Conexión Oscar 2025: Tarik Saleh y Julia Ducournau pinchan tras el encumbramiento
Querido Teo:
En la séptima Jornada del Festival de Cannes Tarik Saleh y Julia Ducornau han presentado sus nuevas películas a competición. Todo en una jornada discreta que evidencia los compromisos de un Cannes que tiene que cumplir con algunos de los que consagra. Es el caso de tener que albergar lo nuevo de la directora de “Titane” aunque en este caso, tras la rompedora y desatada Palma de Oro conseguida en su momento, ha pasado a encabezar la parte baja de las opiniones de los críticos.
“Eagle of the Republic” (Tarik Saleh) // Sección Oficial
George Fahmy es el actor más querido de Egipto, viéndose presionado a protagonizar una película encargada por las más altas autoridades egipcias. Aceptando a regañadientes, este papel será la puerta que le hará entrar en el selecto grupo de las personas más poderosas del país. Como una polilla atraída por la luz, comienza un romance con la misteriosa esposa del general que supervisa el proyecto y que pondrá en jaque no sólo su porvenir profesional sino también sus circunstancias personales; entre ellas su hijo.
“Eagles of the Republic” es un policiaco con drama moral en una historia en la que la realidad, la ficción y la propaganda se dan la mano con un actor obligado a formar parte de la maquinaria del régimen. No es lo mejor de Tarik Saleh (mucho más contundente en “Conspiración en El Cairo” que consiguió en Cannes premio al guión en 2022) pero sí que termina siendo una cinta efectiva que se ve con interés y que arroja un buen trabajo del actor Fares Fares.
Un thriller político sobre un actor obligado a protagonizar una película de propaganda para glorificación del gobierno egipcio, mientras representaba en secreto a ambos bandos. Una película que termina siendo irregular y aburrida por su indefinición. El problema de la cinta es que su mezcla de géneros, tan inteligente como confusa, no termina de apasionar ya que, tocando la comedia, el drama familiar o el thriller no termina de culminar en ninguno de esos ámbitos a pesar de los mimbres que deposita con un final en alto en el que, aunque todo termina encajando, el camino hasta ahí no termina de valer la pena.
Una crítica demoledora frente al régimen egipcio que logra satirizar sin caer en lo burdo pero que adolece de ritmo y profundidad quedando lastrada por una puesta en escena funcional para un conjunto que resulta frío, con poca audacia y escasos hallazgos que hagan que la película destaque por sí misma. Una superficial mirada a la fina línea que separa la libertad de la manipulación, el arte de la propaganda, arrojando un thriller del montón con escasez de ideas, resoluciones ilógicas y un tufo a película de fondo de catálogo de plataforma con el enfoque de sátira engullendo a la capacidad de generar tensión.
“Alpha” (Julia Ducournau) // Sección Oficial
Alpha es una problemática niña de 13 años que vive con su madre soltera de origen iraní. Su mundo se derrumbará el día que vuelve del colegio con un tatuaje infectado en el brazo hecho por una aguja compartida. La tercera película de Julia Ducornau parte (sin nombrarla) de la epidemia del sida durante la década de los 80 en una cinta que transita hacia el efectismo a la hora de hablar del dolor, la crueldad y el bullying cuando la marginación y el prejuicio crea el miedo y el odio. Es ahí donde emerge algo de emoción, conectados por la fatalidad de esa enfermedad, en la relación que se establece entre la cría y su tío, un estupendo Tahar Rahim que ha perdido más de 20 kilos para emprender uno de esos trabajos que marcan un festival.
“Alpha” es una cinta poco sutil, en una analogía no siempre acertada que deriva en lo estridente, y que quizá no sabe vertebrar el peso de la historia pivotando entre el despertar de la cría en un entorno hostil y la relación y adversidades vividas a lo largo de sus los tanto por su madre como por el hermano de ésta, adicto a la heroína, pero que si bien no tiene el impacto iconográfico de “Titane” (mucho menos transgresora y con un “body horror” más limitado pero sin abandonar la influencia de David Cronenberg) sí que logra proponer un peso emocional a una historia que se mueve entre la denuncia y la ternura fruto de la incomprensión, el rechazo y la culpa, la misma que sufrieron todos aquellos condenados por el sida no sólo por los estragos de la enfermedad sino por el vacío de una sociedad que prefirió esconder y mirar hacia otro lado por un lado y estigmatizar por otro en el que, además del contagio de la enfermedad, también se propagaba, calando hasta los huesos, el miedo, el prejuicio y la condena tal y como se ve especialmente en las escenas en el instituto.
