Cannes 2025: Carla Simón reconstruye la memoria de su pasado, lánguido romance folk entre Paul Mescal y Josh O'Connor y Joachim Trier promete redimirse a través del arte

Cannes 2025: Carla Simón reconstruye la memoria de su pasado, lánguido romance folk entre Paul Mescal y Josh O'Connor y Joachim Trier promete redimirse a través del arte

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Querido Teo:

Novena jornada intensa en el Festival de Cannes con tres platos fuertes en la competición. Carla Simón debuta en la sección oficial con “Romería”, una nueva mirada a su pasado y por extensión a la de una generación y una época de la cual se reivindica su memoria explorando su habitual naturalismo pero explorando nuevos pulsos y ritmos. Además Paul Mescal y Josh O’Connor se enamoran entre canciones folk en “The history of sound” y Joachim Trier presenta una de esas obras rotundas de este Cannes como es “Valor sentimental”.

"Romería" (Carla Simón) // Sección Oficial

Carla Simón ha llegado con su tercera película al olimpo festivalero de Cannes. “Romería” cierra una trilogía muy personal que completa las anteriores “Verano 1993” (2017) y “Alcarràs” (2022). Marina viaja a Vigo para conocer a la familia de su padre biológico, que murió de sida, al igual que su madre, cuando ella era muy pequeña y con el fin de conseguir el certificado de defunción de su padre que acredite sus orígenes para así poder acceder a una beca de la universidad.

A través de los encuentros con sus tíos, tías y abuelos, la joven intenta reconstruir un relato de sus padres, pero todos sienten demasiada vergüenza hacia los conflictos de drogas de la pareja, algo que Marina les recuerda con su presencia. Será la historia de amor adolescente que vive con su primo lo que le permite reimaginar a sus padres y conectar con ellos.

"Romería" es un delicado recorrido hacia los orígenes que definen una identidad frente a secretos, silencios y prejuicios que también se antoja como la película más libre, radical, personal y costumbrista de la directora a la hora de poner en el foco la historia de sus propios padres. Naturalismo accesible abrazando lo epistolar (potenciando el recurso que ya utilizó en el cortometraje “Carta a mi madre para mi hijo”), lo costumbrista y lo poético adentrándose en una época acostumbrada a ser narrada en el cine desde el estigma o desde el idealismo.

Carla Simón se permite incluso homenajear a Carlos Saura en una deliciosa fabulación de verdad y memoria realzada por la fotografía de Hélène Louvart en un viaje onírico que parte de la Santa Compaña y que transita sobre el intenso azul del Atlántico a la hora de proponer la reparación de la memoria. Carla Simón invoca a la familia perdida imaginando lo que pudo ser, al tiempo que asume que no todos los recuerdos pueden transmitirse de generación en generación; muriendo algunos de ellos con nosotros. Una cámara que explora rincones entre rincones del casco urbano de Vigo, las largas sombras de la tarde y la caricia del mar.

Una cinta sobre cómo encajar la pérdida y cómo eso nos define a los demás en una evocación nostálgica que nos construye para reafirmarnos en lo que somos y seremos frente a oscurantismos, secretos, recuerdos distorsionados y medias verdades teñidas de vergüenza, culpa y miedo. Un pasado a recomponer con muchos de sus protagonistas difuminados en el tiempo por haber muerto bien de sida, sobredosis o accidente de tráfico. Llucía García es el alma de la película en su trabajo debutante secundada de un buen plantel de intérpretes que realzan esa panorámica de personajes influidos por el peso de la tierra, el mar y de un pasado que se resiste a abandonarles por unas heridas que si bien se pretenden ocultar siguen abiertas.

La directora gana peso como cineasta sin renunciar a su personal autoría abandonando la cámara en mano y contando con actores profesionales, además de contar con música y con la fotografía de la responsable en este campo de las películas de Alice Rohrwacher. Un guión inteligente, delicado y sutil que habla mucho de su familia pero también de todos nosotros con los prejuicios de clase y convencionalismos hipócritas insertados en nuestro ADN.

Una abuela que prefiere ver por la televisión la boda de los príncipes Felipe y Leticia que de mostrar algo de afecto por unos nietos que no quiere que le ensucien la piscina, ese abuelo que reparte dinero a sus nietos sin esconder sus mayores o menores afinidades por ellos, o unos tíos de apariencia accesible pero que se esconden en sus rutinas diarias para que no aflore el hecho de que no han estado a la altura durante este tiempo de ausencia. Todo ello sobre una tensión latente con la mera presencia de una Marina que, si bien no pueden condenarla, les recuerda todo aquello que les avergüenza y que han querido esconder.

