"Soy Nevenka"
La web oficial.
El argumento: En el año 2000, Nevenka Fernández, de 24 años, concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada, sufre una persecución implacable, tanto sentimental como profesional, por parte del alcalde, un hombre acostumbrado a hacer su voluntad en lo político y en lo personal. Nevenka decide denunciar, aunque sabe que deberá pagar un precio muy alto: su entorno no la apoya, la sociedad de Ponferrada le da la espalda y los medios la someten a un juicio público. Su caso inicia en España el movimiento #MeToo mucho antes de que se invente el término. Una historia basada en hechos reales que convierte a su protagonista en una pionera al llevar por primera vez a un político influyente y popular ante los tribunales por acoso sexual y laboral.
Conviene ver: “Soy Nevenka” es la nueva cinta de Icíar Bollaín con la que la directora sigue explorando historias necesarias de mujeres reales a reivindicar después de “Maixabel” (2021). Ahora es el turno del caso que en España inició el #MeToo antes de que se conociera el término poniendo el foco en Nevenka Fernández, una joven prometedora con toda una carrera por delante que no sólo sufrió un abuso constante por su superior (el alcalde de Ponferrada Ismael Álvarez perteneciente al PP) llevándola a la desesperación y al daño emocional y psicológico sino también la incomprensión de los medios que no le hicieron justicia y que se cebaron con ella insinuando un carácter casquivano y trepa con el fin de proteger al poderoso. Un retrato sociológico que parte de una pequeña ciudad en la que todos se conocen (se tuvo que rodar en Zamora ante la negativa de Ponferrada donde la historia todavía levanta ampollas) para extenderse a una época en la que el que manda parece tenerlo todo a su alcance y estar por encima del bien y del mal (moviendo los hilos y tirando de carácter campechano) que explora la angustia, la confusión y el sentimiento de culpa de una joven que sólo quiere mantener su dignidad y que no está dispuesta a que la hagan pasar por una mentirosa, una oportunista o una vaga en su trabajo pasando de cegarse por la oportunidad que le da un hombre manipulador (nombrándola concejala de Hacienda a pesar de su juventud sólo para tenerla lo más cerca posible) a no poder escapar de sus garras con llamadas obsesivas y peticiones que cruzan la relación profesional. Una película que interpela al espectador pero que se pasa de didáctica quedándose en lo superficial y renunciando al clímax de la historia sabiendo, eso sí, manejar la tensión en momentos como los sucesivos acorralamientos del depredador ante su víctima o esa declaración extemporánea en rueda de prensa en la que Nevenka decide alzar la voz plantándose ante él y ejerciendo su derecho a ser escuchada y no callar por miedo o vergüenza siendo esa la arma con la que los verdugos intentan achantar y minar a sus víctimas.
Un acoso que se retrata como un goteo y que muestra como alguien puede quedar paralizado ante el estupor de lo que está sufriendo y lo importante que es que alguien esté detrás sujetando bien sean unos padres que al principio se resisten a comprender, un novio abnegado, unas amigas que espolean, una mujer que antepone las siglas políticas a su condición de mujer para apoyarla dentro del consistorio, o un abogado que sabe que no sólo se está representando a Nevenka sino a muchas mujeres silenciadas que necesitan un ejemplo al que seguir para contar su testimonio y que incluso a la hora de poder apoyar a Nevenka se callan por las consecuencias que pueden tener para ellas o sus familias, más cuando se han aprovechado del poder del agresor. Un trabajo que pretende ser tan claro en su denuncia que no arriesga sosteniéndose en una dirección efectiva pero de carril en la que no se destaca y en la que faltan aristas para retratar al depredador encarnado por un Urko Olazabal que consigue dar repugnancia con su personaje pero sin lograr transmitir ese encanto que hacía que el pueblo se volcara con él. Mireia Oriol cumple de sobra el reto en un trabajo en el que se muestra su desmoronamiento tras la ingenua seguridad inicial en la que le cuesta encontrar las pistas que demuestran la personalidad de un embaucador tóxico y mentiroso y que después le impiden irse para no darle el gusto de ello a su victimario aunque muchos (dentro del imaginario de aquellos años) le echen en cara de que no echara a correr si realmente lo estaba pasando tan mal.
Icíar Bollaín siempre es lúcida y valiente en su cine pero a la cinta le falta contundencia para ir más allá del caso que narra en el que lo más destacado es una mujer que frente al miedo y el acoso llevó a cabo un ejercicio de resistencia, dignidad y supervivencia haciendo prevalecer la determinación de su historia frente a la vulnerabilidad y fragilidad de su condición de víctima. El gran valor de la cinta es como Bollaín es capaz de mostrar como la sociedad ha evolucionado a la hora de tener una posición sobre según qué temas (reforzado por imágenes de telediarios y programas de la época que ahora indignan pero que antes se asumían) pero también dejando patente que todavía queda mucho en lo que avanzar. Una película que no necesita ser de las mejores de la directora para que su visionado sea imprescindible como retrato social y también como angustioso ejercicio de tensión que se aleja de ficciones para mostrar de dónde venimos y el papel que cada uno frente a esto pretende tener a la hora de construir una sociedad mejor.
Conviene saber: A competición en el Festival de San Sebastián 2024
La crítica le da un SEIS