Las cinco secuencias de... Ingmar Bergman

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Querido primo Teo:

Se cumplen 100 años desde el nacimiento del gran Ingmar Bergman, una de las personalidades cinematográficas más importantes de la segunda mitad del pasado siglo, así que no podía dejar pasar la ocasión para repasar su carrera a través de sus cinco secuencias más destacadas.

Nacido en Upsala (Suecia) el 14 de Julio de 1918, Ernst Ingmar Bergman fue el segundo hijo del pastor luterano Erik Bergman y Karin Bergman (nacida Åkerblom). Desde muy joven se interesó por el cine y el teatro. Al asistir al cine por primera vez nació en él una pasión que nunca le abandonó. Poco después descubrió que un compañero de clase tenía un cinematógrafo y unas cuantas películas, lo que hizo que deseara más que ninguna otra cosa tener él uno. Esas Navidades descubrió que uno de los paquetes era de una tienda de fotografía pero sufrió una grandísima decepción al descubrir que contenía su apreciado tesoro pero era para su hermano mayor. Tras muchos enfados y gritos, esa noche se le ocurrió una idea genial. Le propuso a su hermano cambiar su nueva máquina por su colección de 100 soldados de plomo. A este le encantaban, así que ambos quedaron muy satisfechos con el trato. Pronto aprendió a utilizar su “linterna mágica” y así terminó titulando su muy recomendable autobiografía donde narra ésta y muchas otras de sus vivencias. Su pasión siguió creciendo cuando un día estuvo detrás de un decorado y pudo descubrir la magia de la interpretación.

A los 16 años se pasó unas semanas de verano viviendo con una familia Alemana en un intercambio. Allí tuvo la oportunidad de escuchar a Hitler en un discurso y de sentir la misma admiración por su figura que veía a su alrededor. Años después descubriría con horror su mal juicio y decidió ignorar por completo la política. Pero, hasta entonces, empezó a estudiar Arte y Literatura en la Universidad mientras pasaba la mayor parte de su tiempo libre en el teatro o viendo películas. No llegó a graduarse. En su lugar empezó a escribir y se convirtió en ayudante de dirección hasta que le llegó la oportunidad de dirigir sus propios guiones. Una de estas obras la vieron miembros de los Svensk Filmindustri Studios y le ofrecieron a Bergman un puesto como guionista en su empresa cinematográfica. Al principio su principal tarea era la de revisar guiones ajenos, escribir diálogos o idear sinopsis. Mientras estaba convaleciente en el invierno de finales del 42 y principios del 43 empezó a escribir el que sería su primer guión para la gran pantalla, “Tortura” (1944). Además, se casó por primera vez con la bailarina y coreógrafa australiana Else Fisher con la que pronto tendría su primera hija. Alf Sjöbert, gran mentor de nuestro protagonista, rodó la película que escribiera Ingmar, mientras que éste pudo ponerse por primera vez tras las cámaras en la parte final del film, el rodaje de exteriores, por lo que podría considerarse su debut. El éxito internacional de esta obra permitió a Bergman dar el salto definitivo a la dirección con “Crisis” (1946) seguida de muchas otras, algunas con guion propio, además de escribir para otros directores como Gustaf Molander o Alf Sjöbert. Su tormentosa vida sentimental lo llevó a divorciarse y volverse a casar en 1945, esta vez con la directora y coreógrafa Ellen Lundström, con la que tuvo 4 hijos y de la que también se separó en 1950, para casarse por tercera vez al año siguiente con la periodista Gun Grut. De entre sus muchas películas de estos años pueden destacarse “Llueve sobre nuestro amor” (1946), “Música en la oscuridad” (1948), que se pudo ver en el Festival de Venecia, “Prisión” (1949), “Juegos de verano” (1951), “Noche de circo” (1953) o “Un verano con Mónica” (1953).