Carla Simón reafirmará a sus seguidores y ganará nuevos adeptos con esta cinta llena de honestidad en sus diálogos, partiendo de las cartas de la propia madre de la directora, madurez y brillantez a la hora de retratar a los jóvenes de una generación que, tras la dictadura franquista, fueron víctimas de un hedonismo mal entendido y una libertad desaforada que terminó arrollando a muchos cayendo en brazos de las adicciones y el desenfreno. La directora recompone y rellena los vacíos de la memoria explorando nuevos ámbitos (estupendos golpes de humor de raigambre gallega) con calidez ensoñadora tocando por momentos el suspense y el drama de secretos familiares. Un paso adelante en su filmografía que parece cerrar definitivamente sus recuerdos familiares para abrazar nuevos territorios.

“The history of sound” (Oliver Hermanus) // Sección Oficial

Lionel es un talentoso cantante de la Kentucky rural criado con las canciones que su padre cantaba en el porche. En 1917, abandona la granja familiar para asistir al Conservatorio de Música de Boston. Allí conoce a David, un encantador estudiante de composición musical que pronto es llamado a filas al final de la guerra. En 1920, ambos pasan un invierno recorriendo los bosques y las islas de Maine, recopilando canciones populares con el fin de preservarlas para las generaciones futuras.

“The history of sound” es un lánguido y melancólico poema folk que engulle a este drama romántico protagonizado por dos de los actores del momento, Paul Mescal y Josh O’Connor en la adaptación del relato corto de Ben Shattuck. Oliver Hermanus ofrece una apesadumbrada travesía sobre la búsqueda de la propia voz y de identidad de una época a través de sus canciones. A pesar de la química entre Mescal y O'Connor su convencionalismo sobrio la engulle en una historia presentada de manera monótona, fría y mucho menos emocional y sensual de lo esperado por su mirada lastimera sobre los ecos del resplandor de una fulgurante conexión entre dos personas condenadas al infortunio y la frustración desde que se conocen en un bar quedando ambos embriagados de alcohol, música y atracción.

“The history of sound” explora los terrenos del “Dublineses” de John Huston o buena parte de la filmografía de Terence Davies para encerrar una mirada hermosa y desgarradora sobre el amor y el arrepentimiento, de manera más reservada y contenida que explícita o pasional, mecida por esas canciones folk que conectan a dos personajes, dos almas perdidas, vapuleadas por el contexto de una época marcada por la miseria, el convencionalismo social y la guerra subrayando el hecho de la propia voz en off de que la felicidad no da para buenas historias. Un trabajo lírico, tierno y conmovedor realmente inspirador en su primera parte pero disperso y rutinario en la segunda lo cual resta el impacto a una cinta de ademanes clásicos sobre el drama de un amor luminoso y edificante, pero también imposible, evaporado por el tiempo del que sólo quedará nostalgia y arrepentimiento por los condicionantes vitales de ellos, Lionel y David, y de la época en que les ha tocado vivir.

Una película que propone una belleza conmovedora que se queda más en estética y en el aire que en la realidad a la hora de captar esos momentos románticos presentados como cápsulas en el tiempo de manera tenue y puntual; momentos capturados en el tiempo, breves e inspiradores, pero son los que sirven como combustible para el resto de la existencia. Una pena que su exceso melodramático le haga no explorar muchos ámbitos sin terminar nunca de definirse a lo que tampoco ayudan sus excesivas tentativas de final más allá del destino previsible de esa relación desde el primer minuto y cuyo recuerdo de su existencia quedará supeditada a la preservación de esas cintas llenas de canciones que son la evidencia del empeño de esos dos jóvenes que se lanzaron a vivir su amor por los bosques de Maine pasando de puntillas por el contexto social y político de un país del que no se presta atención más allá de unas canciones que tampoco logran arrebatar.

Un sentimiento reservado que deja poco espacio a la narración, desdibujada entre idas y venidas de un Lionel a lo largo de Europa durante una década baqueteado por la dualidad entre lo que se espera de él y lo que siente realmente, sus progresos en el mundo de la música y en el compromiso con una mujer pero quedando anclado todavía en ese primer amor juvenil, quedando el conjunto supeditado a frescos esporádicos de indudable belleza, lírica y tierna.

Todo ello acompañado por la voz y mirada de amor puro y melancólico de Paul Mescal que en esta ocasión no logra transmitir lo que debiera llevando el peso de la historia, el carisma encantador de Josh O’Connor y la sensible firmeza de un Chris Cooper que se hace con el bastión emocional de la historia en el epílogo de una cinta sobre la música, el amor, el duelo y el legado en un canto oral a la preservación de la memoria colectiva a través de sus sonidos, canciones y sentimientos que funciona más en el contexto sonoro de la época que en su vertiente de drama romántico fatalista.

“Valor sentimental” (Joachim Trier) // Sección Oficial

Joachim Trier quiere la Palma de Oro con “Valor sentimental”, su bergmaniano trabajo tras la contundente mirada a la insatisfacción vital de la generación "millennial" en “La peor persona del mundo” (2022). Una cinta magistral y contundente de esas que emergen para ser lanzadas por un festival como Cannes como una de las cintas del año en una conmovedora mirada al dolor familiar sin abandonar la lucidez, la sutilidad y la elegancia partiendo de una actriz al borde de los 40, inestable emocionalmente y con un trauma familia del pasado, que ve como, tras la muerte de su madre, el padre regresa años después de que éste abandonara el hogar cuando se divorciaron.

