Cannes 2022: Albert Serra, Hirokazu Kore-eda y Lukas Dhont hacen que la competición remonte en la recta final

Cannes 2022: Albert Serra, Hirokazu Kore-eda y Lukas Dhont hacen que la competición remonte en la recta final

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Querido Teo:

Albert Serra es un director que en España es conocido más que por su cine por sus declaraciones egocéntricas y por un postureo de autor total sostenido en la percepción de que el común de los mortales no puede ni por asomo ser capaz de poner su genialidad en el lugar que merece. Eso le ha convertido en un “outsider” pero también encajar muy bien con su espíritu de “enfant terrible” en un certamen como el de Cannes que, si bien le da la alternativa por primera vez en sección oficial, ya lo ha tenido en secciones paralelas con “Honor de cavalleria” (2006), “El cant dels ocells” (2008), "La muerte de Luis XIV" (2016) y “Liberté” (2019), ganadora esta última del premio especial del Jurado de la sección Una cierta mirada. Con “Pacifiction”, además de dejar atrás el cine de época ganando en cierta accesibilidad sin perder su sello, ha logrado ser el único director español en la última década (al margen del recurrente Almodóvar) en poder aspirar a la Palma de Oro.

“Pacifiction” nos es cinta singular y nada complaciente obra de un Albert Serra consecuente con su visión pero no a cualquier precio. Si el resultado es una cinta de 165 minutos que abarca muchos frentes y con aureola de locura alucinógena y azote a la política y al tardocolonialismo es así porque él quiere y no porque tenga la presión de algún Estudio o productor absorbente que le hace ir en una u otra dirección. Guste o no Albert Serra es como es y seguro que el director pensará que son los espectadores que no le valoran los que tienen el problema. Todo ello con una narración que desmonta clichés, imágenes embriagadoras y el ser capaz de asemejar la política a una discoteca en boca de su protagonista, el cual aprovecha los últimos desmanes de una época que se cierra y que su posición le ha deparado. Un retrato ambiguo, hipnótico y atonal pero también esquivo, amoral y misógino

Un lugar tan exótico como irreal, como si fuera una burbuja alucinógena, el escenario que lleva a la isla de Tahití, en la Polinesia Francesa, donde se encuentra el Alto Comisario de la República, De Roller, representante del Estado francés. Un hombre calculador, de ademanes educados y siempre alerta de una población en permanente estado de tensión latente ante la indignación que puede desatarse frente a los colonos que imponen a su ley. El hecho de que se propague el rumor de la presencia de un submarino alrededor de la costa, que podría hacer presagiar que Francia haya retomado los ensayos nucleares, se convierte en toda una prueba de fuego para la estabilidad de la zona y los intentos de tener calmada a los ciudadanos que ya han tenido que tragar suficiente ante un turismo exacerbado y el desdén de los que han venido de fuera.

“Pacifiction” ha conseguido lo que se esperaba. Ser una locura que no deja indiferente criticando ese supremacismo de determinadas potencias a la hora de asentarse en cualquier lugar y hacerlo suyo dejando a los lugareños como marginados de su propia tierra. Es lo que le ocurre a ese De Roller agasajado y respetado pero también odiado y sujeto a ser traicionado en cualquier momento.

La cinta destaca por su uso del sonido, los silencios, el color y unas imágenes filosóficas, medidas y rebeldes, superpuestas en texturas inimaginables y fascinando en sus escenas acuáticas entre el rugir de las olas, la luz decadente del crepúsculo o un baile con ecos a David Lynch que es lo más destacado para los allí presentes, testigos de un cine radical, subyugante e inabarcable que, dentro de su arranque lánguido, va brotando en su interés llegando incluso a una última hora y a un giro final que eleva la cinta dejando poso ante la presencia de algo diferente que no está muy alejado de los escritores Hunter S. Thompson o Thomas Pynchon tomando como escenario un sistema en decadencia, un imperio en ruinas propio de un mundo que termina que en su vertiente de exploración y ensoñación lleva al espíritu de Graham Greene o Rainer Werner Fassbinder.

Políticamente incorrecta, intensa y mayúscula (con sus 165 minutos), como no podía ser de otra manera, pero con un Benoît Magimel que ha encontrado un regalo interpretativo (a veces parece ser físicamente un alter-ego del director), como funcionario "bon vivant" que así lo demuestra con trajes vistosos y gafas ahumadas a la última y dejando patente cuando entra en la sala que él es el que mueve los hilos, que le hace ser ahora mismo la mejor opción para el premio de interpretación masculina.

