"Mi querida ladrona"
La web oficial.
El argumento: María trabaja como ayudante a domicilio para personas mayores. Su sueño es ver a su nieto convertirse en un gran pianista. Para pagar el piano, roba, aquí y allá, pequeñas sumas de dinero a las personas que cuida con devoción.
Conviene ver: “Mi querida ladrona” nos devuelve al Robert Guédiguian habitual en una cinta entrañable y humanista sobre los valores de la clase obrera que, más que lamentarse o nadar en la nostalgia, intenta salir adelante como puede y encontrar atisbo de esperanza mientras bracea frente a los oleajes vitales. Es lo que ocurre con una mujer que trabaja como asistenta de hogar en las casas de personas mayores en un barrio de Marsella y que, con el fin de que se cumpla su sueño de que su nieto se convierta en pianista y sin ningún atisbo de beneficio propio, roba pequeñas cantidades a aquellos a los que cuida con dedicación con el fin de poder financiar sus estudios. Una vía que supone una esperanza para una generación que se cría en un entorno en el que poco se puede ofrecer por lo que esa abuela avivará con ahínco esa pasión artística. Una negritud moral no habitual en el cine de Guédiguian pero que encierra un punto de rebeldía política frente al capitalismo y de insumisión frente al sistema, por parte de aquellos que, por mucho que trabajen y se dediquen a los demás, nunca van a poder tener la oportunidad que se les niega por condición y clase, alejándose de la codicia sin frenos de los que mandan dotando al hecho de robar unas connotaciones más cercanas a las de Robin Hood, con fines honestos para restaurar la justicia social, que a la de políticos que desfalcan sin freno y sin depender de la ideología que defienden.
Una película entrañable y humanista sobre complejidades morales a los que la buena gente tiene que enfrentarse y que se mueve en un tono de fábula inicial muy atractivo y sugerente que termina derivando en lugares comunes en su segundo acto cuando surge una diatriba amorosa en relación al piano que es cursi, reiterativa y subrayada aunque, afortunadamente, la cinta sabe volver a elevarse en su desenlace en el que queda patente la importancia de la colectividad y de la redistribución de la riqueza en un mundo desigual en el que es preciso compartir y optando más por el optimismo que por la miseria. Es una gozada ver a Ariane Ascaride, pareja y fiel cómplice del director, junto al resto de actores habituales de este director con alma y conciencia proletaria que sin necesidad de que esta pueda considerarse una de sus mejores películas sí que sabe, aunando cotidianidad y compromiso político, siempre conmover, acoger y creer en los ideales como motor de un mundo, no se sabe si posible, pero sí mejor confiando en que está en nuestras manos poder intentar cambiar las cosas.
Conviene saber: 25º largometraje del director Robert Guédiguian.
La crítica le da un SIETE


(2 votos, media: 3,50 de 5)










Pelicula aburrida y boba. Malempleado el dinero que gaste.