Esta última iba a ser una obra de bajo presupuesto con poco personal y recursos, rodada en una exótica isla y alejada de todas preocupaciones. Bergman se olvidó de sus problemas económicos, profesionales y matrimoniales y empezó a disfrutar de su vida al aire libre. Tras tres semanas de rodaje envió al laboratorio la cinta para recibir la noticia de que casi todo se había estropeado y tenían que repetir el trabajo. Para el director y su equipo significó unas semanas más de libertad. Pronto creció entre el y la bella protagonista Harriet Andersson una relación más fuerte que la estrictamente profesional. Además, la película tuvo bastante repercusión internacional, tal vez por el alto contenido erótico para la época. Bergman le contó todo a su esposa, sabiendo que la relación con la actriz no tenía futuro, pero ella se puso furiosa y pidió que se fuera de casa. Volvió a trabajar con su musa en “Sonrisas de una noche de verano” (1955), que le valió un mayor reconocimiento internacional tras pasar por la competición de Cannes y llevar un premio al “mejor humor poético”. Aún antes de divorciarse, y acabada la relación sentimental con Harriet Andersson, comenzó otro romance, esta vez con la actriz Bibi Andersson que tenía un pequeño papel en la película antes mencionada y también trabajaba con Bergman en el teatro, antes de participar en algunas de sus más grandes obras maestras.

El séptimo sello (1957)

Durante un tiempo, Bergman fue profesor en la escuela de teatro de Malmö. Para ellos escribió una obra “Pintura sobre tabla”, inspirada en cuadros retablos y pinturas que recordaba haber visto en las iglesias. Entre ellas una imagen de una persona jugando al ajedrez con la muerte. Esta obra fue el germen de “El séptimo sello” (1957), que según cuenta en su biografía, es una película irregular que lleva cerca del corazón porque el guion se hizo en circunstancias difíciles mientras se recuperaba en el hospital de unas dolencias estomacales. El proyecto no fue aceptado en un primer momento, pero tras el éxito de “Sonrisas de una noche de verano” en Cannes, la SF aceptó financiarla. Para el casting, además de intérpretes habituales como Gunnar Björnstrand, eligió al entonces desconocido Max Von Sydow para dar vida al caballero cruzado Antonius Block. El ahora famoso actor había comenzado a trabajar con Bergman en el teatro de Malmö y lo puedes ver con Bengt Ekerot, que siempre será recordado como la muerte, protagonizando la secuencia que se encuentra un poco más abajo y que se ha convertido en una de las más icónicas de la Historia del cine, siendo repetida y parodiada en multitud de ocasiones. Aunque casi toda la película se rodó en el Estudio, este momento inicial y también la parte final con la danza de la muerte se rodaron en la rocosa playa de Hovs Hallar, en la zona sur de Suecia. Con esta película Bergman alcanzaba la madurez en su obra, con una historia llena de simbolismos y reflexiones no sólo acerca de la muerte, también de la espiritualidad, el arte, el amor, la religión,… y que le consagró de manera definitiva con el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes.

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Fresas salvajes (1957)

