"Hija del volcán"
La web oficial.
El argumento: La erupción del volcán Nevado del Ruiz, el 13 de noviembre de 1985, dio lugar a una de las mayores tragedias en la historia de Colombia, causando la muerte de más de 23.000 personas y la destrucción casi absoluta del pueblo de Armero. Jenifer de la Rosa fue uno de los tantos niños que sobrevivieron y se dieron en adopción fuera del país, llegando a Valladolid con tan solo un año y medio de edad. A los treinta, motivada por la posibilidad de que su madre biológica siga viva, decide indagar en sus raíces. Esta investigación la lleva a su país natal en un viaje de catarsis que plasma en imágenes a través del cine. "Hija del volcán" es una obra que, al mismo tiempo, habla de una experiencia universal: la de la diáspora de adoptados en todo el mundo. Personas que, movidas por la esperanza y la búsqueda de respuestas, nunca dejan de perseguir los fantasmas, literales y simbólicos, de su pasado.
Conviene ver: En “Hija del volcán” la cineasta se convierte en narradora y protagonista de un viaje íntimo que es, al mismo tiempo, una denuncia silente y poderosa. El documental, presentado como un ejercicio de memoria y búsqueda identitaria, sigue el regreso de la directora a Colombia tras ser adoptada en España, para desenterrar las huellas de su pasado ligado a la tragedia de Armero en 1985 y reencontrarse con sus raíces. Lejos del formato clásico, la película propone una narrativa fragmentaria, casi onírica, en la que el presente dialoga con imágenes de archivo y voces de otros huérfanos del desastre. La estructura no lineal refleja el desconcierto y la fractura de una identidad construida entre la ausencia y el exilio emocional. Cada testimonio, cada documento hallado, funciona como un espejo roto que refleja los vacíos de una generación arrancada de sus raíces. Con una puesta en escena austera pero cargada de simbolismo, “Hija del volcán” destaca por la fuerza de sus decisiones formales. La cámara, siempre cercana, acompaña a la directora con una delicadeza cruda, sin filtros ni ornamentos. La fotografía de Andrés Campos Sánchez potencia los contrastes entre la vegetación exuberante que ha devorado las ruinas de Armero y los fríos interiores de la vida en adopción. Por su parte, la música de Kenji Kishi y un diseño sonoro que evoca constantemente el agua construyen un paisaje emocional que trasciende lo verbal. El valor del film reside también en su capacidad de colectivizar el dolor. Lo que comienza como una búsqueda personal se convierte pronto en un retrato coral de desarraigo, donde las voces de los supervivientes (calmas, resignadas, pero firmes) dan cuerpo a una memoria muchas veces silenciada. Sin recurrir al melodrama, opta por una narración contenida, donde incluso el temblor de la cámara se vuelve expresión legítima del duelo. “Hija del volcán” no sólo documenta una tragedia, sino que se erige como un acto de justicia simbólica: una forma de volver a mirar donde durante años no se quiso mirar. En su modesta escala y con herramientas sencillas, aprovechándose del material de archivo, la película conmueve por su autenticidad, sensibilidad y su fuerza ética, recordándonos que la identidad también se construye desde los fragmentos, y que en el barro del olvido aún pueden germinar voces.
Conviene saber: Ópera prima de Jennifer de la Rosa.
La crítica le da un SEIS