"Cadáveres exquisitos"
A principios de los años setenta la serie "Marcus Welby" popularizó en occidente el trabajo forense relacionado con la investigación de crímenes. Era una novedad para la mayoría, aunque los más aficionados al cine clásico de Hollywood ya se habían cruzado con el único forense que podría calificarse de “popular”, al menos en Estados Unidos, el japonés Thomas Noguchi, forense de Los Ángeles, y sin duda uno de los máximos impulsores del enfoque criminológico de su especialidad médica. Noguchi aparece cada vez que se recuerda la muerte de algunas estrellas, y siempre que abrimos una biografía de Marilyn.
Título: “Cadáveres exquisitos”
Autor: Thomas T. Noguchi y Joseph DiMona
Editorial: Global Rhythm Press y Ediciones Península
Nota de la Redacción: Con casi 40 años de retraso se traduce por fin “Coroner”, titulado aquí con buen criterio como “Cadáveres exquisitos”, el libro escrito por Noguchi en 1983. Durante una docena de años la policía de Los Ángeles ironizaba cada vez que tenían que acudir al departamento forense. A los novatos les advertían de que tras la llamada se produciría “el show de Noguchi”. El forense llegaba al escenario del crimen, no escena del crimen como insisten muchos traductores, y comenzaba un análisis mucho más completo que el de los cadáveres (“el cadáver no se va a mover”), comenzando con todo lo que pudiera arrojar una pista, techos, posición de muebles, basura, etc, etc. Es algo habitual en los tiempos de las pruebas genéticas, los perfiles psicológicos y la policía científica, pero en los años sesenta provocaba estupor, críticas y acusaciones de querer llamar la atención. Noguchi no se esforzaba por llamar la atención, pero no la desdeñaba: “No podía negar la acusación sobre mi ego, pues mis logros me causaban orgullo. Había sido difícil llegar a otro país, sin entender apenas el idioma, y ascender hasta una posición prominente en la comunidad científica. Pero la «fama» no me había llegado porque yo la hubiera buscado, sino por el hecho de que los difuntos de mi jurisdicción eran famosos en el mundo entero, y en esos casos mi departamento y yo habíamos sido sometidos a un minucioso escrutinio por parte de la prensa. Tal vez debido a mi origen japonés poseo un agudo sentido de la ceremonia, que en Estados Unidos se percibe como «histrionismo». Asumo que es un sambenito que, da igual lo que haga, parece acompañarme siempre”.
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El afán de sensaciones de la prensa hollywoodiense, junto a la independencia autosuficiente de Noguchi frente a las estrategias políticas, más el aumento de su popularidad, le enfrentaron a un juicio en el que fue exonerado completamente de cualquier negligencia o mala práctica. Decidió entonces, en 1983, aliarse con un periodista y publicar algunas de sus experiencias. Marilyn Monroe, Robert Kennedy, Janis Joplin, Sharon Tate, Natalie Wood, William Holden, John Belushi y otros casos reveladores del progreso y el esfuerzo forense, nos permiten un viaje al pasado con garantías de entretenimiento, algún momento macabro y muchos dignos de ser recordados, siempre tratados con respeto y sin cruzar los límites que llevan al exceso con frecuencia en estos temas. El volumen incluye algunas fotografías no disponibles en el momento de su publicación original.
Para reflejar el estilo narrativo, seleccionamos con permiso de la editorial, un caso que no contiene a ningún personaje popular, pero que tras terminar el libro, ha permanecido en el recuerdo más que ningún otro de los que relata el “forense de las estrellas”.
Marcus Welby no era forense, era médico general. O médico de familia como se estila hoy en día salvando las distancias entre la forma de trabajar de entonces y la de ahora. Era un drama médico al uso de la época más que una serie procedimental, si no recuerdo mal. Que yo era un niño, claro...
En efecto, Welby es lo que entendemos hoy por médico de familia, antes de
cabecera. Fue la primera vez en que un protagonista en una serie importante
empleaba la ciencia médica para la resolución de delitos. La serie se
produjo en 1969, y se puede leer que en parte respondía a la conveniencia de
atraer jóvenes a la carrera de medicina, pero este dato no aparece
acompañado de una fuente directa. La especialidad forense comenzaba a
distinguirse en esos años. Noguchi también señala en su libro que la
medicina legal nació en 1192 a raíz de un acto criminal que sacudió a Europa
y dio lugar a un nuevo cargo para los caballeros del reino inglés: coroner,
de ahí el título original de su libro. Para pagar el rescate por ricardo
"corazón de león", Hubert Walter, que era el justicia mayor de Inglaterra,
buscó una manera de reunir el dinero y dio con una nueva fuente de ingresos:
los cadáveres. En aquellos días, la mayoría de los condenados por algún
delito eran ahorcados o eliminados mediante procedimientos no menos
desagradables: Walter designó a un caballero en cada condado para que, como
representante del tesoro real, confiscara las posesiones de los
ajusticiados. Este servidor público recibió el título de coroner, término
derivado del latín custos placitorum coronae, «custodio de los intereses de
la corona». En ocasiones, el coroner [o sea, el forense] llegaba a vender el
arma homicida si ésta tenía algún valor. Pero había otro método mediante el
cual los forenses hacían dinero a costa de los muertos, un procedimiento más
importante para la historia de la medicina porque, de hecho, fue el origen
de la medicina forense tal como la conocemos hoy. Al coroner se le encargó
determinar si los asesinados eran normandos o sajones, puesto que tenía
consecuencias económicas de que pueblo fuera el muerto.
Los aspectos científicos y dramáticos forenses alcanzaron el éxito
televisivo en los años noventa y se han mantenido hasta hoy. Zuiker, el
creador de CSI, siempre se ha sentido atraído hacia el campo forense. Ya
ingresó con unos amigos en un club forense del instituto, ganó premios por
discursos forenses en la Universidad y veía junto a su mujer los
documentales del Discovery Channel sobre detectives llamados "The New
Detectives: Case Studies in Forensic Science".