In Memoriam: Rob Reiner, el hacedor de clásicos generacionales que inocularon la cinefilia más popular

In Memoriam: Rob Reiner, el hacedor de clásicos generacionales que inocularon la cinefilia más popular

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Querido Teo:

Un año de enormes y sentidas pérdidas cinematográficas nos tenía preparada otra noticia luctuosa añadida de sordidez truculenta. Es lo que acompaña a la muerte del director, guionista, productor y actor Rob Reiner cuyo cuerpo, además del de su esposa Michele Singer, ha sido encontrado acuchillado en su mansión de Brentwood (California). A Rob Reiner debemos algunas de las películas más generacionales de una época que le hizo encadenar unos años dorados entre mediados de los ochenta y los primeros noventa. Tenía 78 años y era hijo de un tótem del espectáculo estadounidense como Carl Reiner (figura a la que admiraba tanto como intimidaba y sobre la que pudo emerger) y la cantante y actriz ocasional Estelle Reiner para la que contó en la escena más reconocible de una de sus grandes obras, “Cuando Harry encontró a Sally” (1989), absoluto clásico de la comedia romántica contemporánea en el que precisamente se conocieron Rob Reiner y Michele Singer iniciando su propia historia de amor que llevó a que fruto de su flechazo incluso la cinta terminara con un final más esperanzador del previsto.

Nació el 6 de marzo de 1947 en el Bronx, Nueva York, en el seno de una familia judía dedicada al espectáculo. Su infancia transcurrió en New Rochelle, en el estado de Nueva York. La dirección de su casa familiar (48 Bonnie Meadow Road) inspiró la dirección ficticia de la familia Petrie (148 Bonnie Meadow Road) en la serie “El show de Dick Van Dyke” creada por su padre y emitida entre 1961 y 1966. A los 13 años se trasladó a Los Ángeles junto a su familia y se graduó en la Beverly Hills High School para posteriormente estudiar cine en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

La carrera de Rob Reiner empezó principalmente en episódicos televisivos siendo su primer trabajo estable la labor de guionista y actor ocasional en “The Smothers Brothers Comedy Hour” (1968-1969) hasta que encontró su gran oportunidad como Michael Stivic, el yerno algo díscolo y revolucionario del protagonista en la serie “Todo en familia” (1971-1978).

Su trabajo en esta serie le valieron 5 nominaciones al Emmy (ganando el premio en 1974 y 1978) y al Globo de Oro pero su legado trasciende gracias a las películas de las que estuvo detrás de las cámaras demostrando que era capaz de desenvolverse tanto en la comedia romántica, el drama, el thriller, el terror y el falso documental.

A lo largo de su cine Rob Reiner jugó con valores como la amistad, la solidaridad y la justicia bien fuera enarbolando un “carpe diem” salpicado de inocencia tanto dentro de una pandilla juvenil como aventurándose a vivir una gran historia de amor aunque fuera con las imperfecciones de la vida terrenal). Pocos son capaces de transitar géneros con esa facilidad y siempre manteniendo su vocación popular con el público como principal destinatario.

De su padre heredó la inquietud artística y tras su éxito televisivo debutó con el falso documental musical “This is Spinal Tap” (1984), el cual se convirtió en obra de culto partiendo de una banda de heavy metal creada “ex profeso” para la película y con la que definiría las bases de lo que pasaría a llamarse "mockumentary". Como aliados tendría a a Christopher Guest como el líder de la banda Nigel Tufnel, Michael McKean como el guitarrista David St. Hubbins y Harry Shearer como el bajista Derek Smalls.

Después vendría la comedia juvenil “Juegos de amor en la universidad” (1985) pero lo que nadie imaginó es que Reiner sería capaz de encadenar cinco películas tan incontestables como imperecederas. Fue el momento de relevarse más allá del crío que de pequeño quería llamarse Carl como su padre porque quería ser como él. Si su padre fue un pionero de la televisión estadounidense, Rob Reiner se convertiría en uno de los directores más definitorios, eficaces y queridos de una época.

“Cuenta conmigo” (1986) asentó la definición del “coming of age” salpicándola de misterio, aventura y ternura partiendo de cuatro adolescentes que se lanzan a la misión de buscar a un muchacho desaparecido en el pequeño pueblo de Oregón en el que viven.

Una cinta que adaptaba la novela de Stephen King (a la postre Reiner sería responsable de alguna otra incursión del cine en la obra del escritor) y que, junto a “Los Goonies” (1985) de Richard Donner y “El club de los cinco” (1985) de John Hughes, forman la santísima trinidad de un subgénero del descubrimiento iniciático juvenil en clave evasiva y muy generacional.

A continuación llegó “La princesa prometida” (1987) que, con cierto tono naif e ingenuo pero profundamente embriagador, hacía justicia a la obra de William Goldman reuniendo todos los elementos clásicos de los grandes relatos ambientados en un mundo de fantasía medieval, imprimiéndoles su fino sentido del humor. Sus personajes representan a todos los héroes y villanos de los cuentos de infancia y rinden un brillante homenaje a la novela de aventuras que descubrió a muchos la belleza de Robin Wright.

Mandy Patinkin le preguntó una vez a Rob Reiner de qué trataba "La princesa prometida". Reiner dijo que se trataba de un abuelo que le dice a su nieto que lo más importante del mundo es el amor. Una bella declaración que dice mucho de un tipo con su padre homenajeó en redes el momento final de la película unos pocos días de que Carl Reiner muriera.

