"Borat, película film secuela", la USA de Donald Trump frente al espejo

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Querido Teo:

"Borat, película film secuela" es el desbarrado título con el que ha llegado a Amazon Prime la cinta que no pensábamos que tendríamos pero que es uno de los títulos que han emergido en un 2020 muy distinto al que pensábamos que tendríamos cuando empezó el año. 14 años después hemos vuelto a ver al cuarto periodista de Kazajistán en una nueva aventura o, lo que es lo mismo, a Sacha Baron Cohen recuperando el personaje con el que triunfó en salas y que incluso le valió una nominación al Oscar al mejor guión adaptado. Un trabajo que pretende dejar mayor poso en su mensaje que aquella pero que no decepcionará a los fans de lo más extremo con una danza de la fertilidad que compite en bochorno con esa pelea, desnudos y confrontando genitales, entre Borat y su productor en la primera parte.

Un trabajo rebelde, loco, transgresor y desmadrado pero que nos devuelve la personalidad del personaje y ese estilo directo y cínico que hace temblar los cimientos del “american way of life”. Más socialmente reflexivo y también más beligerante ya que el propio Estados Unidos es muy distinto de aquel que Borat pisó por primera vez con su productor.

Un Donald Trump que ha escorado y llevado a su país y al mundo a una sensación de caos y esquizofrenia política amparada en populismos y una crispación continuada y que ahora se enfrenta este 3 de Noviembre a su posible reelección. Sacha Baron Cohen no se adentra en la crítica de aguijón y panfletaria de Michael Moore sino en el desconcierto y estupor a través de la sátira contribuyendo a que el propio país y sus ciudadanos miren la imagen que les refleja el espejo frente al que se sitúan. Un retrato mordaz sobre la hipocresía y el supremacismo blanco de un importante porcentaje de la población estadounidense recordando al espacio televisivo de Showtime “Who is America?” (2018) impulsado por el propio cómico y actor.

El gobierno de su país manda a Borat a una misión especial diplomática a USA y que no es otra que el agradecer a la administración republicana, concretamente al vicepresidente Mike Pence, todo lo que está haciendo en favor del mundo después de las, para ellos, nefastas políticas de Barack Obama, sirviendo como medida de reconciliación para ambos países. Debido a ello el ex reportero es sacado de su ostracismo para viajar con un mono, todo un portento e icono en su país, hacia Estados Unidos aunque sea en un carguero que lleva a que el viaje de Borat sea una larga letanía. Cualquier fracaso, como bien le harán entender durante la misión, no tendrá otra condena que la muerte. Eso sí, ahora Borat ya es famoso en territorio USA y por ello tendrá que utilizar el recurso de los disfraces para poder camuflarse en los entornos más imprevistos.

Una serie de situaciones harán que, al final, Borat esté acompañado por Tutar, su hija de 15 años (interpretada por la actriz búlgara Maria Bakalova), la soltera más vieja de Kazajistán y a la que define como su único descendiente “no macho”, en una misión en la que terminará decidiendo que ella puede ser el mejor regalo para el que define como “vice agarrachichis”. La joven, desaliñada y embrutecida por el abandono, está encantada por el hecho de poder ocupar una “jaula de oro” como Melania Trump, a la que define como la mujer más feliz del mundo.

A partir de ahí se produce un recorrido salvaje y frenético, que empieza en Texas y acaba en Nueva York, por el lado más conservador, estereotipado y auténtico de un Estados Unidos negacionista con el coronavirus (COVID-19), cerril en sus convicciones políticas, ambiguamente moralista y superficial, iniciando un plan para que, a través de un cambio radical estético, su hija sea atractiva como regalo para Pence, contribuyendo a realzar su físico. Todo mientras la joven se sorprende de que en ese país todo sea muy distinto a lo que le han enseñado y haya mujeres que tengan sus propios negocios e, incluso, conduzcan.

Atención a momentos que mezclan el ingenio con la vergüenza ajena cuando visitan una clínica próvida porque quieren expulsar a un “bebé” del cuerpo de ella, asisten al baile de puesta de largo de Georgia para pulir sus ademanes sociales, llegan a una convención republicana de mujeres, o a una sinagoga encontrándose con dos tiernas ancianas que pueden ser la personificación del demonio y que, al menos, le ayudarán a remarcar al protagonista que el Holocausto no fue una mentira como otros le han hecho creer en suelo usamericano a través también de los bulos de redes sociales como Facebook.

