido encontrado acuchillado en su mansión de Brentwood (California). A Rob Reiner debemos algunas de las películas más generacionales de una época que le hizo encadenar unos años dorados entre mediados de los ochenta y los primeros noventa. Tenía 78 años y era hijo de un tótem del espectáculo estadounidense como Carl Reiner (figura a la que admiraba tanto como intimidaba y sobre la que pudo emerger) y la cantante y actriz ocasional Estelle Reiner para la que contó en la escena más reconocible de una de sus grandes obras, “Cuando Harry encontró a Sally” (1989), absoluto clásico de la comedia romántica contemporánea en el que precisamente se conocieron Rob Reiner y Michele Singer iniciando su propia historia de amor que llevó a que fruto de su flechazo incluso la cinta terminara con un final más esperanzador del previsto.
"Los pecadores" es la única película que de momento está impidiendo el monopolio de "Una batalla tras otra" en los premios de la crítica. La cinta de Ryan Coogler ya ganó en Washington y suma cuatro galardones en las categorías de película, dirección, fotografía y música. Por otro lado tampoco sorprenden los premios interpretativos para Ethan Hawke ("Blue moon"), Rose Byrne ("Si pudiera, te daría una patada"), Stellan Skarsgård ("Valor sentimental") y Amy Madigan ("Weapons").
A los 96 años ha muerto el inolvidable y por siempre eterno actor Héctor Alterio. Argentina y España quedaron unidas más allá del charco gracias a su talento y recuerdo en trabajos que demostraron que el cine no entiende de patrias sino de emociones, memoria y dignidad a la hora de tender puentes a través del cine. Como elementos principales tuvo su innegable carisma, una voz llena de matices y una capacidad de que las emociones traspasarán la pantalla a través de una mirada limpia y expresiva que, gracias a sus ojos azules, podía ser tierna, pícara o inquietante. Una larga vida en la que se dedicó hasta el último día al oficio al que tanto amaba y al que contribuyó a elevar a altas cotas siendo merecedor por todo ello del Goya de Honor en 2004.
Hay actores que traspasan lo que es una vida para formar parte de nuestros recuerdos para siempre. Es algo que va más allá de cualquier premio e, incluso, de la propia existencia ya que trascienden por siempre gracias a la pantalla. Es el caso de un Dick Van Dyke que celebra 100 años de vida en vida. Un nombre icónico de la industria del entretenimiento que bien merece del que se hable de él y se le reivindique cuando todavía puede recibir esa gratitud de su público por tantas risas y buenos ratos compartidos. Un rostro muy querido por su vitalidad, ironía y ligereza siendo un torrente de optimismo frente a la adversidad. Se una a una lista de centenarios compuesta por Kirk Douglas, Olivia de Havilland, Bob Hope y Gloria Stuart o las todavía vivas Eva Marie Saint y Lee Grant.
En ´´El rostro impenetrable´´ estaba magistral,un villano soberbio.
Un lujo de secundario
Es una pena. Gran actor, inolvidable
Se van LOS ACTORES, quedan los deshechos, LÁSTIMA.
Un gran personaje, un gran actor y quien el mundo no debe olvidar. Le rindo mi homenaje. Hasta siempre.