El sexo puede a veces esconder la crudeza del pasado, esos fantasmas que se resisten a abandonarnos. “Portero de noche” de 1974 es una de esas películas en la que el sexo se muestra sin ningún puritanismo pero que al verlo nos resulta desazonante, no como una sensación placentera o liberadora de los protagonistas, sino como el único medio de comunicación entre dos personas que han sufrido en décadas pasadas una relación autodestructiva y sumisa.
La cinta supone el reencuentro a finales de los años 50 de un ex oficial nazi (ahora reconvertido en el portero de un hotel vienés) y una mujer que se encuentra hospedada en ese lugar mientras su marido músico está de gira. Los dos se reencuentran y el protagonista reconoce en ella a una prisionera del campo de concentración en el que trabajaba y de la que abusaba sexualmente en un sexo sucio y muy humillante.
En esta ocasión los dos personajes asumen un rol muy definido. Él desde el goce y ella desde una relación masoquista a la que no renuncia incluso cuando vuelven a reencontrarse. Incluso a él le excita especialmente adoptar la posición de esclavo frente a la bella Lucía.
Hay un gran punto de sadismo en esta relación. El personaje de Max no duda en filmarla desnuda mientras los demás presos están en otro recinto, o encadenarla para que no pueda escapar de su casa. También ella cuando necesita a Max como impulso sexual de una monótona vida. Dos personajes que se hacen daño pero que se necesitan y disfrutan con ello.
También hay una relación sustentada en el poder y representada por el estamento militar. Eso ocurre cuando ella lleva a cabo un baile erótico disfrazada de militar o cuando él realiza actos sanguinarios desde su posición frente a gente que incomodaba a Lucía.
Liliana Cavali asumió el reto de dirigir esta película después de varios años de documentalista y de directora de producción de representaciones de la ópera “La traviata”. Pocas directoras ha dejado el cine europeo de esa época pero Cavali ha presentado una carrera corta en títulos pero intensa y con el erotismo como “leitmotiv”. Además de “Portero de noche” también tenemos “La piel” y recientemente una nueva mirada al personaje del Ripley de Patricia Highsmith en “El juego de Ripley”, película que protagonizó John Malkovich. La labor de Cavali fue retratada en el documental “Filmar el deseo” de Marie Mandy en la que ésta mostraba la forma de dirigir de algunas directoras a la hora de retratar el erotismo.
Tras “La caída de los dioses”, Dirk Bogarde y Charlotte Rampling volvían a coincidir en una película, quedando “Portero de noche” como su mejor colaboración. Química entre ellos y una Charlotte Rampling que pocas veces estuvo tan atractiva (aunque poca belleza ha perdido con el paso de los años) son los principales puntos fuertes de una película que, como no, también estuvo acompañada de polémica al igual que su contemporánea “El último tango en París”. En este caso además de por el sexo por el trasfondo político que en él reside.
Un año de enormes y sentidas pérdidas cinematográficas nos tenía preparada otra noticia luctuosa añadida de sordidez truculenta. Es lo que acompaña a la muerte del director, guionista, productor y actor Rob Reiner cuyo cuerpo, además del de su esposa Michele Singer, ha sido encontrado acuchillado en su mansión de Brentwood (California). A Rob Reiner debemos algunas de las películas más generacionales de una época que le hizo encadenar unos años dorados entre mediados de los ochenta y los primeros noventa. Tenía 78 años y era hijo de un tótem del espectáculo estadounidense como Carl Reiner (figura a la que admiraba tanto como intimidaba y sobre la que pudo emerger) y la cantante y actriz ocasional Estelle Reiner para la que contó en la escena más reconocible de una de sus grandes obras, “Cuando Harry encontró a Sally” (1989), absoluto clásico de la comedia romántica contemporánea en el que precisamente se conocieron Rob Reiner y Michele Singer iniciando su propia historia de amor que llevó a que fruto de su flechazo incluso la cinta terminara con un final más esperanzador del previsto.
"Los pecadores" es la única película que de momento está impidiendo el monopolio de "Una batalla tras otra" en los premios de la crítica. La cinta de Ryan Coogler ya ganó en Washington y suma cuatro galardones en las categorías de película, dirección, fotografía y música. Por otro lado tampoco sorprenden los premios interpretativos para Ethan Hawke ("Blue moon"), Rose Byrne ("Si pudiera, te daría una patada"), Stellan Skarsgård ("Valor sentimental") y Amy Madigan ("Weapons").
A los 96 años ha muerto el inolvidable y por siempre eterno actor Héctor Alterio. Argentina y España quedaron unidas más allá del charco gracias a su talento y recuerdo en trabajos que demostraron que el cine no entiende de patrias sino de emociones, memoria y dignidad a la hora de tender puentes a través del cine. Como elementos principales tuvo su innegable carisma, una voz llena de matices y una capacidad de que las emociones traspasarán la pantalla a través de una mirada limpia y expresiva que, gracias a sus ojos azules, podía ser tierna, pícara o inquietante. Una larga vida en la que se dedicó hasta el último día al oficio al que tanto amaba y al que contribuyó a elevar a altas cotas siendo merecedor por todo ello del Goya de Honor en 2004.
Hay actores que traspasan lo que es una vida para formar parte de nuestros recuerdos para siempre. Es algo que va más allá de cualquier premio e, incluso, de la propia existencia ya que trascienden por siempre gracias a la pantalla. Es el caso de un Dick Van Dyke que celebra 100 años de vida en vida. Un nombre icónico de la industria del entretenimiento que bien merece del que se hable de él y se le reivindique cuando todavía puede recibir esa gratitud de su público por tantas risas y buenos ratos compartidos. Un rostro muy querido por su vitalidad, ironía y ligereza siendo un torrente de optimismo frente a la adversidad. Se una a una lista de centenarios compuesta por Kirk Douglas, Olivia de Havilland, Bob Hope y Gloria Stuart o las todavía vivas Eva Marie Saint y Lee Grant.
Muchos meses en las pantallas del madrileño "Cine Urquijo"