Durante uno de sus viajes, Ingmar Bergman paró en casa de su abuela y se imaginó volver a ver todo como en su infancia. Esto le dio la idea de la historia de la película, cuyo título original, además de hacer referencia a las fresas salvajes o silvestres, también se refiere a la primaveral época del año en la que crecen. El guion lo escribió poco después de terminar “El séptimo sello”. Su vida profesional atravesaba un gran momento, pero no así su vida personal, con su tercer matrimonio completamente desecho y su relación con Bibi Andersson en crisis. De hecho gran parte de la escritura la hizo, una vez más, hospitalizado por problemas gástricos y estrés. La historia narra el viaje físico y emocional del anciano profesor Isak Borg, en compañía de su nuera, para recibir un reconocimiento de la Universidad. Por el camino se encuentran con unos jóvenes entre los que se encuentra la vivaz Sara, que evoca los recuerdos de otra Sara que conociera en su juventud. La preproducción de la película fue muy rápida, y tuvo claro desde el principio a quienes quería para los papeles. El protagonista principal fue para Victor Sjöström, famoso y veterano actor que fuera su ídolo cuando veía películas de cine mudo. A sus 77 años, su deteriorada salud fue una de las constantes preocupaciones del rodaje. Bibi Andersson dio vida al doble papel de Sara, en el que sería su primer papel protagonista dirigida por el que por entonces era su pareja sentimental. Y para el papel de la nuera la elegida fue Ingrid Thulin, conocida por el director por el teatro y que tras esta película alcanzaría la fama y se volvería una habitual del director. La película va mostrando en numerosos flashbacks la memoria del profesor, pero en el que podemos ver a continuación es su nuera la que recuerda. Se trata de una de las secuencias que mayor huella dejan de la película amplificada por la magnífica interpretación de Thulin y por el gran ambiente creado, con esa lluvia que empapa a los protagonistas mientras muestran sus puntos de vista, pero sobre todo por los excelentes diálogos que nos dejan tan marcados como al profesor. La película se estrenó en Suecia sólo siete meses después de “El séptimo sello” y fue aclamada por la crítica, logrando importantes premios como el Oso de Oro del Festival de Berlín, el Globo de Oro a la mejor película extranjera y la nominación al Oscar al mejor guion para Ingmar Bergman.

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Persona (1966)

