"China"

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Cine y televisión han hecho de la historia del imperio británico en el siglo XIX un mundo reconocible. También China se ha visto muy representada y el clásico "55 días en Pekín" (1963) no ha desaparecido aún del todo. El acoso al territorio europeo en la capital china es uno de los mejores momentos de la novela.

Título: "China"

Autor: Edward Rutherfurd

Editorial: Roca Editorial

Todos los libros de Rutherfurd precisan de cierta disposición viajera. Son una máquina del tiempo con sillón de lujo, tal vez una bebida a mano y al menos una hora por delante. Rutherfurd es inigualable en estas condiciones.

Al acabar las más de 800 páginas, se abre paso el deseo de más. Se pasan horas junto a media docena de protagonistas. Son horas aprovechadas al margen de lo dramático, porque el recubrimiento histórico es tan potente como la escena de tortura que se nos ofrece, difícil de olvidar.

“El uso de la tortura estaba estrictamente reglamentado en el Imperio Chino. Sólo se permitían ciertos procedimientos. El funcionario que aplicara un método no autorizado podía acabar compareciendo ante la justicia por el cargo criminal… Encajaron los dedos del preso (el pirata Dragón de Mar) entre las tablillas y tras colocar las pequeñas clavijas de madera en los nudos de los cordeles...".

Cinco años de documentación para recrear los paisajes, cada escenario de Cantón, la Ciudad Prohibida, el Palacio de Verano de Pekín, Calcuta, Hong Kong, el Lago Occidental, Jingdezhen (la ciudad de la cerámica), el Río Amarillo, Macao y Escocia.

Todo comienza en 1839, cuando el gobierno chino decide poner límites al tráfico de opio y la reina Victoria poner la Armada Real al servicio de sus traficantes para mostrar que los mercaderes británicos seguirían vendiéndole opio a quienquiera que les diese la tarifa establecida. La Armada cañoneó un par de fuertes, mató a unos cuantos "amarillos" y se apoderó de una islita vacía llamada Hong Kong a cuenta de los gastos provocados. Pero el gobierno de la reina consideraba que debería haber obtenido mucho más que una maloliente roca en la que ni siquiera había clientes potenciales, por lo que despidió al que había redactado el contrato y exigió más territorios y quedar fuera de cualquier legislación china.

Sobre ese tapiz histórico se bordan los personajes: un comerciante de opio británico, un eunuco imperial, una campesina sorprendentemente hermosa, un guerrero manchú... y van pasando costumbres, odios, esperanzas universales... Toda la carne de una historia decimonónica tan atractiva como ya se suponía antes de leer la primera página.

Rutherfurd procura no juzgar, prefiere practicar lo que señala uno de sus personajes, que las dos caras, la bondad y la maldad, suelen convivir. 

"La gente se refiere al yin y al yang como las dos fuerzas del universo. Decimos que el yang es la fuerza masculina, el sol resplandeciente, el cielo azul, y así seguidamente, mientras que el yin es la hembra, la tierra, la luna, la sombra. Al igual que el hombre y la mujer, el yang y el yin se complementan entre sí; cada uno necesita al otro para existir. Nuestros sabios también demostraron una gran sabiduría al declarar que hay una parte de yin en el yang y una parte de yang en el yin".

Los personajes centrales, pertenecientes a clases sociales e idiosincrasias distintas, van marcando, en cierto modo, la cronología de la novela, pero merece un espacio destacado el eunuco "Uña Lacada", el único que nos habla en primera persona y es nuestro guía por la secretísima ciudad donde vive el emperador y el sequito mas sofisticado y rígido que haya producido una cultura.

"China" ofrece todo ese placer clásico de la lectura larga e inmersiva, nacida precisamente en la misma época que refleja la novela. Un tiempo de grandes y largos viajes, de propagación de pensamientos, prejuicios y valores occidentales que en buena medida sobreviven.

La historia se cierra en el punto en que alcanza el trono del dragón su último emperador, Puyi, el niño que inspiró la película de Bernardo Bertolucci en 1987.

Carlos López-Tapia

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