Todo con un un Albert Serra que se encuentra en un hábitat proclive a este tipo de propuestas que bien no sería de extrañar verlo bien alto en el palmarés, al ser esta una de sus apuestas más rotundas y ambiciosas en la que, como el protagonista, el director parece ser testigo de nuestro tiempo como vigía de una isla que es escenario de microcosmos, siguiendo los pasos de Gauguin entre chicas que bailan e imprevisibles charlas de bar hasta el amanecer, que muestra la inoperancia política y el hecho de que todos parecemos condenados a nuestra suerte, la que el destino nos pueda tener preparados sin que el sistema pueda ampararnos, ante su mirada apocalíptica de una sociedad meditabunda y patética como snob y delirante que se adentra en los abismos de una política que se maneja desde las calderas del infierno frente a un mar embravecido cansado de no alzar su voz y que amenaza con el hundimiento de todo un "status quo" ante la desafección cada vez mayor frente a los que gobiernan.

Era uno de los platos fuertes de esta edición y no ha decepcionado “Broker” de Hirokazu Kore-eda que se ha metido a los espectadores en el bolsillo con una cinta en la que vuelve a adentrarse en uno de sus temas favoritos, la infancia y las relaciones familiares. En este caso a raíz de una joven que abandona su bebé en una noche lluviosa cambiando la vida de todos los que se cruzan con él.

Kore-eda vuelve a crear una cinta calificada de hermosa y tierna al igual que nostálgica y triste adentrándose en esos lazos familiares que van más allá de la biología o de papeleos legales. Esas familias que no son de sangre pero que sí se eligen generando una enorme empatía hablando con sencillez y humanidad de temas trascendentales que a todos tocan. Song Kang-ho y la actriz y cantante IU han recibido los mejores comentarios de una cinta que ha sido vista como más accesible y gozosa para el público que “Un asunto de familia” (2018), con la que ganó la Palma de Oro, por su combinación de emoción y humor y la capacidad del cine de transmitir emociones y generar risas y lágrimas.

Hirokazu Kore-eda ha vuelto a tocar la fibra sensible siendo la película más tierna de la sección teniendo la habilidad de, a pesar de los duros temas que trata, con violencia, tráficos de humanos y criminales, aún sea capaz de empaparse del alma de Frank Capra para dotar algo de esperanza en la condición humana con el arma del sentimiento como lenguaje universal. Quizá ese equilibrio, tan efectivo para un amplio espectro de público, le haga perder puntos en un certamen en el que parece que sentir emociones positivas con el cine no está bien visto optando por apuestas mucho más cerebrales, densas y desoladoras. 

"Broker" es una road movie que transporta a un Corea del Sur contemporáneo con infinidad de historias deseosas de ser escuchadas, simplemente personas que intentan encontrar afecto y comprensión como escape frente al individualismo cada vez más asentado en la sociedad del siglo XXI, en especial en las grandes ciudades hiperconectadas en las que se va del trabajo al casa habiendo, incluso, perdido la habilidad de interactuar como antes del azote pandémico. Todo partiendo de la catadura moral de dos tipos que roban niños en un orfanato para venderlos a las familias que sí que los quieren, un par de justicieros que no quieren que éstos se críen en el ambiente en el que ellos crecieron y que encararán una empresa todavía mayor cuando se encuentren cuando una madre joven que se arrepiente de haber abandonado a su hijo.

Una vez más se antoja imposible no emocionarse con una apuesta agridulce que parte de una mujer que se enfrenta a una decisión, y a cómo los demás la verán por ello, en un viaje no sólo sobre la familia por la que optamos sino por la que aspiramos, añoramos e, incluso, no valoramos hasta que es demasiado tarde. Un reparto entregado hace el resto de uno de esos títulos de los que seguro se hablará mucho este año demostrando las habilidades del director para meterse al público en el bolsillo sin que ello vaya reñido con el respeto de una filmografía para enmarcar en lo referente a hablar de relaciones humanas y familiares dotándolas de un aura reconocible, sensorial y universal.

