Mr. Pinkerton y las cojeras de cine

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¡Hola muchacho!

¿Cómo has estado todo este tiempo?. Me contaron que tuvieron que cerrar la piscina de tu centro porque te dio por criar pirañas en él. Bueno, yo lo he pasado canutas desde agosto, ya que tuve un desgarro muscular, o dicho propiamente, una rotura fibrilar del gemino izquierdo. Es decir, eso que si le pasa a un futbolista le cogen cuatro médicos y le hacen mil pruebas, pero si le pasa a un ciudadano de a pie le dicen que esté un mes en reposo y sanseacabó. Muchacho, uno no es un hombre hasta que pasa por una experiencia de dolor intensísimo. Así que me he pasado casi un mes de baja laboral, teniendo a Marga al cargo de la agencia, mientras yo me pasaba los días disfrutando de la televisión matinal… ¡No te puedes imaginar cuántos sucesos pasan en España!.

Así que me pasé los primeros días tumbado, o moviéndome por la casa en una vieja silla de ruedas. Por las noches me aburría, y me daba por coger los prismáticos y observar a los vecinos del edificio de enfrente, como si fuera James Stewart en "La ventana indiscreta". No pienses mal de mí, muchacho. No es que me haya convertido en un pervertido; lo hacía más que nada por velar por su seguridad. Si veía algo raro, sólo tenía que llamar por teléfono al 112 y denunciar el delito que estuviese presenciando. El caso es que es realmente divertido espiar a los vecinos porque, además, la gente parece haber olvidado la existencia de las cortinas y las persianas; y, de noche, con la luz encendida, te aseguro que se ve claramente todo lo que ocurre en las casas. Los del primero son un matrimonio de ancianos adictos a las series televisivas; los del segundo, una pareja de veinteañeros que hacen parecer vírgenes a Kim Basinger y Mickey Rourke; los del tercero, una familia feliz con dos niños; y el del cuarto… ése sí que me resultaba sospechoso. Era un hombre calvo de unos cuarenta años, solitario, que se pasaba las noches en vela trabajando o estudiando sobre su escritorio. Se mantenía en un estado nervioso, acelerado, como queriendo aprender algo lo más rápido posible. Consultaba libros, internet… hacía dibujos… Cada cierto tiempo se echaba al suelo y ejercitaba sus músculos con unos ejercicios que ni Sandokán en sus años mozos. La verdad es que era un hombre fornido, pero con cierto aire sofisticado.

PinkertonCojeraSalacineXAl día siguiente le pedí a Marga que le hiciera un seguimiento. Sé lo que hacía por las noches, pero después de comer salía de su casa y quería averiguar a qué dedicaba su tiempo. Después de dos días siguiéndole, Marga me trajo un informe, aparte de esos cruasanes de la pastelería Mallorca que tanto me gustan. El tipo sospechoso salía de su casa, cogía el metro y se dirigía a la biblioteca municipal. Allí devolvía libros y se llevaba otros, y aparte, acudía a la hemeroteca y repasaba periódicos del verano del 76. Después se metía en un cine X y volvía en su casa en metro. Lo que ocurría en ese cine Marga lo desconocía, ya que me dijo que allí no se metía ella ni por todo el oro del mundo. Entonces, la clave estaba en averiguar qué libros eran los que el sospechoso leía tan empecinadamente. Marga se acercó a él lo suficiente como para poder distinguir los títulos, y apuntó varios: “Cómo construir un túnel”, “Madrid y su alcantarillado” y “El Banco de España, historia y curiosidades”. Vamos, no había que ser muy astuto para deducir que aquel hombre calvo planeaba robar el Banco de España. Para más inri, el segundo día se fue a la FNAC y compró varias películas: “El robo al banco de Inglaterra”, “Robo al banco” (a secas) y “Sin armas, sin odio y sin violencia” Sí muchacho, la última está basado en el legendario ladrón Albert Spaggiari.

Teniendo toda esta información, se formó una gran duda en mi cabeza. ¿Debía avisar a la policía?. ¿Había indicios suficientes?. ¿Y si ese tipo era un actor porno que quería escapar del género X escribiendo su propio guión?. Todo buen guionista tiene que informarse muy bien antes de ponerse a escribir, y nadie en España había hecho una película sobre un robo al Banco de España. Así que me pasé toda una mañana dando vueltas en círculos por mi casa con la silla de ruedas; me recordaba a Jack Lemmon en "En bandeja de plata". Todo ese tiempo para decidir si seguía yo solo en mi investigación o si implicaba a la poli. Después, tras zamparme aquellos cruasanes, pensé que mientras el calvo siguiera estudiando por las noches, no había por qué alarmar a nadie. Y como a mí me quedaba al menos dos semanas más de reposo, me bastaba con seguir observándole a través de la ventana.

PinkertonCojeraLagatasobreeltejadodeZincMientras tanto, mi dolencia iba poco a poco mejorando. Los primeros días me recordaba a James Caan. Pero en la tercera semana ya podía caminar con la muleta, y parecía Paul Newman en "La gata sobre el tejado de zinc"; sólo necesitaba a una Elizabeth Taylor con la que discutir acaloradamente a todas horas… Mi único temor era que aquella rotura fuese irremediable y me quedara con una eterna cojera como la de Dustin Hoffman en “Cowboy de medianoche”.

Pasaron unos días y el hombre misterioso seguía con su rutina habitual, hasta que una noche, pasada la medianoche, vi cómo cogía una bolsa de deporte grande y apagaba las luces aceleradamente. Llamé a Marga y rápidamente le dije que se metiera en su metro, pues por allí tenía que pasar obligatoriamente el calvo para dirigirse al Banco de España. Marga se dio toda la prisa del mundo y llegó a tiempo para introducirse en el mismo vagón que él. Mientras, yo esperaba sudoroso las noticias de ella, para así poder darle las instrucciones necesarias, como Denzel Washington a Angelina Jolie en “El coleccionista de huesos”. Una vez salieron del metro, Marga me llamó y me iba narrando cada paso del misterioso hombre sin pelo. Aquel tipo no se bajó en la salida del Banco de España, sino en la más cercana al cine X, y allí se introdujo. Marga hizo de tripas corazón y se metió en semejante antro bajo promesa mía de darle tres días libres extras.

PinkertonCojeraElroboalbancodeInglaterraUna vez en el cine X, el calvo se metió en el baño de señoras, que no había nadie, claro. Marga entró sigilosamente, y observó que el hombre estaba en uno de los retretes, y escuchó un ruido raro… como si levantara baldosas. Después no escuchó nada. Le dije a Marga que abriese la puerta como pudiese; le tuvo que pagar 20 euros a un chico que andaba por el hall y éste le dio un patadón. Entonces vio que todo estaba en su sitio, pero el hombre no estaba ahí. Le dije que palpara las baldosas, y notó que un par de ellas estaban algo sueltas. Las quitó, y entonces vio que había una tabla de madera en vez de suelo. La quitó, y se sorprendió al ver que aquello era el inicio de un sofisticado túnel. Por otros tres días libres extras, Marga se introdujo en él. Estuvo gateando unos diez minutos interminables hasta que vio por fin luz al fondo. Asomó la cabeza sigilosamente, y observó al calvo desvalijando una joyería.

Muchacho, ese tipo no pretendía robar el Banco de España, al menos por ahora, sino una joyería familiar cercana al cine X. Busqué en internet las joyerías más próximas a aquel antro, y llamé a la policía. Detuvieron al misterioso vecino de enfrente y Marga se llevó una condecoración de la policía… además de seis días libres que justo ahora está aprovechando en las Canarias.

¡Saludos!

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