“Alpha” se pasa por momentos de melodramática (reforzado por una banda sonora que además de una "playlist" más contemporánea también recurre a piezas de música clásica) en su vertiente de drama familiar y despertar iniciático pero encierra valores cinematográficos interesantes en una analogía social que, si bien no funciona en muchos momentos por subrayada e irregular, sí que conecta con el ambiente de una época en el que sólo hay desconocimiento, dudas e incertezas pero, también, amor, compromiso y reafirmación. Un trabajo de estética feista y fotografía mortecina, jugando con la opresión de los espacios cerrados, reafirmado por la furia y la audacia e impregnado de un halo de tristeza y poesía que potencia su lado más sensible y poético durante su azarosa letanía para golpear de manera demoledora en una parábola tan sombría como comprometida que dignifica a los que son (y se sienten) excluidos por la sociedad pero que entre ellos destilan respeto, comprensión, sacrificio y amor.
Eso lo demuestra el rostro de Mélissa Boros, lidiando tanto con la llegada de la pubertad con deseos y aires de libertad pero también sufriendo el castigo del dedo de la moral imperante bañada de hipocresía, castigando el placer del sexo o excluyendo al diferente, en el que la duda ya es suficiente para la condena social frente a cualquier certeza, junto a un magnífico Tahar Rahim, en su conmovedor desgarro espectral, y una no menos destacada Golshifteh Farahani, como madre que víctima del miedo protector vuelve a revivir las heridas del pasado, que respaldan a una protagonista cuya sangre nos evoca a la de “Carrie” de Brian De Palma con mucho de vergüenza y desconocimiento ante las reacciones de una corporalidad que vuelve a hablar por sí sola sin posibilidad de quedar oculta frente a los demás. A destacar también el profesor de la niña, un sensible Finnegan Oldfield viviendo en carne propia fuera de esas aulas esa sensación de mundo que se desmorona sufriendo marginación, silencio e impotencia.
Todo lo que le fue alabado a Julia Ducornau en su momento le juega ahora en contra en una cinta calificada de repetitiva, áspera y sin el impacto emocional y visual que se esperaba por mucho que la directora lo intenta. Cine pomposo e impostado que busca desquiciar al espectador ante sus arriesgados y acumulados “inputs”, sus fallos de montaje o cierta confusión narrativa, pero que encierra una indudable capacidad de conmover en la dinámica disfuncional de esa familia y en su tono intimista siendo capaz de mantener intacto un elogiable poderío visual con algunas de las escenas más impactantes y hermosas de esta edición entre abrazos entre lágrimas tan desesperados como necesarios, inquietud y sangre en la piscina, cuerpos pétreos de mármol, una sesión de discoteca liberadora, e inabarcable polvo potenciando el desamparo.
Todo ello sufriendo la implacabilidad de un Cannes que ha dado carta blanca a la directora pero que da la impresión de que esperaba la cinta tanto con expectación como con los cuchillos bien afilados en un derroche sanguinolento que supone un salto al vacío intrépido en el que hay más de arrebato personal que de intentar contentar a nadie. Sólo el tiempo dirá si acaba siendo un pequeño clásico moderno de culto tan incomprendido como son inicialmente unos personajes que terminan siendo entrañables, desamparados por una sociedad que les ve como unos monstruos en lugar de seres que necesitan ayuda, en un viaje en el que hay mucho de dolor, duelo, culpa y resignación pero también de amor y sacrificio.
