Hollywood canalla: Montgomery Clift, belleza al borde del abismo

Hollywood canalla: Montgomery Clift, belleza al borde del abismo

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Querido primo Teo:

Este 17 de Octubre Montgomery Clift habría cumplido 100 años. El suyo fue uno de los rostros más hermosos que ha podido tener la gran pantalla. Era una belleza al borde del abismo porque ha sido uno de los seres más torturados que ha poblado la siempre pacífica comunidad de Tinseltown, algo que este cachorro del Actor’s Studio (uno de los más dotados de su generación) supo aprovechar muy bien en su carrera con impresionantes trabajos en “De aquí a la eternidad” (1953) y “¿Vencedores o vencidos?” (1961). En una época en la que se exigía un modelo de conducta a las estrellas cualquier sospechoso de ser homosexual era perseguido. Clift vivió atormentado por su condición sexual y anestesió todo ese dolor con el alcohol que le llevó a tener un aparatoso accidente de tráfico que dañó seriamente su cara y le sumergió todavía más en un infierno personal. Devorado por el agua de fuego y los fármacos falleció a la temprana edad de 45 años de un ataque al corazón y a nadie le sorprendió, el suyo ha sido considerado el suicidio más largo de la Historia de Hollywood.

Nacido el 17 de Octubre de 1920 en el seno de una familia adinerada de Omaha (Nebraska) en donde su madre se empeñó por que vivieran como auténticos aristócratas y eso que los negocios bancarios de su padre se fueron a la quiebra tras el desplome de Wall Street de 1929. Montgomery nunca sintió especial interés por los estudios, era un inadaptado en el colegio, él realmente quería ser actor y tras un periplo en provincias recaló a la edad de 15 años en el centro de experimentación de Broadway. En una década Clift ya había conseguido el suficiente prestigio sobre las tablas y, en unos años en los que la escena teatral era la mejor de las canteras para las futuras estrellas cinematográficas, era cuestión de tiempo que Montgomery Clift fuera reclutado por Hollywood. Debutó en el cine a lo grande con “Río rojo” (1948) de Howard Hawks en donde el joven actor interpretaba al hijo adoptivo del protagonista encarnado por John Wayne, un joven enfrentado a su padre y traumatizado por la muerte de su madre en un ataque perpetrado por los indios. La interpretación de Clift dio mayor entidad psicológica a su personaje y por ejemplo no se entendería la actuación de Heath Ledger en “Brokeback Mountain” sin este referente.

En 1949 lograría la primera de sus candidaturas al Oscar en la categoría de mejor actor principal por su primer protagonista “Los ángeles perdidos” de Fred Zinnemann en donde encarnó a un soldado norteamericano que en el Berlín de la posguerra ayudaba a un niño checo a buscar a su madre. Definitivamente el público se enamoró del intérprete y fue considerado por los lectores de las revistas cinematográficas de la época como la estrella más prometedora. Se tenían razones de peso para considerarlo de esa manera porque Clift aunaba talento y capacidad para sorprender con sus papeles, lo mismo que encarnaba a un soldado que se desarma ante el desamparo de las víctimas de la guerra se metía en la piel de lobos con piel de cordero en “La heredera” (1949) de William Wyler y “Un lugar en el sol” (1951) de George Stevens, arribistas que se aprovechaban de sus encantos y de la debilidad de las mujeres para escalar en la sociedad. Su interpretación en “Un lugar en el sol”, en donde supo dotar de humanidad a un personaje indudablemente despreciable, le brindó una nueva candidatura al Oscar. Además de talento y magnetismo poseía un indiscutible atractivo, una belleza de esas intolerables pero que en alguien que no escondía su vulnerabilidad era sinónimo de cercanía. Si el atractivo animal de Marlon Brando le convertía en alguien insolente, en Montgomery Clift la fragilidad de su hermosura le hacía humano. 

En el rodaje de “Un lugar en el sol” (1951) conoció a una de las mujeres que fueron fundamentales en su vida, la actriz Elizabeth Taylor de quien dijo que era su otra mitad y que fue la única mujer que llegó a excitarle sexualmente. Clift y Taylor, con su química y atractivo físico, hicieron arder la pantalla pero la complicidad entre los dos no se materializó en una aventura, sucedió algo muchísimo mejor ya que entre la que fue considerada la pareja más hermosa que ha tenido Hollywood se forjó una unión inquebrantable en la que el sexo no era un pegamento.

La carrera de Montgomery Clift iba en ascenso pero desde el principio se caracterizó por ser extremadamente exigente con los proyectos en los que se metía (rechazó protagonizar “El crepúsculo de los Dioses”, “Al este del Edén” y “Solo ante el peligro”) y también por su método de actuación. Él fue uno de los primeros cachorros del Actor’s Studio, junto con Marlon Brando, James Dean y Paul Newman, y eso de buscar en su interior las motivaciones de sus personajes le llevó a tener enfrentamientos con más de un director que veía eso como una extravagancia. Probablemente Clift no fue una de las mayores estrellas de su tiempo porque insistió en ser libre, quiso mantenerse al margen de la voracidad de Hollywood y que la calidad de sus trabajos fueran las que impulsaran su carrera. Volvió a ser nominado al Oscar por el soldado de “De aquí a la eternidad” (1953) de Fred Zinneman y formó parte de la galería de “guapos con sotana” en “Yo confieso” (1953) de Alfred Hitchcock, en donde encarnaba a un sacerdote acusado de asesinato por no querer violar el secreto de confesión. No siempre acertaba con sus elecciones ya que “Estación Termini” (1953) de Vittorio de Sica no llegó a cuajar, al igual que “El baile de los malditos” (1958) de Edward Dmytryk en donde coincidía con Marlon Brando, ambos eran amigos y se admiraban mutuamente y que alguien tan megalómano como Brando aplaudiera a un actor que no fuera él tenía muchísimo mérito.

