Cine en serie: "Halston", el día que la moda "made in USA" llegó a Europa

Cine en serie: "Halston", el día que la moda "made in USA" llegó a Europa

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Querido Teo:

El segundo capítulo de la serie recién estrenada "Halston", titulado "Versalles", refleja un acontecimiento ocurrido en 1973, cuando los principales modistos norteamericanos llegaron a París para enfrentar su moda a los "reyes" hasta ese momento, los diseñadores franceses. La recreación de aquel desfile celebrado en un teatro de Versalles bastante abandonado por entonces, con la interpretación impresionante que hace Krysta Rodriguez de Liza Minnelli, vale por toda una serie.

La batalla de Versalles figura en cualquier historia de la moda del siglo XX que valga la pena, porque significó la independencia de la moda norteamericana frente a la de Francia. El día elegido no pudo ser más desapacible, el 28 de noviembre de 1973, con París nevado, detalle que no refleja la serie. Las invitaciones eran codiciadas porque la exclusiva cartulina en azul celeste con tipografía dorada anunciaba un encuentro que el sensacionalismo periodístico había convertido en batalla.

En realidad, se había planteado como una gala "benéfica", y le pongo comillas porque no se trataba de material hospitalario, ni cooperación con algún desastre de los que asolaban a tantos a principios de los 70, sino de conseguir recaudar los 60 millones de dólares necesarios para restaurar el Palacio de Versalles, la casa donde había vivido una reina de la moda, María Antonieta.

La idea había partido de un encuentro entre la publicista americana Eleanor Lambert, creadora de "La semana de la moda de Nueva York", y Gerald Van Der Kemp, comisario del Palacio de Versalles, en busca de patrocinadores para financiar la restauración del edificio. La publicista contaba con la amistad de multimillonarios como María Elena de Rothschild, que ya habían probado el éxito social de la alta costura al estilo Gala del Met. Tampoco se rompieron la cabeza pensando en un desfile en el que varios diseñadores norteamericanos y franceses presentarían sus diseños, pero pronto vieron que se convertía en una competición donde la prensa podía coronar un vencedor.

A las nueve de la noche, el Gabriel, teatro señalado para acoger a las personas más influyentes de un mercado millonario, era una bombonera dorada y celeste, con una pasarela por donde se moverían los testigos de un juicio solemnizado por la dimensión alcanzada por el acto. La etiqueta era rigurosa, esmoquin para hombre y vestidos largos para las mujeres. Grace Kelly, ya convertida en princesa de Mónaco, se aseguró la atención llegando vestida de Madame Grès, que había sido polémicamente omitida en la selección de aquella final del mundial de la moda.

Los franceses se sentían jugando en casa. La moda era su sector en los últimos dos siglos, motivo de orgullo nacional que marcaba el ritmo de la industria en el resto de Europa. Estados Unidos apenas había hecho nada hasta los años 60, dependientes hasta una docena de años antes de los modistos franceses, con muy pocas excepciones como Claire McCardell.

El equipo que saltó a la pasarela por Francia fueron Hubert de Givenchy, Ungaro, Pierre Cardin, Bohan por Dior y como capitán Yves Saint Laurent. Bill Blass encabezaba el equipo visitante, Stephen Burrows aportaría ser el único diseñador afroamericano, Anne Klein se distinguía como la única mujer y por haber vestido a la clase trabajadora femenina de Estados Unidos; Óscar de la Renta cerraría la exhibición y antes que él un nombre conocido, pero no respetado, Roy Halston.

El acto se abriría con dos actuaciones, cada una elegida por el país correspondiente. Francia decidió ser representada por una americana "secuestrada" por la cultura francesa: Josephine Baker. Estados Unidos, gracias a la mediación personal de Halston, subiría a la pasarela a Liza Minnelli, amiga personal del modisto desde que hacía poco la había reformado todo el vestuario para "Cabaret" y había conseguido que se sintiera cómoda.

Halston había crecido con una madre maltratada en el pequeño pueblo de Des Moines, en Iowa, en 1932, y para compensar a su madre había comenzado a diseñar y hacerle sombreros bonitos. Como sombrerero consiguió situarse y alcanzó la fama cuando Jackie Kennedy se puso uno de los suyos en la ceremonia de la inauguración presidencial de su esposo, pero el mundo del sombrero decaía y decidió ampliar sus diseños a todas las prendas que pudiera llevar una mujer. Combinó la elegancia y el buen hacer europeos con la idea minimalista y práctica americana. Incluyó modelos afroamericanas en todos sus desfiles y la reunión de París resultó fundamental para lo que consiguió más tarde, y que no os cuento para que podáis disfrutar la serie sin adelantos.

Vídeo

Carlos López-Tapia

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