“La soga” (1948) narra el estrangulamiento de un inocente por dos individuos que aspiran a convertirse en el "superhombre" de Nietzsche, esto es, en aquel que es capaz de crear sus propios valores y no seguir al rebaño o aquel cuya inteligencia y voluntad le autorizan a saltarse las reglas que sólo valen para los débiles.
La película es, además, un alarde técnico y una violación flagrante de la ley más elemental del cine, la de que el cine es montaje, ya que la acción transcurre toda en un solo plano-secuencia. No hay ningún corte que interrumpa la acción, aunque como los rollos de cinta tenían una duración limitada, cada aproximadamente 10 minutos, el director hacía pasar a un personaje por delante del objetivo de la cámara para así poder fundir en negro, cortar y cambiar de rollo sin que se notara.
Esta cinta, basada en la obra teatral de Patrick Hamilton, es en la que por primera vez colaboran Hitchcock y Stewart. El actor nos aparece por primera vez en una venerable madurez, no ocultando sus canas ni su aire de maestro experimentado, precisamente en este caso como el ex profesor universitario de esos jóvenes que pretenden dar ese golpe de superioridad cerebral que para ellos es eliminar a un semejante.
A pesar de ser la estrella de la función (término muy adecuado teniendo en cuenta el origen y estética del film), Stewart sólo aparece en la segunda parte de la cinta como el profesor que plantea las dudas morales a los protagonistas y que finalmente descubre su atroz misión.
Con el tiempo, la película supondría el evidente cambio de registro que Jimmy supo dar. Fue su primera cinta realmente oscura (gracias a convertirse en “chico Hitchcock”) y con ella dejaba atrás su imagen de joven honrado y noble para dar paso a personajes más maduros y, en ocasiones, dotados de mucha más cerebralidad. “La soga” sería finalmente el punto de inflexión que asegura una carrera larga y heterogénea, sólo al alcance de los realmente grandes.
A los 96 años ha muerto el inolvidable y por siempre eterno actor Héctor Alterio. Argentina y España quedaron unidas más allá del charco gracias a su talento y recuerdo en trabajos que demostraron que el cine no entiende de patrias sino de emociones, memoria y dignidad a la hora de tender puentes a través del cine. Como elementos principales tuvo su innegable carisma, una voz llena de matices y una capacidad de que las emociones traspasarán la pantalla a través de una mirada limpia y expresiva gracias a sus ojos azules. Una larga vida en la que se dedicó hasta el último día al oficio al que tanto amaba y al que contribuyó a elevar a altas cotas siendo merecedor por todo ello del Goya de Honor en 2004.
Hay actores que traspasan lo que es una vida para formar parte de nuestros recuerdos para siempre. Es algo que va más allá de cualquier premio e, incluso, de la propia existencia ya que trascienden por siempre gracias a la pantalla. Es el caso de un Dick Van Dyke que celebra 100 años de vida en vida. Un nombre icónico de la industria del entretenimiento que bien merece del que se hable de él y se le reivindique cuando todavía puede recibir esa gratitud de su público por tantas risas y buenos ratos compartidos. Un rostro muy querido por su vitalidad, ironía y ligereza siendo un torrente de optimismo frente a la adversidad. Se una a una lista de centenarios compuesta por Kirk Douglas, Olivia de Havilland, Bob Hope y Gloria Stuart o las todavía vivas Eva Marie Saint y Lee Grant.
Las primeras páginas del guion literario de esta serie indicaban lo siguiente: "Un amanecer que parece no querer llegar del todo, envuelto en un gris espeso, como si la ciudad estuviera reteniendo el aliento. La cámara avanza lentamente por un polígono industrial casi vacío. El sonido es mínimo: un viento leve, metal vibrando en alguna parte, una puerta mal encajada que golpea a intervalos irregulares. Los edificios que rodean la escena tienen el aspecto típicamente londinense de principios de los ochenta: ladrillo desgastado, cristales empañados, carteles viejos que nadie se preocupa ya en retirar.
No hace tanto tiempo pero ya parece que hace un mundo cuando quien más quien menos presentaba al mundo las 30, 40 o 50 películas destinadas a estar presentes en la carrera al Oscar 2026. El paso del tiempo, la selección natural, el pinchazo de calidad de algunos títulos y cierto ensimismamiento tendente a apoyar a los favoritas de turno, ha desembocado en lo que podría haber sido una carrera entre dos para terminar definiéndose, de manera poco sorprendente a estas alturas, en un paseo militar para Paul Thomas Anderson. La emoción quizá ya no está en la zona alta pero sí reside en películas que pelean por los puestos bajos de mejor película con el fin de que les den al menos la opción de poder decir que han sido nominadas al Oscar. Con las recientes nominaciones de Critics’Choice y Globos de Oro, ¿podemos ya dar por aseguradas al menos a 8 de las 10 futuras nominadas al Oscar?