"Un verdor terrible"

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¿Somos como los monos de "2001: Una odisea del espacio" (1968) ante los complejos horizontes que propone la ciencia más avanzada? La imagen forma parte de la conclusión de un libro excelente.

Título: "Un verdor terrible"

Autor: Benjamín Labatut

Editorial: Anagrama

Entre las pocas cosas que el científico alemán Fritz Haber tenía al morir, se encontró una carta escrita a su mujer. su mujer no era otra que la primera doctorada en química de Alemania, y se había pegado un tiro con el arma de su marido, al comprender que éste no lamentaba en absoluto haber inventado la primera arma de destrucción masiva: el gas lanzado en las trincheras de la I Guerra Mundial.

En la carta, Haber le confiesa que siente una culpa insoportable; pero no por el gas que mató de una manera horrorosa a miles de soldados, sino porque su método para extraer nitrógeno del aire había alterado de tal forma el equilibrio natural del planeta que él temía que el futuro de este mundo no pertenecería al ser humano sino a las plantas, ya que bastaría que la población mundial disminuyera a un nivel premoderno durante tan solo un par de décadas para que ellas fueran libres de crecer sin freno, aprovechando el exceso de nutrientes que la humanidad les había legado para esparcirse sobre la faz de la tierra hasta cubrirla por completo, ahogando todas las formas de vida bajo un verdor terrible.

Por su descubrimiento para extraer nitrógeno del aire le habían dado el premio Nobel, mientras se refugiaba en Suiza para evitar ser juzgado como criminal de guerra. Su hallazgo permitiría cultivar alimentos hasta terminar con la teoría de que el planeta no podría alimentar más que a un par de miles de millones de personas, y también con el saqueo de tumbas por miles para extraer nitrógeno de huesos de personas y animales. Hoy, la mitad del nitrógeno que nos entra en el cuerpo es producto del trabajo de Haber.

Benjamín Labatut lo detalla en uno de los libros más peculiares, atractivos e inquietantes de los últimos años; que inicia con una máscara antigás infantil, que ya ha sido traducido a más de veinte idiomas y que el año pasado incluyó el ex presidente Obama entre los libros que pensaba leer en el verano.

Benjamín nos lleva, entre realidad y ficción, a la vida de físicos, químicos y matemáticos que influyen en nuestras vidas más de lo que podamos pensar, aunque una gran mayoría de nosotros no sepamos bien cómo ocurrió. Este chileno de origen holandés se ha convertido con un par de libros en un buen representante de la literatura de su país, y cierra "Un verdor terrible" con un "toque" cinematográfico de aroma apocalíptico muy reconocible.

"...la súbita constatación de que eran las matemáticas –y no las bombas atómicas, los computadores, la guerra biológica o el apocalipsis del clima– las que estaban cambiando nuestro mundo a tal punto que, en tan solo un par de décadas, a lo sumo, sencillamente no seremos capaces de entender qué significa ser humano. No es que alguna vez hayamos podido hacerlo, pero ahora las cosas están empeorando. Podemos despedazar átomos, deslumbrarnos con la primera luz y predecir el fin del universo con sólo un puñado de ecuaciones, garabatos y símbolos arcanos que las personas normales no pueden entender a pesar de que gobiernan sus vidas hasta el más mínimo detalle. Pero no es sólo la gente común: los propios científicos han dejado de entender el mundo. Mira la mecánica cuántica, por ejemplo, la joya de la corona de nuestra especie, la teoría física más precisa, hermosa y con mayor alcance que hemos inventado. Está detrás de internet, de la supremacía de nuestros teléfonos celulares, y ofrece la promesa de un poder computacional solo comparable a la inteligencia divina. Ha transformado nuestro mundo hasta volverlo irreconocible. Sabemos cómo usarla, funciona por una suerte de milagro, y sin embargo no hay un alma en este planeta, nadie vivo o muerto, que realmente la entienda. La mente no puede lidiar con sus paradojas y contradicciones. Es como si la teoría hubiese caído a la Tierra al igual que un monolito proveniente del espacio, y nosotros sencillamente gateamos a su alrededor como simios, jugando con ella, lanzándole piedras y palos, sin ninguna comprensión verdadera”.

Carlos López-Tapia

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