"La mujer que escribió Frankenstein"

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El precio de un cadáver, en buen estado, en la Inglaterra de Mary Shelley era de unas diez libras, equivalente al salario de un peón agrícola durante seis meses de entonces, hoy equivaldría a unos 1.500 euros. El robo de cadáveres, de los pobres y desfavorecidos por lo general, junto a la inquietud y curiosidad por la ciencia, ha sido objeto de decenas de historias y novelas. Desde estas páginas os hemos recordado una en concreto por tratarse de una historia a cuatro manos que mezcla realidad y ficción, pero podéis encontrar otras que tienen de trasfondo ese medio siglo entre el XVIII y el XIX en que la ciencia del cuerpo humano avanzó como jamás antes lo había hecho, a toda velocidad y en todas las direcciones. La ficción también produce a uno de los personajes más inspiradores desde entonces: un monstruo romántico, transformado por el cine de Hollywood en lo que no era en realidad, cuando nació en la mente de una mujer de 18 años.

Título: "La mujer que escribió Frankenstein"

Autor: Esther Cross

Editorial: Minúscula

Esther Cross ha escrito una biografía de aquellos años y de la mujer que escribió Frankenstein, derrotando a su esposo, el poeta del romanticismo, Percy Shelly, al mismísimo Lord Byron y al médico que llevó a novela al primer vampiro. La vida de Mary Shelley es tan peculiar como el personaje que creó, el segundo más llevado al cine tras Sherlock Holmes, aunque casi nunca siguiendo fielmente su historia.

Londres, una ciudad de la que todos hablan mal pero a la que todos quieren ir; Roma, el nido de los sentimientos más excesivos y románticos; o Suiza, donde nació un monstruo y la reputación de la escritora de más éxito del siglo XIX. Son los escenarios de esta biografía breve y muy atractiva, llena de detalles singulares.

En 1818, cuando Mary Shelley escribe su libro, en Londres había diez jefes de bandas de resucitadores, ladrones de cuerpos, que tenían doscientos empleados que hacían desaparecer más de mil cuerpos por año. Una joven muy poco común escribía una historia que la ha convertido en la escritora más atractiva de su siglo. En 1819, un año después de la publicación de "Frankenstein", un cirujano propuso una solución para acabar con el robo de cadáveres. Algunos propusieron expropiar los cuerpos de suicidas y prostitutas. Un político votó por la disección de los cuerpos de los reyes porque sus entierros le costaban una fortuna al pueblo y también reclamó a los cardenales y obispos, porque se debían a su grey.

Cross alterna la historia de Mary Shelley con la de su época. "El señor Dermott inventó el sistema de venta por anticipado y pago en cuotas, aunque la idea tenía un par de inconvenientes técnicos: el riesgo de que alguien le vendiera su cuerpo a más de un cirujano era uno, de que cobrara y se escapara de la ciudad era otro; que muriera sin avisar también era una contrariedad importante.

Hasta 1832, cuando se sancionó el Acta de Anatomía y los cuerpos de los condenados a la horca fueron reemplazados por los de los marginales, los ladrones de tumbas siguieron en funciones. Después de 1832, algunos ladrones de tumbas se retiraron y trataron de adaptarse. Otros no, aunque, como es lógico, tampoco se supo más de ellos".

En 250 páginas, Ester Cross nos asoma a un mundo donde las esposas viajan con corazones de maridos muertos o incluso con sus cabezas momificadas; donde la muerte se convierte en un espectáculo que va más allá de las tumbas barrocas del periodo anterior; que alcanza a las exhibiciones públicas de cadáveres embalsamados o "activados" por el reciente invento de la electricidad.

Carlos López-Tapia

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