"El asesino del juego de citas", Anna Kendrick muestra el espejo de una sociedad misógina

"El asesino del juego de citas", Anna Kendrick muestra el espejo de una sociedad misógina

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Querido Teo:

Los Ángeles, 1978. Shirley, una aspirante a actriz, se cruza con el asesino en serie Rodney Alcala en el plató del popular concurso de televisión "Juego de citas". Anna Kendrick sorprende en su debut en la dirección (que también protagoniza) tras pasar por el Festival de Toronto 2023 destilando un manejo con poso de la puesta en escena llevándonos a un subyugante y retorcido thriller que no necesita mostrar en primer plano los actos del asesino para crear tensión, angustia e inquietud desde la plataforma de Amazon Prime en la que está albergada esta película ahogada entre la incesante oferta y que bien merece una oportunidad.

Una cinta que en la que se entremezclan los "flashbacks" de algunas de las prácticas del asesino con el manejo de las entretelas de ese concurso en el que la joven aspirante termina haciéndose con la situación no estando dispuesta a dejarse cegar por las cortapisas del espacio, que pretende aprovecharse de su desesperación precaria para potenciar el rol de chica mona y tonta, ya que hasta su propio agente considera que eso no es más que una oportunidad para ser "vista" ante una carrera profesional que no despega.

Un programa televisivo que termina siendo la parada de destino de un tipo que se acercaba a las víctimas tirando de encanto despreocupado y vanagloriándolas queriendo retratarlas en fotografías. Un plató en el que encontró un escenario no sólo para conseguir a otra potencial presa sino también para alimentar su ego tirando de cierto verbo y bienquedismo aliado para dejar al resto de concursantes como patanes.

“El asesino del juego de citas” sigue los pasos de títulos como "Zodiac" (2007) a la hora de retratar una época de cierto culto mitificando a esas personalidades enfermizas y marginales que se amparaban en cierta misoginia social que tenía encuadrada a la mujer en un papel de sumisión, así como en la fascinación que despiertan estas figuras para ciertos malsanos tendentes al morbo macabro. Rodney Alcala, interpretado con solvencia pero cierto acartonamiento por Daniel Zovatto que le deja lejos de presentar un personaje realmente carismático y seductor, fue condenado por siete muertes pero se considera que en realidad llegaron al centenar.

Lo destacado de la propuesta es que la cinta, a pesar de sus imperfecciones, logra enganchar y decir mucho con poco (tirando más de la sugerencia que de lo explícito) apoyándose en miradas y gestos de inquietud alternando las dinámicas del concurso en el que Shirley tiene que elegir, tirando de réplicas y planteamientos a distintas situaciones, entre tres chicos para ser considerado el candidato ideal para tener una cita con ella, con la intrahistoria de algunas de las víctimas del asesino.

Es el caso de Amy, una joven que se ha escapado de su casa y que vive en la calle entrando en contacto con el asesino, así como la asistente al público al que el candidato número 3 le recuerda mucho al chico con el que hablaba una noche en la playa su mejor amiga antes de ser encontrada asesinada. Completan el quinteto de mujeres sobre el que pivota la cinta la mujer a la que ayuda en una mudanza y la que disfruta de que le tomen fotos en el desierto hasta que se descubren las verdaderas intenciones de Alcala.

Una cinta bien narrada que sabe sacar el jugo a la historia real, sin terminar de explotarla pero tampoco siendo timorata u obvia, destacando además por una impecable puesta en escena y por el hecho de poner el foco, en realidad, en un machismo enquistado y condescendiente que se plasma inteligentemente en gestos como el vecino que despliega su faceta comprensiva con el fin de sacar partido, los directores de casting que tratan a las candidatas a un papel de manera deshumanizada y desdeñosa, o los agentes de la ley que ponen trabas más que proteger.

Es por ello que es el miedo el que cala sutilmente de manera interiorizada siendo la gran amenaza de una sociedad que potencia tácitamente el desarrollo de conductas y actuaciones de perturbados solamente por el hecho de ser hombres. Mostrar ello de manera lúcida es el acierto de una cinta que capta de manera más que notable esa tensión constante vertebrada en pequeños detalles y que deriva en la rebelión de una mujer sobre los focos de un plató de televisión para poner frente al espejo a toda una sociedad.

Una sociedad que quiere a la mujer cumpliendo un rol concreto quedando ésta desprovista frente a la violencia más persistente, honda y cotidiana que lleva a que sin necesidad de hablar, y sólo con un gesto y una mirada, recorra un escalofrío siendo una señal de alerta frente al posible desencadenante de una situación en la que la mujer, dentro del canon de la época, no estaba destinada a quedar bien parada quedando a merced de una amplia gama que iba desde la perversión más cruel hasta el mayor desdén bañado de desprecio e incomprensión.

Anna Kendrick no se ha dado un mero capricho probando como realizadora sino que apunta maneras siendo obligado seguirle la pista en esta faceta dando la impresión de que ha sido alumna aventajada para poner en práctica lo aprendido tras años recibiendo órdenes delante de la cámara y demostrando un cuidado por el detalle y también un profundo respeto tanto en la recreación de la época que narra como en la prevalencia de una labor actoral que cultiva más lo orgánico y auténtico que lo desmedido y efectista.

Nacho Gonzalo

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