"Día de lluvia en Nueva York"

"Día de lluvia en Nueva York"

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La web oficial.

El argumento: Gatsby Welles y Ashleigh son una joven pareja enamorada de universitarios que se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard, que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega. Por su parte, Gatsby también conocerá a una joven, Chan, que le ayudará a poner en orden sus sentimientos. El lluvioso fin de semana estará plagado de encuentros, desencuentros y equívocos.

Conviene ver: “Día de lluvia en Nueva York” merece estar en la conversación no por todo lo que ha rodeado a su estreno sino por el hecho de que Woody Allen vuelve a la cartelera otoñal de manera tan efectiva, persistente e ingeniosa. Efectiva porque siempre una película media de Woody Allen está por encima de muchas otras apuestas, persistente porque el director no renuncia a su nostalgia y a su forma de hacer cine por mucho que pasen los años, e ingeniosa porque su colmillo y frescura sigue vigente en diálogos, réplicas y situaciones. A pesar de que va cumpliendo años la distancia generacional con sus personajes es cada vez mayor y es que ahora nos presenta a unos jóvenes universitarios cultos, románticos y con ambiciones artísticas entre lo literario y lo cinematográfico con cierto tono asocial más preocupado por el amor puro y la riqueza de la cultura que por otras bagatelas. Un fin de semana que les lleva a la ciudad paradigmática del cine de Woody Allen y que, a pesar de la violencia y las diferencias sociales que radican en ella, luce siempre con el encanto de postal característico que le pone el soñador director. Timothée Chalamet es el encargado de ser su alter-ego, un joven timorato, petulante, romántico y sobre todo nostálgico de un pasado y un tiempo que él mismo no ha vivido pero que idealiza a la hora de encarar su vida, deambulando entre la lluvia encontrándose a sí mismo y más a gusto en la vida bohemia, entre partidas de poker y bares con piano, que en la clase alta a la que pertenece. Y es que Allen presenta a unos personajes tan anacrónicos como encantadores, con referencias a “El gran Gatsby” y “El guardián entre el centeno”, que reivindican la capacidad de sentir a través del amor y de la cultura más allá de estímulos de móviles y redes sociales con crítica a la farandula de la industria representada por los personajes de Liev Schreiber (director insatisfecho por el resultado de su última película), Jude Law (guionista agobiado y cornudo) y Diego Luna (actor latino que no quiere encasillarse y que salta de relación en relación) que encuentran en una joven periodista una manera de seguir sintiéndose vivos o simplemente escuchados comprendidos. Una comedia romántica minimalista, agridulce y con la ironía marca de la casa, tirando y desmontando clichés pero para algo son suyos y Allen los maneja como nadie jugando a eso que sabe hacer tan bien a la hora de dibujar a personajes y que van desde la clásica prostituta de sus películas o, incluso, ese tipo que no quiere casarse al descubrir la desagradable risa que tiene su prometida. Alejada de las películas más redondas de Woody Allen, e incluso afeada y descuidada en su puesta en escena a pesar de tener el factor de un Storaro almibarado y crepuscular en la fotografía, así como con un reparto desigual en el que sobresalen un acertado Timothée Chalamet como niño rico que ve como el fin de semana que tenía pensado se va por el sumidero, una ingenua y divertida Elle Fanning, una desinhibida y mordaz Selena Gómez y una impecable pero breve Cherry Jones, la cinta huele a jazz, al toque de “screwball comedy” de los 40 y a la reflexión sobre las relaciones de amor que trató el propio director en los 70 que, si bien ha perdido aguijón y mordiente, sigue manteniendo intacto el poder evocador de su cine y la demostración de un estilo que no por repetido, entre neuras, referencias artísticas y triángulos amorosos, deja de ser genuino y muy agradable de ver. Tan ligera como disfrutable, tan caduca como entrañable y reparadora. Un Woody Allen que sigue firme con lo que mejor sabe hacer venciendo al boicot social y al cinismo de los críticos.

Conviene saber: Tiempos revueltos para un Woody Allen que sigue adelante con la demanda frente a Amazon Studios por incumplir el contrato de colaboración que firmaron entre ambas partes al arrinconar la película teniéndola en el cajón un año después de que se avivara la polémica que rodea a su pasado familiar tras la oleada #MeToo y de lo que ya fue juzgado en 1993. Los derechos de distribución volvieron a Woody Allen que ha podido estrenar esta cinta, al menos, en Europa.

La crítica le da un SIETE

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