"Vortex"

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La web oficial.

El argumento: Los últimos días de una pareja de ancianos que tienen demencia. "La vida es una fiesta corta que pronto será olvidada".

Conviene ver: “Vortex” es un Gaspar Noé más calmado y reflexivo tras sus habituales experimentales y oligofrénicas propuestas. Eso sí, una vez más no es nada complaciente en mostrar de manera descarnada como afecta la demencia a la relación de una pareja de ancianos. Sin música machacona, movimientos de cámara o tecnología 3D su arma es el rostro de Dario Argento y Françoise Lebrun que asumen estos roles de manera contenida y no transgresora en el otro reverso del “Amor” (2012) de Michael Haneke en el que se ve cómo la vida y lo que uno fue se va. La cinta se enriquece por la controlada improvisación, el dominio de los silencios y la cotidianidad terrenal, quizá anodina y plúmbea, pero nada impostada a la hora de mostrar a esas mentes que se descomponen antes que sus corazones. Inmersiva y exigente poniéndonos al espejo de lo que seremos nosotros si alcanzamos esa edad y de cómo la sociedad todavía no está preparada para cuidar a sus mayores a pesar de que vamos camino de ser uno de los países más envejecidos del mundo, a lo largo de 145 minutos con escasas localizaciones y diálogos pero sí con una forma de mostrar que va calando gota a gota gracias a su lucidez documental. Delicado y sutil, pero que no por ello deja de ser crudo e impactante, Gaspar Noé nos lleva a los terrores más humanos y ciertos, aquellos que nos representan a todos como especie en el que la muerte va sobrevolando de manera tan incómoda como sensible. Una pantalla partida que nos lleva a que, a pesar de que estén bajo el mismo techo, estas personas viven en su propio mundo conectándose en común en momentos intermitentes de lucidez o en interacciones con el hijo de ambos. Una rareza del director, a raíz de la degradación sufrida por la propia madre del director, que sufre el excesivo regodeo en un trabajo contemplativo que abusa de duración y de un discurrir de la vida mal entendido en el que mostrar la rutina no tiene que confundirse con traicionar al lenguaje cinematográfico. Una pena porque hay cosas muy interesantes en una cinta, lastrada por su duración y tono, así como el habitual exceso de un director que siempre tiene que hacerse notar, que marca un cambio de tercio en su filmografía y que al menos sí que queda como un trabajo ya referente a la hora de mostrar la llama que se apaga, tanto física y mentalmente, tanto para los que lo padecen en su propio cuerpo como en los que desde fuera asisten a la lánguida crueldad de la decrepitud. “Vortex” se adentra en algo universal y fácilmente reconocible mostrando el paso inexorable del tiempo en el que no se da ninguna concesión a la esperanza, sin el más mínimo atisbo de luz en esa vejez que retrata, en un trabajo solemne, intenso e impactante que, sobre todo, deja a uno agotado tras su visionado siendo ilustrativo e interesante lo que quiere contar pero fallando en cómo lo hace subrayando la miseria, la tristeza y el dolor de manera incisiva tal y como ha solido hacer en una filmografía en la que Gaspar Noé no ha dudado en emponzoñarse en lo más perturbador bien fuera una violación, una orgía, un chute psicotrópico o, como en este caso, una vida que se apaga.

Conviene saber: En la sección Cannes Première del Festival de Cannes 2021 y mejor película en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Festival de San Sebastián 2021.

La crítica le da un SEIS

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