In Memoriam: Alain Delon, el emperador del cine francés

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Querido primo Teo:

A tu despensa ha llegado uno de esos exquisitos manjares que se han de degustar con calma y el mejor de los caldos. Nos despedimos de Alain Delon, uno de los mayores símbolos del cine europeo del siglo XX. El actor francés ha fallecido a la edad de 88 años. El intérprete de “El silencio de un hombre” (1967) arrastraba severos problemas de salud y en junio de 2019 sufrió dos derrames cerebrales que mermaron su movilidad de manera notable, a ello hay sumar la pérdida en 2021 de Nathalie Delon, la madre de su hijo Anthony, a la que estuvo muy unido pese a una ruptura traumática. Alain Delon tenía esa cualidad que le distinguía del resto de los mortales, era magnético. Eso le permitió trascender. Uno de esos tipos que nació para ser rodado.

Detrás de una presencia arrolladora y su aire contestatario, que le llevaron a ser considerado el James Dean francés, su fama de conquistador, e incluso sus escándalos, se escondía un intérprete magnífico y que fue aprovechado al máximo por cineastas como Luchino Visconti, René Clément, Michelangelo Antonioni, Lino Ventura o Jean-Pierre Melville.

Nacido en la ciudad de Sceaux, en el año 1935, su infancia quedó marcada por el divorcio de sus padres cuando tenía cuatro años siendo criado por una familia de acogida. Ahí inició su ira contra el mundo y su carácter solitario y rebelde. Aunque hizo sus pinitos como charcutero, a los 17 años decide adelantar su servicio militar y participó como soldado en la Guerra de Indochina.

Con apenas 20 años fue descubierto en el Festival de Cannes por un cazatalentos a sueldo del productor norteamericano David O. Selznick y que le llegó a ofrecer un contrato pero Alain Delon optó por comenzar su carrera como actor en Francia. Para ello fue determinante el nombre de Yves Allégret, con quien debutó en “Quand la femme s’en mêle” (1957), siendo recomendado para el papel por la mujer del director que ya había caído en brazos del joven Delon.

El cine francés encontró en él y en su mirada de ojos azules, en una combinación propia de vivir entre la pasión y la tragedia, entre la seguridad de sentirse deseado y el desvalimiento de la soledad, a una gran estrella gracias al éxito de “Débiles mujeres” (1959) de Michel Boisrond. Alain Delon lo tenía todo para triunfar. Era insultantemente guapo y carismático y además tenía fama de chico malo, le expulsaron de varios colegios y también de la Marina, por lo tanto encajaba en lo que se estaba buscando.

Los modelos a seguir eran Marlon Brando y, especialmente, James Dean, cuya muerte en 1955 antes del estreno de “Rebelde sin causa” le había convertido en un icono pop. Una carrera abordada con riesgo en la que construyó su icono en el cine pero asentó su poderío interpretativo en el teatro. 

Alain Delon no tardó en conseguir su propia entidad como actor gracias a su participación en una serie de películas que le convirtieron en un intérprete codiciado a nivel internacional. Fue el primer rostro cinematográfico que tuvo Tom Ripley, el personaje concebido por la escritora Patricia Highsmith, y protagonizó “A pleno sol” (1960), la adaptación cinematográfica de “El talento de Mr. Ripley” que dirigió René Clément.

Con sólo cinco películas a sus espaldas el actor hizo valer su posición dejando ya patente su carácter ya que inicialmente había sido asignado para el rol de Philippe Greenleaf pero él consideraba que él papel más idóneo para él era el del protagonista, ese arribista de aspecto ingenuo pero rabia interior. A pesar de que los productores Robert y Raymond Hakim se indignaron la mujer de René Clement intercedió y el resto es historia.

Delon tuvo críticas magníficas, como un inseguro, ambiguo, perturbador y contundente Ripley, incluso contó con la aprobación de alguien tan difícil como la propia autora de la novela, y el film funcionó de maravilla en Francia y también en los Estados Unidos e Inglaterra. 

Delon se situó bajo el radar de Luchino Visconti. Su primera colaboración fue en “Rocco y sus hermanos” (1960), obra cumbre del neorrealismo italiano en un drama sórdido que refleja el desamparo de una familia obrera en la próspera Milán, y que se llevó el Premio especial del Jurado en el Festival de Venecia con Alain Delon dando vida al inocente Rocco del título en contraste con la seducción implacable de su Tom Ripley.

Un año después Visconti dirigió a Delon en la obra de teatro de John Ford “Lástima que sea una puta”, que fue un éxito monumental.

Alain Delon estaba en lo más alto de su carrera y se le consideró para protagonizar “Lawrence de Arabia”. En “El eclipse” (1962) de Michelangelo Antonioni saca su faceta más seductora al lado de Monica Vitti, como amantes en permanente desencuentro, y en “El gatopardo” (1963) de Luchino Visconti, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, se eleva su cotización ante los críticos con un Tancredi que se encuentra entre dos universos enfrentados entre sí y destinados a confluir el uno en el otro entre la irrupción de uno y la decadencia de otro.

Con “Gran jugada en la Costa Azul” (1963) se convirtió en el actor mejor pagado del cine francés pero Francia se le había quedado pequeña y se fijó el objetivo de hacerse las Américas. Firmó un contrato con la Metro-Goldwyn-Mayer para hacer cinco películas pero la experiencia resultó decepcionante ya que ahí era incapaz de demostrar que era mucho más que un "sex symbol". 