Otras películas
* Fuera de concurso "Highest 2 lowest" de Spike Lee, intenso thriller existencial sobre el desenfreno capitalista, el precio de la fama y los costes de mantenerla cuando un poderoso empresario musical en decadencia es víctima de una extorsión siendo secuestrado su hijo por lo que se ve obligado a luchar por su familia y su legado mientras afronta un dilema ético vital. Un título que propone un chute "cool" pero reflexivo sobre el devenir capitalista de nuestro tiempo adaptando la novela de Evan Hunter y que, posteriormente de un estreno limitado en cines, llegará a Apple TV+.
Un confrontamiento en el que el dinero y la falta de escrúpulos juegan su papel en un divertimento ambientando en la cultura negra con el telón de fondo de la industria musical en la ciudad de Nueva York actual. Se basa en el clásico "El infierno del odio" de Akira Kurosawa y el reencuentro entre Spike Lee y Denzel Washington en su quinta colaboración se ha saldado con una inesperada Palma de Oro honorífica para el segundo. Eso sí, el director no ha querido ser muy incendiario en sus críticas políticas hacia los valores defendidos por el presidente de su país que incluso ha anunciado políticas arancelarias para las películas extranjeras en Estados Unidos.
* En Cannes Première “Splitsville” de Michael Angelo Covino es una comedia de problemas maritales cuando dos parejas de divorciados exploran el mundo de las relaciones abiertas y el deseo de una segunda oportunidad pero que termina siendo una ingeniosa comedia física de altura con un guión cincelado de manera brillante, con mordacidad y picardía y que termina siendo, entre un muerto y varias acusaciones de infidelidad, una oda sobre el amor como acicate y oxígeno.
Michael Angelo Covino y Kyle Marvin incrementan la apuesta de la más que meritoria “Cima a la amistad” (2019) tirando de desenfreno, química y humor puro compartiendo reparto con Adria Arjona y Dakota Johnson ofreciendo una gozosa dinámica de personajes sobre el sentido del amor en tiempos de crisis de pareja y pretendiendo reivindicar la comedia para ser disfrutada, vivida y compartida en el cine en salas.
* Guillermo Galoe ha presentado “Ciudad sin sueño” en la Semana de Crítica, título que se adentra en la realidad de la Cañada Real en forma de western poético en pro de la resistencia y que se mueve por terrenos de docuficción a la hora de colocar la denuncia social pero también presentar un conflicto generacional entre los resignados y los más jóvenes que quieren pelear por su futuro.
* Simón Mesa Soto presenta en Una cierta mirada “Un poeta”, la historia de un hombre que ha fracasado entre las rimas pero que encontrará un nuevo camino permitiéndole cultiva su amor a la poesía a una adolescente a la que da clases.
* En Una cierta mirada "Météors" de Hubert Charuel sobre dos jóvenes con más aspiraciones que fortuna y que se topan con la realidad intentando escapar de los problemas que les han acorralado. Ellos son los emergentes Paul Kircher e Idir Azougli.
* "Magallanes" de Lav Diaz no encuentra en Cannes Première especial acogida a lo largo de unos 156 minutos que muestran la conversión de un soñador a un megalómano a partir de un navegante portugués que se rebela contra el poder del Rey, que no apoya sus sueños de descubrir el mundo a comienzos del siglo XVI. Gael García Bernal protagoniza la cinta.
* En Una cierta mirada “Once upon a time in Gaza" de Arab Nasser y Tarzan Nasser vuelve a apostar por el costumbrismo y la ternura frente a la tragedia en una “buddy movie” de acción en la que dos jóvenes estudiantes intentan mejorar su situación vendiendo drogas hasta que la corrupción y el ego sale a su paso.
* Fuera de concurso "La femme la plus riche du monde" de Thierry Klifa con Isabelle Huppert como lo único destacable de una cinta que se adentra en el escándalo que rodeó a la figura de Liliane Bettencourt, heredera del imperio de los cosméticos L’Oreal.
* En Una cierta mirada "A pale view of hills" de Kei Ishikawa que se basa en una novela de Kazuo Ishiguro sobre dos líneas temporales que exploran los recuerdos de una viuda japonesa en la Nagasaki de la posguerra de los años 50 y en la Inglaterra de la Guerra Fría de los 80.
Nacho Gonzalo