Bergman llegó a declarar que “Persona” fue la película que le salvó. En lo personal, siguió con sus infidelidades y tras divorciarse de su tercera mujer y romper con Bibi Andersson, se casó por cuarta vez, esta con la pianista y escritora Käbi Laretei. A mediados de los años 60, estaba pasando una profunda crisis, algo que puede sorprender si pensamos que tras los éxitos mencionados siguió manteniéndose en la cima con películas como “El rostro” (1958), incomprendida en su día pero muy reivindicable, “El manantial de la doncella” (1960), ganadora de un premio especial en Cannes así como los de mejor película de habla no inglesa en los Globos y los Oscar además de otra nominación al diseño de vestuario en los premios de la Academia de Hollywood, y las de la trilogía del "silencio de Dios": “Como en un espejo” (1961), ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa y con Bergman nominado por el guion, “Los comulgantes” (1963) y “El silencio” (1963). Pero entonces empezó a sufrir un bloqueo artístico y creativo. Tras muchas películas e infinidad de montajes teatrales, y estando tan en la cima de su carrera dudaba poder mantener el interés. Empezó a dudar de si mismo y de su veracidad como artista, llegó a pensar que callarse era la única verdad posible. Lo que parecía un bloqueo emocional saltó al plano físico cuando un simple resfriado terminó convirtiéndose en una pulmonía a la que se sumó una molesta infección de oído que le daba mareos y que lo obligó a permanecer hospitalizado en cama. Algunos de los que lo conocieron, llegaron a decir que realmente no le pasaba nada y era más una excusa para escapar del estrés y de la creación artística. Un día, mientras paseaba por las calles de Estocolmo, se encontró casualmente con su antiguo romance Bibi Andersson que estaba en compañía de la actriz noruega Liv Ullmann. Inmediatamente pensó en lo mucho que se parecían. Luego tuvo que volver al hospital con más mareos, pero no logró sacar de su cabeza el parecido entre las dos actrices. Con todos estos elementos estaba naciendo “Persona”. Hay que explicar que la palabra persona es el título original en sueco y se refiere al concepto de la máscara de personalidad que cada individuo muestra al exterior según las circunstancias y que es diferente de lo que sería el alma o personalidad interna. Esta vez, Bergman decidió experimentar y dejar de preocuparse por el público, dando lugar a su obra más personal. Fue un trabajo experimental, con un guion mucho menos trabajado que en anteriores ocasiones para permitir una mayor libertad a las actrices en su actuación. Al comienzo del rodaje, Bergman no estaba nada satisfecho con los resultados así que decidió trasladarse cuanto antes a la isla de Fårö, y recrear varias de las escenas del hospital en un antiguo museo de la localidad. El tiempo acompañó y el resto del rodaje resultó mucho mejor. El punto experimental puede apreciarse en la secuencia elegida que vamos a explicar brevemente para intentar que se entienda. El film cuenta la historia de una actriz, Elisabeth Vogler (interpretada por Liv Ullmann) que se queda sin habla y nadie descubre que es lo que le pasa. Ingresada en un hospital psiquiátrico, su enfermera Alma (Bibi Andersson) se la lleva a una casa de veraneo para ver si así mejora. Alma suple el silencio de la actriz con sus relatos, que cada vez son confesiones más secretas y atrevidas. Un día descubre que la actriz revelaba en una carta sus confesiones (un atrevido relato sexual en el que los más puritanos criticaron a Bergman por poner en boca de una mujer sus fantasías) y toda la confianza que se había establecido se pierde, ha sido traicionada. Y así llegamos al momento que podemos ver en la secuencia, que es de una tensión de tal calibre que hasta el propio celuloide donde se está reproduciendo la película termina por romperse. Tuvieron que poner notas bien claras en las bobinas de las proyecciones para explicar que el efecto era intencionado. La secuencia continúa con unas imágenes de pesadilla y una sobresaturación en la que se adivina la imagen de Elisabeth. También es importante la imagen del sol que ilumina de lleno la cámara, Bergman dice que es algo que suele aparecer en sus pesadillas. Los sueños, los fantasmas y la fantasía siempre habían estado presentes en el cine del director sueco, pero siempre estaba bien marcada la diferencia entre lo real y lo irreal. Esta vez es todo mucho más confuso, dando lugar a múltiples interpretaciones de lo visto en pantalla. A todo ello se suma el clímax con las dos mujeres, una frente a la otra con idéntica ropa negra, que termina con la recordada imagen del efecto del fundido de los rostros de las dos mujeres en una sola imagen inolvidable. El director ya había hecho que sus actrices se giraran para mirar directamente al espectador empezando con esa inolvidable mirada de Harriet Andersson en “Un verano con Mónica” (1953) pero esta vez da un paso más allá cuando Alma habla al espectador negando ser Elisabeth con ese efecto que bien podría significar que realmente todo es un caso de esquizofrenia y ambas actrices son en realidad la misma persona. O tal vez se quiera contar algo completamente distinto a esto. Ciertos historiadores cinematográficos llamaron al enigmático film "el Monte Everest de la interpretación" por tantas posibilidades distintas. De ella, además de identidades múltiples, desdoblamientos de personalidad o trastornos debidos a la enfermedad, también se ha visto luchas entre el bien y el mal, lesbianismo, vampirismo, resistencias a los roles de género, maternidad y aborto, así como simbolismos sobre el mundo del cine y la interpretación.

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Gritos y susurros (1972)

