"La desconocida"

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La historia se sitúa en un pequeño pueblo apacible, sin crímenes memorables, donde la actividad más "extrema" es observar al borrachín del pueblo que se recupera desayunando en el diner local, tras una noche durmiendo la mona en la pequeña cárcel local, pero atendido con afecto por el sheriff; o mirar a los turistas en los fines de semana, sobre todo cuando llega el otoño y las hojas secas de colores variados cubren el suelo como en un plano fijo de Terrence Malick. El paisaje invita a hacer fotos, a pintar acuarelas, a sentarse en un banco con un café caliente en las manos. Pero una desconocida va a hacer estallar esa paz.

Título: "La desconocida"

Autor: J.D. Barker y James Patterson

Editorial: RBA

Patterson y Barker suman entre los dos una cantidad asombrosa de novelas de misterio y thriller vendidas en todo el mundo. Sólo Agatha Christie podría mirarles de tú a tú. Más allá de sus carreras individuales, este dúo de pesos pesados ha escrito ya cinco novelas juntos; una serie de thrillers que mezcla el ritmo trepidante de Patterson con la atmósfera oscura y psicológica tan propia de Barker.

Hasta ahora, en español, solo teníamos "Los crímenes de la carretera", pero por fin podemos añadir una nueva entrega a nuestra estantería: "La desconocida". El título original es "Confessions of the dead", aunque la traducción cobra sentido desde las primeras páginas, cuando arranca la historia. Ambos autores ya han pasado por esta biblioteca sonora; J. D. Barker con "A puerta cerrada" y James Patterson con "Erupción" junto a Michael Crichton. Esta vez vuelven en tándem y logran ese tipo de relato que recuerda al mejor Stephen King: cuando la realidad empieza a desmoronarse y lo inexplicable se cuela por las rendijas del día a día.

Todo comienza en uno de esos restaurantes de película que parecen detenidos en el tiempo. Basta cerrar los ojos para reconocerlo: la fachada metálica refleja la luz del sol como en una escena de carretera de los años 50, los neones parpadean anunciando desayunos eternos y la puerta da paso a un mundo que ya no existe pero que recordaréis.

Dentro, el suelo ajedrezado blanco y negro, las cabinas de cuero rojo y una camarera con moño alto y delantal blanco que sabe deslizarse entre los taburetes giratorios de la barra como si flotara. Suena una canción clásica desde la jukebox del rincón, tal vez Elvis, tal vez Patsy Cline, y todo parece tranquilo, como en ese primer plano general con música nostálgica antes de que algo lo estropee todo.

En las mesas, los clientes desayunan huevos con bacon y patatas rayadas, tortitas con sirope, café recién hecho, hamburguesas, tartas de manzana y batidos servidos en vasos altos con pajitas de rayas. Es ese tipo de lugar donde uno espera que el sheriff entre a rellenar su taza de café y comentar con la camarera que no pasa nada desde hace semanas. Así es el único diner del lugar, La Vía Láctea, el corazón del pueblo, ese escenario donde todo está en calma pero que, como tantas veces hemos visto en el cine, será testigo de algo que empezará como un detalle extraño y acabará convirtiéndose en una pesadilla.

Y es precisamente allí, a las diez de la mañana, cuando se abre la puerta y empieza a gestarse algo que nadie puede entender del todo. El sonido de la puerta, un movimiento, una presencia fugaz que irrumpe sin ruido, como en "La niebla" (2007) de Frank Darabont, donde lo cotidiano se convierte poco a poco en terreno de lo imposible. Lo que podría parecer un sueño, una anécdota de esas que no se cuentan porque se olvidan rápido, se irá transformando en una pesadilla que se adhiere a la piel y ya no se va.

El pueblo, hasta entonces invisible, se convierte en escenario. Lo doméstico se transforma en trampa. Los personajes, que entraban al diner buscando café y tranquilidad, acabarán descubriendo que ese mismo lugar será testigo del principio de un descenso a lo más oscuro de la mente humana. Como en tantas películas que empiezan en calma y acaban en catarsis. Como en "Thelma & Louise" (1991), cuando el diner es pausa antes de la huida. Como en "Mulholland Drive" (2001), donde el miedo se esconde tras una esquina cualquiera, incluso bajo una mesa de desayuno.

Biblioteca sonora con la colaboración de Edith Rodríguez, Carlos Álvarez, Miguel López y Elena Serrano

Carlos López-Tapia

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