Por su parte pocas películas logran convertirse en un clásico instantáneo dentro de su género desde el momento de su estreno. “Cuando Harry encontró a Sally” (1989) seguía la máxima iniciada por Woody Allen con “Annie Hall” (1977) y que no era otra que revertir los cánones de un género que se antojaba ya anacrónico y algo impostado. Reiner le quitó azúcar y dotó a la historia de autenticidad a través de los altibajos de una pareja entre el amor y el sexo con mucho de inseguridades vitales y miedo al compromiso.

Un guión lleno de ingenio y frescura a cargo de Nora Ephron (el cual fue la única candidatura de la película al Oscar) y el improbable pero efectivo tándem formado por Billy Crystal y Meg Ryan (nominados ambos al Globo de Oro) fueron toda una apuesta ganadora.

Rob Reiner volvió al universo de Stephen King en “Misery” (1990), una historia de terror psicológico a través de la obsesión de una mujer por su escritor favorito. Fue propuesta del propio King el que Reiner se encargara de la adaptación tras el resultado tan satisfactorio de “Cuenta conmigo” y más contando con William Goldman viniendo ambos de la colaboración en “La princesa prometida”.

 

Una tensión asfixiante cala al espectador gracias a una portentosa Kathy Bates (una de las pocas interpretaciones de una película de terror ganadoras del Oscar) y un James Caan cuyo sufrimiento traspasa la pantalla. Una cinta que demostraba que el cine de terror también se merecía tener un buen desarrollo de personajes y que, en lugar del susto efectistas, no hay nada más inquietante que la tensión psicológica en la que una amenaza malsana permanece persistente.

Por si fuera poca la demostración de la polivalencia de Rob Reiner, a continuación llegaría “Algunos hombres buenos” (1992), modélico thriller judicial en el que un joven y prometedor abogado de la Marina, el cual posee una excelente reputación, ve como sus superiores le confían la defensa de dos marines acusados de asesinato. Un caso que parece sencillo pero que denotará un caso de corrupción corporativista dentro del seno del ejército.

Tom Cruise, Demi Moore y Jack Nicholson protagonizaron una cinta que le valió a Rob Reiner su única nominación al Oscar como productor en la categoría de mejor película. Sí que fue mejor valorado por los Globos de Oro que le nominaron como director por “Cuenta conmigo”, “Cuando Harry encontró a Sally”, “Algunos hombres buenos” y “El presidente y Miss Wade” y por el Gremio de Directores (DGA) siendo candidato por “Cuenta conmigo”, “Cuando Harry encontró a Sally” y “Algunos hombres buenos”.

A partir de ahí no volvió a alcanzar semejantes cotas de brillantez (era difícil mantener tal listón) pero siempre con oficio, eficacia y buen tino estrenó “Un muchacho llamado Norte” (1994), “El presidente y Miss Wade” (1995), “Fantasmas del pasado” (1996), “Historia de lo nuestro” (1999), “Alex y Emma” (2003), “Dicen por ahí…” (2005), “Ahora o nunca” (2007), “Mi primer amor” (2010), “El verano de sus vidas” (2012), “Así nos va” (2014), “Being Charlie” (2015), “A la sombra de Kennedy” (2016) y “Desvelando la verdad” (2017).

En fechas más recientes estrenó el telefilm documental “La vida de Albert Brooks” (2024), consiguiendo dos candidaturas al Emmy como productor y como director volviendo a unos galardones que no pisaba desde los tiempos de “Todo en familia”, y sin pretenderlo cerraba el círculo de su filmografía con “Spinal Tap II: El final continúa” (2025).

No sería justo hablar de Rob Reiner sin repasar algunas de sus intervenciones como actor, siempre resueltas con aplomo y solvencia en cintas como “Odio en las aulas” (1970), “Tira a mamá del tren” (1987), “Postales desde el filo” (1989), “Verano del 76” (1990), “Algo para recordar” (1993), “Balas sobre Broadway” (1994), “Un día de locos” (1994), “El club de las primeras esposas” (1996), “Primary colors” (1998), “EDtv” (1999), “El lobo de Wall Street” (2013) y en episódicos de “The good fight” (2018-2020) y “Hollywood” (2020).

Estuvo casado con la actriz y directora Penny Marshall entre 1971 y 1981, y adoptó a la hija de Marshall, Tracy, nacida en 1967 de su matrimonio anterior con Michael Henry. En 1989, contrajo matrimonio con la actriz Michele Singer, con quien tuvo tres hijos: Jake (1991), Nick (1993) y Romy (1997).

Nick es precisamente el principal acusado por el que ya se vislumbra como un asesinato tras una discusión que ha podido provenir de las adicciones que ya quedaron plasmadas en la película “Being Charlie” en las que el propio Nick ejerció de coguionista.

Rob Reiner gozó más de cariño que de prestigio y tristemente es con su muerte cuando se pone en valor esos años en los que encadenó algunos de los grandes clásicos que a muchos nos hicieron cinéfilos por lo que su importancia en nuestra memoria colectiva audiovisual es mucho más relevante de lo que nos podemos llegar a pensar. Por todo eso la obra de Rob Reiner siempre irá con nosotros dentro de nuestro bagaje de emociones y recuerdos.

Nacho Gonzalo

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