El valle de San Pornando (III)

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Querido Teo:

El cine porno es un puro residuo en salas de cine convencionales, y está siendo el más rápido en reducir su mercado de DVD. Su exhibición crece en las pantallas personales y en Internet. Actualmente hay más de medio millón de páginas porno, y parece ser la industria que se ha adaptado mejor a la distribución ajena a las salas. Por algo fueron los primeros que sufrieron la piratería y, aún hoy, el mismo día que sale un nuevo DVD en la costa Oeste, ya hay vendedores piratas ofreciéndolo en Nueva York y simultáneamente aparece en la Red.

Esta industria reacciona a los problemas con una rapidez sorprendente. El mayor de ellos se llamaba reembolso. Surge cuando llega a los hogares el extracto de la tarjeta de crédito, y hay una pareja ajena al asunto que la lee. Entonces el propietario de la tarjeta reacciona respondiendo que se trata de un error y para justificarlo se niega a pagar. Algunas compañías, como American Express, dejaron de facturar con las empresas del porno por este problema, pero ya se han desarrollado sistemas de camuflaje bajo demanda que permiten que en el extracto aparezcan otros conceptos, incluidas donaciones humanitarias. La red pornográfica está provocando ingresos colaterales, como los doce millones de dólares anuales por sexo a distancia a través de cámaras web, o su conversión en el primer proveedor de adictos al sexo para los terapeutas, y se enfrenta ahora a otro enemigo importante: el porno gratuito.

Algunas páginas obtienen ingresos de diez o quince millones de dólares al mes. Con cincuenta mil inscripciones a unos treinta dólares salen las cuentas, pero muchos empiezan a valorar otras opciones. Una empresa canadiense recibía hace ya un par de años más de dos millones de visitas al mes con videos de aficionados. Brian Schuster, hijo de una profesional de la pornografía, desarrolló uno de los primeros sitios pornos gratuitos en Estados Unidos con una simulación de teatro virtual donde las actrices hacen de sumisas. Luego se trasladó a Canadá, donde reside hoy, para construir un mundo virtual de intercambio de parejas, que es legal en el país, llamado Red Light Center, que aloja un juego en línea con avatares interactivos, detrás de los que se camuflan personas reales que pueden darse a conocer cuando lo que le hace o se deja hacer una pareja virtual coincide con los propios gustos.

El cine porno fue el primero en crear en Internet un modelo de negocio, desarrolló los sistemas más seguros de pago, la publicidad por click o por impresión y el uso de streaming para ver imágenes al momento. El resto del mercado fue aplicando sus usos. Schuster no deja de pensar en el desarrollo que se espera de su mercado, recreaciones sexuales para parejas separadas por grandes distancias, durante más tiempo del deseado o como aperitivo erótico a distancia. En diez años la tecnología áptica o tecnología multisensorial, estará tan avanzada como para transmitir una caricia. De momento, ya se experimenta con trajes sensoriales completos, demasiado complejos aún.

Carlos López-Tapia

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