Tras no triunfar en Hollywood, se decía que era demasiado europeo e introspectivo para ello, volvió a fijar su mirada en el cine francés y a finales de la década de los sesenta se pudo encontrar su mejor versión. Protagonizó “Los aventureros” (1967) de Lino Ventura y dio un golpe en la mesa con “El silencio de un hombre” (1967) de Jean-Pierre Melville dando vida al "samurái" Jeff Costello.

Su encarnación de metódico asesino a sueldo en peligro pasó a ser un icono del séptimo arte y también de la moda en esta definición del polar francés, la respuesta del país al cine negro americano, a través de un trabajo sobrio en el que su mirada pétrea lo es todo. Director y actor repetirían en "Círculo rojo" (1970) y "Crónica negra" (1972) y el actor repetiría en ese género en su escasos escarceos en la dirección en "Por la piel de un policía" (1981), "El choque" (1982) y "Cerco de muerte" (1983).

El éxito de “El silencio de un hombre” convirtió a Alain Delon en un sello del cine negro francés y su imagen fue explotada hasta la saciedad. Pero su presencia era impagable en cualquier producción con aspiraciones y Alain Delon ya estaba en un estatus que le permitía vivir de las rentas sin despeinarse (desde explorar su lado aventurero en "Zorro" o "Alias el aventurero" en 1975 o trabajar con Godard en "Nueva ola" en 1990) y eso fue lo que hizo hasta que se retiró de la vida pública.

Interpretó a Julio Cesar en “Astérix en los Juegos Olímpicos” (2008), probó suerte en el mundo de la música, se dejaba ver con nuestras estrellas catódicas en “¿Qué apostamos?” u "¡Hola Raffaella!" e incluso participó en una de catástrofes como “Aeropuerto ‘80” (1979).

Junto a Jean-Paul Belmondo, rival para los medios pero compañero y cómplice en la realidad, fue la gloria nacional del cine francés en el apartado masculino. Ambos participaron en varios proyectos; "Una rubia peligrosa" (1958), "Amores célebres" (1961), "¿Arde París?" (1966), "Borsalino" (1970), "Las cien y una noches" (1995), "Uno de dos" (1998) y "Los actores" (2000).

Alain Delon fue reconocido por su atractivo y sus éxitos pero también por sus mujeres. La primera parte de su carrera está indudablemente unida a la figura de Romy Schneider. Se enamoraron en el año 1958 rodando la película “Amoríos”, ella que ya era una estrella europea le eligió entre las fotos del resto de candidatos, y se comprometieron un año después siendo la pareja más admirada de Europa a pesar de que la familia de la joven Romy no estaba nada a favor de que cayera en brazos de ese ex soldado irreverente y seductor.

Aunque Delon reconoció que Schneider fue el amor de su vida lo cierto es que no estuvo a la altura y mantuvo aventuras con algunas mujeres, entre ellas con la cantante Nico con quien tuvo un hijo al que no reconoció (el fotógrafo Ari Boulogne que falleció en 2023).

La pareja formada por Alain Delon y Romy Schneider contribuyó a la sensualidad cinematográfica con "La piscina" (1969) de Jacques Deray, con el que rodaría hasta nueve películas, una cinta que explora la perversión del deseo cuando una pareja que pasa unas tranquilas vacaciones en una villa cercana a Saint-Tropez invita a la casa a la ex pareja de ésta y a su hija. Celos, sospechas y secretos en un ejercicio brillante entre el drama psicológico y el cine policiaco rodeado de calor alienante y sudor.

Tras separarse de Romy Schneider en 1963 (con la que nunca se casó), Alain Delon contrajo matrimonio con Nathalie Barthélémy en 1964, con quien tuvo a su hijo Anthony, y de quien separó en 1968. Posteriormente estuvo unido sentimentalmente a Mireille Darc, entre 1968 y 1982, y Rosalie Van Breemen, con la estuvo casado entre 1987 y 2002 y con la que tuvo dos hijos (Alain Fabien y Anouchka) en la década de los 90.

Ganó el César al mejor actor con "Habitaciones separadas” (1984) de Bertrand Blier y previamente había sido candidato al premio otorgado por la Academia de cine francés por sus trabajos en “El otro señor Klein” (1976) de Joseph Losey y “Muerte de un corrupto” (1977) de Georges Lautner. Fue reconocido con el Oso de Oro honorífico en el Festival de Berlín en 1995 y con la Palma de Oro honorífica del Festival de Cannes en 2019

En una entrevista en 2021 a Paris Match, Delon expresó su apoyo a la eutanasia, definiéndola como "la cosa más natural y lógica del mundo". En 2022, el hijo de Delon, Anthony, reveló en su autobiografía "Entre chien et loup" que, después de la muerte de su madre, Nathalie, el actor le había encargado que le quitaran el soporte vital si caía en coma.

Eso llevó a que muchos medios sacaron esto de contexto diciendo que le actor había solicitado que se le aplicara el suicidio asistido en Suiza. El pasado mes de abril se publicó que se le había aplicado una tutela forzada solicitada por su hijo mayor y a la cual se opuso su abogado. En los últimos tiempos se habló más de él por alguna declaración poco políticamente correcta (propiciada por su pensamiento conservador llevando a la homofobia y la islamofobia), acusaciones de comportamiento violento y por su carácter de animalista convencido.

Un concepto de estrella como las de antes, con una presencia que aunaba la vulnerabilidad y el enigma, lo angelical y lo cruel, que eclipsó para bien y para mal tanto al actor como a la persona tanto dentro como fuera de pantalla.

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Mary Carmen Rodríguez 

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