Las hermanas Nora y Agnes se reencuentran con su distanciado padre, el carismático Gustav, un antiguo director de renombre que le ofrece a su hija Nora, actriz de teatro, un papel en su próxima película. Nora lo rechaza, marcada por los años de ausencia, y pronto descubre que le ha dado su papel a una joven y entusiasta estrella de Hollywood que quiere probar suerte en el cine de autor. De repente, las dos hermanas (una ha pasado página, la otra sigue anclada en el pasado siendo víctima de la inseguridad tanto en su vida como en su profesión) deben sortear su complicada relación con su padre y lidiar con una estrella estadounidense que se encuentra en medio de su compleja dinámica familiar.

“Valor sentimental” es un melodrama que, entre "flashbacks", secuencias largas y fundidos a negro, parte del arte, bien sea teatral o fílmico, en todo caso el arte de contar historias, para construir los pasos de una reconciliación marcada por la ausencia y los reproches entre un padre y sus dos hijas. Un viaje de dolor, resiliencia y redención sobre aquello que llevamos dentro enquistado y que nos cuesta superar para salir adelante y cuyo artefacto narrativo funciona con precisión así como su poso formal en la puesta en escena en la que Trier no hace más que crecer como cineasta.

A ello se suma un guión inteligente, preciso y matizado que coescribe junto a Eskil Vogt sobre cómo se entrelaza la propia vida con el arte evocando no sólo al maestro sueco sino a nombres consagrados en el cine como Pedro Almodóvar o Todd Haynes o en el teatro como Antón Chéjov y Henrik Ibsen confirmando su habilidad para tratar temas íntimos y delicados a la hora de impactar y remover con lo más profundo de los sentimientos universales que encierra dentro de sí el propio espectador.

A ello contribuye un reparto en estado de gracia conformado por el cuarteto de Renate Reinsve, Stellan Skarsgård, Elle Fanning e Inga Ibsdotter Lilleaas que logran a través de poderosas escenas que el poso vaya quedando y que todas las piezas encajen dejando al espectador embriagado y volcado con la historia de una familia que intentan reparar las grietas de su relación como las que presenta aquella casa familiar en las afueras de Oslo que será el escenario de la película que el padre director de cine querrá rodar conectando con las propias vivencias del pasado. Una película brillante, profunda y emotiva sobre personajes heridos que anhelan volver a reconectar entre sí con un hombre que intenta superar su fracaso como padre y reconciliarse con sus hijas de la única manera que sabe: a través del cine y el arte como liturgia hacia el perdón.

Este Cannes 2025 no es de Oscar ni tiene porque serlo pero es la primera de las vistas este año que da vibraciones de que va a hacer carrera larga. Posiblemente "Valor sentimental" sea la opción internacional de este año (si se confirma la elección de Suecia) con Renate Reinsve (confirmando que es una de las mejores actrices de la actualidad) y Stellan Skarsgård (en el papel de su vida) sonando para nominaciones en las categorías interpretativas. Personajes ricos que parten de un oscuro patetismo hacia la posibilidad de recomponer todo aquello que parecía irrecuperable.

"Valor sentimental" es esa película que se echaba en falta esta edición. Cinta madura, contundente y bergmaniana a la hora de explorar el alma humana, de manera tan íntima y delicada como desenfadada y universal, tratando temas importantes de manera sincera y magistral redefiniendo la función del arte como elemento sanador con brillantes golpes de humor negro (la huella de Netflix en el panorama actual o el momento en el que el abuelo regala al nieto un DVD de “La pianista”), mucha hondura emocional y un reparto brillante. Va a salir disparada como de lo mejor del año.

Otras películas

* En Cannes Première se pudo ver "La disparition de Josef Mengele" de Kirill Serebrennikov en la que August Diehl en la que el médico nazi de Auschwitz, escapa a Sudamérica para rehacer su vida en la clandestinidad. Una película densa y compleja pero sin el poderío visual de otras cintas del ruso.

* En Una cierta mirada "Le città di pianura" de Francesco Sossai propone una fábula tras el encuentro en una barra de bar de dos cincuentones despreocupados y un estudiante de Arquitectura a la deriva. Personajes que encuentran una imprevisible alianza por las llanuras venecianas en clave de fábula entre el patetismo y la comedia ligera.

* En Una cierta mirada “Love me tender” de Anna Cazenave Cambet sobre una mujer que confiesa a su marido sus relaciones con mujeres y que tendrá que luchar desde entonces por la custodia de su hijo y por su derecho a ser una mujer libre. Una diatriba entre la identidad y la maternidad protagonizada por Vicky Krieps.

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Nacho Gonzalo

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