El estímulo de Sacha Baron Cohen para que la gente vote en las próximas elecciones no puede ser más pertinente y fiero, no dejando títere sin cabeza aprovechándose también en su humor de contar con la complicidad de esa superioridad moral (tanto del partido Demócrata como de la población europea) de ver a los votantes de Trump, y a la América que dice representar, como unos patanes, algo que hace que el mensaje sea partidista pero muy efectivo.

Algo a lo que contribuye encontrar también auténticas revelaciones entre los personajes como los que se encuentra Borat como esos dos amigos que le acogen durante el confinamiento, negacionistas y que piensan que los Clinton bebía sangre de bebés y que todo es culpa de los Demócratas, y con los que convive una semana acudiendo a una manifestación en contra de la reclusión domiciliaria.

O la canguro que, al margen de la bola y cadenas que le proporcionan para su labor, hará abrir los ojos a la adolescente kazaja de que ella tiene que quererse y hacerse valer por sí misma y no hacer caso al retrógrado manual que le ha enseñado su padre con la experiencia de una Nadia Katova que ha atormentado a la joven a la hora de conocer su cuerpo.

Y es que esta entrega del personaje se permite tocar, salvando las distancias, la fibra sensible vertebrando a pesar de lo deslavazado del conjunto una relación de descubrimiento entre padre e hija que, en el fondo, no son más que víctimas de un país marcado por la tradición y el sometimiento de la mujer. Y es que a pesar de que Borat lleve atada a su hija con una correa, o la intente vender a los republicanos, la convivencia durante esos días será también la mejor muestra de que se necesitan, y se quieren, más de lo que están dispuestos a admitir. Aunque en la cinta es lo de menos, no hay que esconder que, en cierta manera, es una concesión para un público más genérico además del que se quede en la superficialidad de lo grotesco o destaca la propuesta por lo ácido de la crítica política.

Una cinta que va con todo y que, al igual que hicieron películas como “El gran dictador” en su momento, logran que la crítica sea más potente al coincidir en el tiempo con los hechos y es que no sólo hay guiños a Sarah Jessica Parker, Tom Hanks o Kevin Spacey, sino que la cinta lanza sus dos principales dardos a dos de los hombres fuertes de Donald Trump, el primero Mike Pence (al que llama Mike Pene), que rechaza el regalo tras ofrecérsele en un mitin con Borat disfrazado de Trump y que, en principio, es el objeto de la misión.

El segundo un Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York y abogado personal del presidente, que durante una entrevista ficticia protagoniza uno de los momentos más incómodos y escalofriantes de la cinta ante el cebo que le presentan y el cual los creadores de la cinta han sido lo suficientemente valientes para mostrar en su totalidad reflejando esa catadura moral que muestra que todavía queda mucho por hacer tras el estallido del #MeToo en un entorno de machismo y de abuso de poder sin ninguna moral.

 “Borat, película film secuela”, en su estilo de falso documental con cámara al hombro, dándole ese tono improvisado y caótico con el fin de camuflar lo calculado de la propuesta, es exactamente lo que pretende ser y en ningún momento juega a otra cosa. Un proyecto rodado en secreto y que fue lo suficientemente inteligente para incluir en él toda la psicosis relacionada con el virus pandémico originario de China cuando éste hizo su aparición en primavera.

Un trabajo irreverente que desenmascara a los que están ahora en el poder, viviendo en su burbuja en la que se evaden de la realidad con sus mensajes y soflamas partidistas, y rompe los límites del humor poniendo todas las cartas sobre la mesa consiguiendo caer de pie en su tono tanto de absurdo, crítica social y mensaje político, que no es otro que el de pedir el voto para evitar otros cuatro años de una USA marcada por la desesperanza, el cinismo moral, el enfrentamiento entre unos y otros y un sistema que se antoja sistémicamente enfermo por la corrupción minando la salud y las oportunidades de futuro para sus ciudadanos.

Un antídoto para tiempos difíciles en una comedia casi catártica en la que el giro final, sobre el verdadero origen de la pandemia, es sólo una muestra de genialidad y de la brillantez de este regreso tan bien armado y necesario para una realidad que, por salud mental, a veces conviene no tomarse tan en serio.

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Nacho Gonzalo

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Teclado Celtico
Teclado Celtico
3 años atrás

Maria Bakalova es búlgara, no polaca.

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