"Henry Fonda. El héroe infeliz"

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Título: "Henry Fonda. El héroe infeliz"

Autor: Jose Diego.

PVP: 22 €

TB Editores

Como suele ocurrir con las biografías de los grandes actores clásicos del cine norteamericano, seguirlos a lo largo de su vida es seguir la historia del siglo que llevó a Estados Unidos a convertirse en el país más poderoso de nuestro tiempo. Fonda tuvo una vida muy larga y excepcional porque conoció a las personas más influyentes de su tiempo. El prólogo de Juan Tejero para este libro lo sitúa perfectamente….

ElrostrodeAmerica.htm

Así comienza esta biografía....

Capítulo 1
De Omaha a Nueva York

Los pioneros fueron una parte importante en la herencia de Hank. Los Fonda eran conservadores del Medio Oeste con ancestros holandeses y, remontándonos más atrás, italianos. El Marqués de Fonda era un hombre prominente en la República de Génova; su familia y él emigraron a Holanda a comienzos del siglo XVI. Uno de sus biznietos, Douw Fonda, emprendió la aventura americana ciento cincuenta años después y se asentó en el Valle Mohawk del estado de Nueva York, fundando una pequeña ciudad que hoy en día sigue llevando su propio nombre. Durante la revolución, Fonda fue saqueada por los indios, que se pusieron al lado de los británicos. Asesinaron a Douw y le arrancaron la cabellera durante el asalto. A principios de 1800, los miembros de la familia abandonaron la ciudad para probar fortuna más allá del Mississippi. Eran los tiempos de la conquista del Oeste. Los abuelos paternos de Henry se establecieron en Nebraska, en el corazón de Estados Unidos, dando de este modo al futuro actor motivos para ser un americano de pura cepa.
Henry Jaynes Fonda nació en Grand Island, Nebraska, el 16 de mayo de 1905. Fue el primer hijo -y único varón- de William Brace Fonda y Herberta Jaynes. Cuando sólo tenía seis meses, la familia se trasladó a Omaha, donde el padre fundó su propia imprenta. Tras vivir en varias casas, según prosperaba la economía familiar, se asentaron en una gran mansión de madera en la zona residencial de Dundee. Allí nacieron sus hermanas Harriet y Jayne.
"Me parezco a mi padre", declaró años más tarde el actor. "Hasta este día, cuando paso ante un espejo y veo mi reflejo en él, mi primera impresión es: 'Ese es mi padre'. Hay una fuerte imagen Fonda." No sólo imagen, sino comportamiento. William era un hombre riguroso y reservado, y su hijo Henry heredó no sólo sus rasgos, sino también su calmada personalidad, además de otros muchos aspectos de su carácter. La madre, educada en la Iglesia de la Ciencia Cristiana, era hermosa, afable y extrovertida, y disfrutaba cantando y tocando el piano.
Hank tuvo lo que él describía como una infancia normal, lo que incluía juegos, boy scouts y el aprendizaje de la moralidad del pastel de manzana. Formaba parte de una pandilla, aunque su aspecto no era similar al de los chicos fuertes y rubicundos con los que crecía. En comparación con ellos parecía exótico, con unos ojos azules como el mar, un lustroso pelo negro y una boca que parecía estar siempre mascando una expresión de desconcierto. Su padre, celoso guardián de la genealogía familiar, le decía que la mirada la había heredado de sus antepasados italianos, que habían emigrado a los Países Bajos después de haber luchado en el bando perdedor en una guerra religiosa local durante el Renacimiento.
Henry recordaba coger el tranvía hasta la oficina de su padre en el centro. Mr. Fonda le daba unos centavos y el niño se iba a ver películas de Charles Chaplin y William S. Hart en el nickelodeon local. A los doce años empezó a trabajar en la imprenta durante los veranos con un sueldo de dos dólares semanales. Por entonces había revelado algún talento para el dibujo y la pintura, pero su única noción de una carrera era el periodismo, una idea espoleada por haber ganado un concurso de relatos cortos cuando tenía diez años. Su historia, "The Mouse" -narrada desde el punto de vista del personaje titular-, fue publicada en el periódico de Dundee. Dicen que la vena artística le llegó por línea materna, ya que su abuelo era un excéntrico pintor, afición que por cierto él mismo heredó.
En su adolescencia, Hank creció rápidamente hasta alcanzar el metro ochenta y cinco, lo que le dio la confianza para participar en los deportes, destacando en natación, baloncesto y atletismo. Un acontecimiento destacó con luz propia en la llana monotonía de aquellos años. Cuando tenía catorce años, su padre le mostró cómo sus "pacíficos" conciudadanos linchaban a un negro, acusado de violar a una mujer blanca. Mientras los pies del ahorcado todavía pataleaban en el aire, le dispararon varias veces; luego cortaron la cuerda, le ataron a un coche y arrastraron el cuerpo por toda la ciudad. Este suceso expresaba el lado duro de su padre, dispuesto a marcarle -aunque fuera de manera traumática- su propia condición de liberal a ultranza.

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