Historias víricas (I): Viajeros confinados

Historias víricas (I): Viajeros confinados

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Querido Teo:

El astronauta Scott Kelly cuenta muchos detalles sobre la protección contra gérmenes en uno de los libros más atractivos publicado en español en los últimos tiempos, y del que os hablaré en unos días. Todavía tengo en mente la serie de películas que cita, y en particular a Sandra Bullock, flotando en ropa interior dentro de su traje espacial, en "Gravity".

Un virus, en palabras muy repetidas en los últimos meses, y habitualmente recortadas, es «una mala noticia envuelta en una proteína». Así lo dijo el Nobel británico Peter Medawar hace ya tiempo. Frase ocurrente desde luego, y por si sola básicamente errónea. La inmensa mayoría de los microbios que viven en nuestro interior, los conocidos como comensales, son benignos. Del millón de microbios identificados, sólo se sabe de 1.415 que nos enferman, pero incluso los que lo hacen, sólo causan una tercera parte de todas las muertes del planeta. Claro que no es ningún consuelo para los amigos y seres queridos de los que mueren, pero ayuda a matizar; una práctica que parece más escasa que los virus malignos... si eligiéramos a un millón de políticos y noticias en busca de conocimiento desinteresado.

Lo que se ha convertido en universal, las mascarillas y la limpieza cuidadosa, es habitual para el reducido grupo de humanos que abandona el planeta. Los protocolos para subirse a una nave han evolucionado desde los 60, cuando los participantes en las simulaciones de la misión Géminis 7 sufrieron «pruritos y fuertes irritaciones en las ingles». Un análisis concienzudo reveló la presencia de E. coli, microbio fecal, en ojos, orejas, y en dos casos en los dedos de los pies.

En la actualidad los viajeros espaciales, además de pasar una cuarentena previa, siguen el ritual del enema prevuelo, porque en el espacio, el intestino se bloquea al principio, por lo que los rusos se someten al agua caliente y los tubos de goma, mientras que los americanos y europeos suelen preferir hacerlo en privado con la versión química. Todos aceptan la limpieza clínica de todo el cuerpo con toallitas con alcohol. El objetivo de este procedimiento es matar a todos los gérmenes que pretendiesen embarcar como polizones junto con los viajeros espaciales. También es obligatorio el pañal, los electrodos cardíacos y unos flamantes calzoncillos largos blancos para que absorban el sudor y protejan de las bandas de goma del traje espacial. En bata blanca y con mascarillas quirúrgicas, los médicos cierran las aberturas de los trajes con una serie de pliegues y las susodichas tiras de goma

Los trajes están diseñados para que la persona esté sentada en posición fetal dentro de la nave transportadora Soyuz durante el lanzamiento, no para andar, por lo que hemos visto como caminan balanceándose como pingüinos encorvados. Llevan ventiladores de refrigeración que introducen aire en los trajes presurizados, como los astronautas del Apollo en las viejas filmaciones de la NASA. También llevan dos pares de guantes blancos muy finos para evitar gérmenes. Se quitan el primer par justo antes de meterse en la Soyuz, cuyo espacio vital es similar al que ofrece un taxi londinense.

El autobús que los lleva a la plataforma de lanzamiento se detiene a cierta distancia de la nave, para poner en duda todos los cuidados anteriores. La tradición rusa manda reproducir un gesto del primer cosmonauta, el ruso Yuri Gagarin, que hizo detener el vehículo, se bajó y orinó en la rueda posterior derecha del vehículo. Todos se bajan y ocupan su posición. A continuación, se despegan las tiras de goma que de forma tan cuidadosa han revisado para evitar fugas apenas una hora antes y proceden a cumplir con la superstición. En el caso de las astronautas, se evita el engorro llevando su orina o agua en una botellita que se vierte sobre la rueda.. Luego todos arriba de nuevo y a la cápsula. No dudo de que esa orina estará entre las más "sanas" del planeta, pero, aunque las posibilidades de que se te suba algún germen sean muy escasas, no deja de ser un ritual impropio de personas que se dedicarán por entero a la ciencia cuando trabajen en la Estación Espacial internacional que les espera.

Carlos López-Tapia

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