“Gritos y susurros” supuso una nueva demostración de talento de Bergman. Después de “Persona” llegaron otras grandes obras que se deben mencionar: “La hora del lobo” (1968), “La vergüenza” (1968) y “Pasión” (1969). También realizó una incursión en Hollywood con “La carcoma” (1971), que se quedó lejos del éxito de las anteriores, pero recuperaría pronto el crédito gracias a esta historia de tres hermanas y su criada que se reúnen ante la enfermedad terminal de una de ellas. Según cuenta el director, la historia nació en una época de tristeza y soledad que pasó en su casa de la isla de Fårö, en la que viviera sus mejores momentos con la actriz noruega protagonista de “Persona”, pero tras su cuarto divorcio, su romance con Liv Ullman también se había terminado. Y tenía un sueño recurrente de cuatro mujeres vestidas de blanco susurrando entre ellas en una habitación roja. En esta película, una de las primeras que rodó en color, éste resulta fundamental para la historia, pasando de una secuencia a otra con fundidos a rojo en lugar de a negro. Según Bergman, las cuatro mujeres de la historia representan distintos aspectos de la personalidad de su madre. Como protagonistas contó con Harriet Andersson en el papel de la enferma Agnes. La actriz dejó de trabajar con el director tras su ruptura sentimental pero tras el éxito internacional de éste, volvió a trabajar con él ocasionalmente aunque la última vez fuera ya hacía bastantes años. El director la convenció enviándole varias notas de la película en lugar del guion completo y fue un gran acierto pues alcanzaría la cima interpretativa de su carrera. Las dos hermanas las encarnaron Liv Ullmann e Ingrid Thulin, con las que el director contaba desde que empezó a crear el guion. Ullmann contaría que recibieron una carta personal de Bergman que comenzaba con un “Queridas amigas: vamos a realizar una nueva película juntos sobre una visión que tengo y que voy a tratar de describir” , y seguía durante unas 50 páginas. Para la criada llegó a pensar en Mia Farrow, pero finalmente contrató a Kari Sylwan tras decidirse a rodar en Suecia dado que, a pesar de la gran valoración crítica, el público no solía responder y no logró financiación fuera de su país. Sin embargo, esta vez si que logró funcionar muy bien en taquilla. Y, por supuesto, la crítica también se enamoró de ella y se llevó muchos premios, entre ellos uno técnico en Cannes y la nominación a mejor película extranjera en los Globos, pero donde más destacó fue en los Oscars, logrando 5 nominaciones a pesar de no estar rodada en inglés, incluyendo mejor película, dirección y guion para Ingmar Bergman. El director de fotografía Sven Nykvist se llevó la única estatuilla que ganó el film.

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Fanny y Alexander (1982)

El último trabajo para la gran pantalla de Ingmar fue este “Fanny y Alexander”. Antes, le pasaron muchas cosas. Volvió a casarse, por quinta vez, con Ingrid Von Rosen, en un matrimonio que por fin fue duradero pues no terminaría hasta el fallecimiento de Ingrid en 1995. A veces se le conoció como Ingrid Bergman, dando lugar a confusiones con la famosa actriz que no tuvo más relación con el director que trabajar para él en “Sonata de otoño” (1978), película ganadora del Globo a la mejor película no rodada en inglés y nominada a los Oscar de mejor actriz y guion. La película se rodó en Alemania y su éxito ocultó en parte a la interesante “El huevo de la serpiente” (1977), una crítica al nazismo que tanto le había engañado de joven. También de esta época son las destacables “Secretos de un matrimonio” (1973), ganadora del Globo de Oro, y “Cara a cara” (1976), también ganadora del Globo y nominada al mejor director y mejor actriz. “Fanny y Alexander” fue pensada inicialmente como una miniserie para la televisión sueca, con una duración total de algo más de 5 horas, pero fue recortada a tres horas y estrenada primero como película en cines. La historia, situada a principios del siglo XX en Suecia, se centra en la familia del joven Alexander y su hermana Fanny. Ambos viven felices rodeados del mundo del teatro al que se dedica su padre, pero cuando éste fallece, su madre busca consuelo en el obispo que oficia el funeral y termina casándose con él. Su estricta moralidad transforma por completo las vidas de los niños. Muchas de las anécdotas que aparecen en la película son autobiográficas, como así cuenta el director sueco en su autobiografía. Además, sabemos que el padre de Ingmar era un pastor que dio a sus hijos una estricta educación, aunque no llegara a la dureza que podemos ver en la secuencia elegida para reseñar esta película. La película se llevó 4 Oscar: película extranjera, fotografía, dirección artística y vestuario, además de nominar a la dirección y guion de Bergman.

Fanny y Alexander from Las 5 secuencias on Vimeo.

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Bergman siguió trabajando en el teatro y en la televisión. En 2003 rodaría su última película: “Saraband”, que protagonizó su querida Liv Ullmann. Falleció en 2007 en su isla de Fårö.

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