"Van Gogh, a las puertas de la eternidad"

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El argumento: El pintor holandés post-impresionista, Van Gogh, se mudó en 1886 a Francia, donde vivió un tiempo conociendo a miembros de la vanguardia incluyendo a Paul Gauguin. Una época en la que pintó las obras maestras espectaculares que son reconocibles en todo el mundo hoy en día.

Conviene ver: “Van Gogh, a las puertas de la eternidad” es el nuevo largometraje de un Julian Schnabel que sigue cuidando sus proyectos con precisión fílmica y custodia en barrica para encontrarles el poso justo de maduración. Sólo así se explica que no supiéramos nada del multidisciplinar artista desde “La escafandra y la mariposa” (2007) y “Miral” (2010). Lo más curioso de la cinta es que da luz tanto a la obra y a la vida de un pintor retratado siempre de manera tormentosa dando rienda suelta a esa época de creatividad nutrida tanto por su talento como por la relación con otros artistas. Willem Dafoe está esplendido, magnético y emocional siendo lo mejor de una cinta, además de su bello acabado visual, ya que es una pena que el conjunto no esté a la altura de Dafoe ya que, en otro caso, hubiera tenido un mejor recorrido en la temporada de premios al ofrecer el actor uno de sus mejores trabajos. Y es que Schnabel, que se pasa de ínfulas y pedantería, se empapa de la obra del autor de “Los girasoles” y da una gran importancia a la fotografía para poner a su protagonista deleitándose con la naturaleza, su auténtica musa, que es al final a lo que se da peso en una cinta que se aleja de otras revisiones sobre el artista y que queda lastrada por el efectismo visual del director. Y es que en esta cinta Van Gogh se presenta como un adelantado a su tiempo, tan febril en su arte como en su vida, embelesado por sacar belleza a todo lo que le rodea y por vivir una ensoñación perpetua en sus cuatro últimos años de vida en Arlés, el sur de Francia, entre la desbordante creatividad, la locura, la pobreza y la incomprensión hasta su controvertida muerte en 1890. “Quizás Dios me hizo pintor para la gente que no ha nacido aún”, es la frase que mejor define al Van Gogh de Dafoe ante su certeza de su valor ante la eternidad del arte, su preocupación de la soledad, y sus tumultuosos arrebatos artísticos y personales, alejándose de los más mundanos e histriónicos que interpretaron Kirk Douglas en "El loco del pelo rojo" (1956), Tim Roth en "Vincent y Teo" (1990), Jacques Dutronc en "Van Gogh" (1991) o Benedict Cumberbatch en "Van Gogh: Painted with words" (2010), pero al artista también se le ha visto en formato de cortometraje en "Van Gogh" (1948) de Alain Resnais, documental en "Vida y muerte de Van Gogh" (1987) de Paul Cox, o animación con "Loving Vincent" (2017) de Dorota Kobiela y Hugh Welchman, inspirándose incluso Kurosawa en su conjunto de cortometrajes que integraron "Los sueños" en 1990 con Martin Scorsese dándole vida. Entre el reparto hay que destacar especialmente a Oscar Isaac como un estupendo Paul Gaughin, a Rupert Friend como el protector hermano menor de Van Gogh y a Mads Mikkelsen como sacerdote, las conversaciones de todos ellos con Dafoe hacen mejorar el nivel de la propuesta en la que ojalá se hubiera dejado emerger a una cinta mejor construída y más entretenida que lastrada por el yugo y los caprichos vistosos de su autor.

Conviene saber: Willem Dafoe ha obtenido la nominación al Oscar 2019 en la categoría de mejor actor y también la Copa Volpi en el Festival de Venecia 2018. "Van Gogh, a las puertas de la eternidad" clausuró el Festival de Nueva York 2018.

La crítica le da un SEIS

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