"Close" llega a Cannes no sólo como una de las cintas más esperadas de esta edición sino habiendo sido ya adquirida por A24 para su distribución en Estados Unidos lo que demuestra el potencial de la película de Lukas Dhont, director que Cannes lleva a la liga de los grandes, es decir poder optar a la Palma de Oro, después de que fuera toda una sensación con su ópera prima "Girl" (2018), la cual ganó tres premios en la sección Una cierta mirada (interpretación, FIPRESCI y Cámara de Oro).

El joven director belga vuelve a tratar un tema complejo y difícil de abordar como ya demostró en su anterior trabajo, lo cual demuestra su dominio de la narrativa y ante la cámara. En este caso la distancia que ponen entre sí dos niños de 13 años que no saben cómo afrontar sus emociones, propio de una sociedad que no educa en sentimientos ni en el desarrollo emocional como formación de la identidad y personalidad de la persona. Un trabajo sutil, duro y conmovedor para abordar con delicadeza el dolor y la incomprensión hasta terminar desbordando al espectador. 

De la cinta se ha destacado su cuidada fotografía, sabiendo capturar cada detalle y no dejando nada al azar, destacando las interpretaciones de los debutantes Eden Dambrine y Gustav De Waele los cuales tienen que transmitir la fragilidad propia de aquello que no alcanzan a entender por el hecho de que ni siquiera saben lo que es, más allá de que hay algo de que ha impedido, en forma de presión social, miradas y cuchicheos, que puedan seguir compartiendo los juegos y la convivencia de la infancia en un momento en el que el salto a la adolescencia y la posterior madurez ya toca a la puerta. El desgarro infantil e incomprendido de un niño herido por una amistad perdida buscando las respuestas de ello. Una cinta que se adentra con sutilidad en cómo unos niños, sin todavía saber lo que quieren, buscan reafirmar su identidad a ojos de los demás, a través del deporte o el canon preestablecido para un chico en esa edad, teniendo que enfrentarse también a la consecuencia de esos actos tras un hecho trágico a través de la violencia y el duelo.

Una cinta a la que se define como especial y milagrosa, apoyada también en la música y en la fotografía que refleja la luz solar en el rostro de sus protagonistas y que, con sencillez y haciendo primar la fuerza interior de la historia a través de los silencios y una poderosa simbología de la naturaleza, no necesita más para llegar con hechuras de Palma de Oro, primero por su calidad, segundo por el hecho de que no haya surgido una película incontestable y tercero por la posibilidad que tiene Cannes de consagrar a "uno de los suyos" lo cual genera una narrativa para que Cannes sea la forja de los grandes cineastas del mañana. Tras el éxito de "Girl" si Cannes se decidiera a darle la Palma de Oro sin duda sería el trampolín para un cineasta destinado a hacer grandes cosas en el futuro.

Los rumores apuntan a que "As bestas" no se quedó muy lejos de poder competir por la Palma de Oro. La nueva colaboración entre Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña ha convencido sobremanera desde Cannes Première señalándose como el trabajo de madurez del director adentrándose en un escenario rural y contradictorio marcado por la tradición, el arraigo y la cerrazón que lleva a una pareja de franceses, instalada en una aldea de Galicia, a vivir en un continuo episodio de tensión junto a unos vecinos que nunca les han visto con buenos ojos. Un thriller psicológico lleno de tensión con ecos de western que se adentra en las miserias de la condición humana, la masculinidad tóxica y la rebelión femenina frente al patriarcado en un lugar marcado por la hostilidad y la desconfianza que se encuentra en transición en su modo de sustento y que tendrá o que abrazarse a los nuevos tiempos o a seguir condenado al ostracismo, hecho que enfrenta a los vecinos.

El debate está servido, más cuando por un lado se critica la vida de ciudad pero también es la que se asimila al éxito y a la prosperidad. Todo mientras el campo queda bien como postal bucólica pero sólo unos pocos están dispuestos a sacrificarse por vivir esa vida encontrando la paz necesaria en ella alejados de los demás frente al turismo que no es el suficiente sustento para no dejarse llevar por los cantos de sirena de las grandes corporaciones representadas en la industria eólica. Una cinta sobre la tierra que asfixia y que sólo parece dar algo de aire frente a su vertiente primaria con su latente historia de amor en un clima enrarecido y salvaje. Alabado el trabajo de Marina Foïs, Denis Menochet y Luis Zahera en una experiencia sólida e incómoda sobre hasta dónde se es capaz de defender lo que se considera propio.

Nacho Gonzalo

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