"La última sesión de Freud"

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El argumento: Ambientada en vísperas de la Segunda Guerra Mundial y hacia el final de su vida, Freud invita al icónico autor C.S. Lewis a un debate sobre la existencia de Dios. Explorando la relación única de Freud con su hija lesbiana Anna y el romance poco convencional de Lewis con la madre de su mejor amigo, la película entreteje pasado, presente y fantasía.

Conviene ver: "La última sesión de Freud" es un drama academicista que confronta dos mentes pensantes lúcidas como la del psiquiatra Sigmund Freud y el escritor C.S. Lewis hablando de la fe y la moral a través del papel de la ciencia, el humanismo y sus propias experiencias, dudas y convicciones frente a un mundo que se llena de incertidumbres ante la inminente II Guerra Mundial. Un padre del psicoanálisis enfermo a 20 días de su muerte hipotecado a la morfina, ateo y con problemas con su hija lesbiana y un escritor y profesor de Oxford católico, dubitativo y de origen irlandés que vive un amor prohibido con la madre de su mejor amigo en esta charla en la que hay mucha palabra pero también un alegato de la necesidad de escuchar al otro tanto para comprender el papel en el mundo de uno como de la finitud de un tiempo marcado tanto por la propia mortalidad como por un mundo que se aboca al desastre de la guerra. Una conversación en una habitación sobre la condición humana mantenida el 3 de septiembre de 1939 que supone todo un combate dialéctico de primera magnitud con diferentes postulados mantenidos en desacuedo pero que no es capaz de alcanzar valor cinematográfico al ser presentado de una manera hierática y plomiza ante unas palabras que acaban arrollando por acumulación y que llevan a que al espectador le pueda explotar la cabeza ante tanto tema sesudo expuesto en la palestra. Una premisa que no termina de explotar al ser incapaz de atraer al espectador por el hecho también de querer exponer una serie de subtramas en forma de flashback que no hacen más que confundir y aburrir en vez de dar oxígeno y sentido a la película a la hora de comprender lo que ha llevado a estos dos hombres a ese punto de sus vidas. No se puede negar el gran trabajo de Anthony Hopkins y Matthew Goode en una de esas películas concebidas como duelo teatral pero un estilo tan elegante como trasnochado y el exceso de profundidad psicológica hace que la confrontación de dos formas de ver el mundo tan distintas acabe diluyéndose. Más banal que apasionante sufre por una realización plana, un onirismo confuso y un guión desparramado por exceso de temas que incapaz de dotar de interés a lo que está contado.

Conviene saber: Tercera película dirigida por Matt Brown (“London town”, “El hombre que conocía el infinito”) adaptando la obra teatral de Mark St. Germain.

La crítica le da un CINCO