Montgomery Clift cargaba con una mochila llena de demonios personales. Su padre era un hombre alcohólico, abusivo y ultraconservador que no toleraba la extrema sensibilidad de su hijo y su madre tenía delirios de grandeza. Montgomery Clift era un homosexual que no aceptaba su condición, se encamó con hombres y mujeres y estaba sometido a demasiadas presiones familiares y profesionales; era consciente de que en la industria la homosexualidad era tan perseguida como las simpatías comunistas y que muchas carreras se habían arruinado por la mera insinuación de las verdaderas preferencias sexuales. Se convirtió en una olla a presión a punto de explotar. Estaba enganchado al alcohol y a los antidepresivos un peligroso cóctel que estuvo a punto de acabar con su vida en la noche del 12 de Mayo de 1956. Mientras rodaba junto a Elizabeth Taylor y Eva Marie Saint “El árbol de la vida” de Edward Dmytryk disfrutó de una cena en casa de la Taylor y, nada más salir del lugar con el coche, se quedó dormido al volante y se estrelló contra un poste de teléfono. El actor Kevin McCarthy, Elizabeth Taylor y quien era el esposo de la actriz en aquel momento, el actor Michael Wilding, asistieron a Clift y Liz le extrajo varios dientes de la garganta para salvarle de morir ahogado, también le protegió de los fotógrafos que estaban inmortalizando el desgraciado suceso. Tuvo que ser sometido a varias operaciones y su rostro quedó en parte paralizado, algo que se fue evidenciando con el paso de los años. Dos meses después del accidente se reincorporó al rodaje de “El árbol de la vida” (1957) y él bromeó con la posibilidad de que el morbo de ver qué escenas se rodaron antes y después del accidente sería una llamada para la taquilla. No se equivocó pero fue un título tan costoso para la MGM que no generó beneficios. Las secuelas físicas (padeció terribles dolores y estuvo a punto de quedarse ciego) y emocionales marcaron definitivamente a Montgomery Clift. Su dependencia del alcohol y los medicamentos se agravó y eso le provocó un ataque de disentería que le causó problemas intestinales crónicos. 

Ahora tenía menos motivos para seguir en la industria y buscó un refugio en Nueva York, en el teatro aceptando incluso unos honorarios que estaban muy por debajo de una estrella de Hollywood, de una que ya no estaba gozando de un momento de esplendor. La presencia de Clift en la gran pantalla comenzó a ser todavía más escasa y era realmente complicado trabajar con él debido a las adicciones que arrastraba. Elizabeth Taylor y Katharine Hepburn amenazaron con abandonar “De repente, el último verano” (1959) cuando la Columbia y Joseph L. Mankiewicz trataron de echarle. Durante su breve intervención en “¿Vencedores o vencidos?” (1961) le costaba horrores recitar sus diálogos porque su estado era tan lamentable que no memorizaba nada. El director Stanley Kramer se aprovechó de eso para sacar lo mejor de él, le aconsejó que si improvisaba captaría esa confusión de su personaje, un discapacitado mental que fue esterilizado por los nazis. Solamente estuvo presente en pantalla durante siete minutos pero su trabajo fue tan impactante que logró su última candidatura al Oscar como actor de reparto en el año 1962. 

A pesar de que físicamente estaba muy mal, y de las dificultades que tenía en el set, especialmente cuando se presentaba totalmente drogado, siguió dejando ver que era un actor inmenso. Eso lo demostró con “Río salvaje'' (1960) de Elia Kazan y “Vidas rebeldes” (1961) de John Huston que fue la última película de Clark Gable y Marilyn Monroe. Su condición de actor problemático fue a más cuando protagonizó “Freud, pasión secreta” (1962), también de John Huston. Fue demandado por Universal por sus continuas ausencias que provocaron que el presupuesto de la película se disparara y el asunto se resolvió fuera de los tribunales. Esa fue la puntilla para un Clift seriamente tocado ya que nadie quería contar con él, "Freud, pasión secreta" tuvo su reconocimiento en las nominaciones al Oscar pero ninguna fue para la actuación de su protagonista. Su última película fue "El desertor” (1966), cuatro años después del film en el que interpretó a Sigmund Freud y el actor no llegó a tiempo a su estreno.  

Su amiga Liz Taylor acudió nuevamente a su rescate profesional cuando logró que le contratasen en “Reflejos en un ojo dorado” (1967) de John Huston, aceptó a estar en el proyecto si se incluía a su amigo, pero Montgomery Clift falleció de un ataque al corazón antes de comenzar el rodaje y su papel fue a parar a Marlon Brando. 

El 23 de Julio de 1966 Montgomery Clift fue hallado muerto en su dormitorio por su secretario personal, Lorenzo James. La autopsia determinó que su fallecimiento fue provocado por la enfermedad coronaria oclusiva que terminó padeciendo por culpa de una vida nada ordenada. Tenía tan solo 45 años pero aparentaba veinte años más. Su muerte fue considerada el suicidio más largo de la Historia de Hollywood y que comenzó a gestarse mucho antes del accidente de tráfico que le arruinó la existencia. Lamentablemente Montgomery Clift fue un ser torturado por el rechazo que le rodeó desde la más tierna infancia, algo que le llevó al hermetismo, solamente se implicó a nivel emocional con muy pocas personas, especialmente con Liz Taylor que fue su alma gemela, confesora y protectora y alguien a quien sabía que podía amar en el sentido más puro de la palabra. Clift era un hombre que buscaba desesperadamente la felicidad y la paz y solamente las encontró cuando su corazón no aguantó más. 

Mary Carmen Rodríguez 

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