Patricia Highsmith, la fascinación de la intriga con clase

Patricia Highsmith, la fascinación de la intriga con clase

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Querido Teo:

El pasado 19 de Enero Patricia Highsmith hubiera cumplido 100 años. Una escritora que desde la década de los 90 ha visto acrecentado su interés siendo una gran opción introducirse en su universo para llevar a la pantalla esa mezcla de intriga, elegancia y fatalidad que inunda su obra entre pasiones y ambigüedades morales. Racista, ingrata, maleducada, tacaña y hasta inhumana, son adjetivos que se han tildado a su persona pero eso no ha impedido que sea una de las autoras más apreciadas por el cine.

Nacida en Texas en 1921, el talento de Highsmith era el mismo que el del amoral Tom Ripley, su personaje más conocido, y es que que ambos emplearon la literatura para cometer crímenes y, a pesar de todo esto, fueron capaces de provocar atracción, a menudo teñida de estupefacción.

Highsmith comenzó en el mundo del cómic, intelectualmente despreciable en sus primeros años, lo ocultaría posteriormente siempre que le era posible y no fueron muchas las cosas que escondió, ya que llenó casi un centenar de cuadernos con detalles de su vida, desde lo más público a intimidades sexuales con sus muchos amantes, preferiblemente femeninas.

La clase de enamoramiento que, por lo general, le funcionaba mejor era el basado en unas pocas semanas de relación con la mujer en cuestión y años y años de fantasías anhelantes. Se trata de un estado que la mayoría de los escritores reconocerían, con sentimiento de culpabilidad, que les resulta productivo.

En el caso de Patricia Highsmith no se daba la culpabilidad porque desde sus comienzos antepuso su tarea como escritora en busca del éxito a cualquier otra cosa. Su obstinación y ego, fruto de una fuerte personalidad que no entendía de complacencias, golpeaban el teclado junto a ese sentimiento interior de ser una incomprendida en un mundo de apariencias que no casaban con ella.

“Extraños en un tren” (1951) fue la primera película basada en una de sus obras y surgió ante la necesidad de Alfred Hitchcock de conseguir un éxito popular. Fue en Raymond Chandler en quién confió el guión haciendo éste una serie de modificaciones que no hacen justicia al lado más perturbador de la historia. Recordemos que la cinta trata sobre un joven campeón de tenis que es abordado en su vagón de tren por Bruno, un tipo que conoce su vida y milagros a través de la prensa y que, inesperadamente, le propone un doble asesinato, pero intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse recíprocamente la impunidad.

Los dilemas éticos sobrevuelan una cinta en la que es una gozada ver fusionados los universos de Hitchcock y Highsmith dejando para el recuerdo al amoral personaje interpretado por Robert Walker y algunas escenas como la del encuentro en el tren, la partida de tenis o el juego de espejos del tiovivo. Hitchcock volvería a basarse en una obra de la escritora con “Annabel”, uno de los capítulos de su serie televisiva en 1962.

“A pleno sol” (1960) nos presentó al primer Tom Ripley cinematográfico, un imponente Alain Delon en una cinta de René Clement centrada en un cazafortunas que es enviado a Europa por un hombre rico para que haga entrar en razón a su hijo mimado que se está dando la gran vida con el fin de que vuelva y se haga cargo de la empresa familiar.

Una fotografía lucidora, la banda sonora de Nino Rota y las perversiones que encierra este personaje convierten a la cinta en una de las adaptaciones más icónicas de la obra de una escritora que tuvo la inspiración para el personaje en un viaje por Europa con el dinero que ganó por la adaptación de “Extraños en un tren”. Highsmith escribió cinco novelas sobre él, la primera en 1955, conocida como “El talento de Mr. Ripley”, y la última en 1991 con el título de “Ripley en peligro”.

En “El amigo americano” (1977) Wim Wenders capta la esencia de la obra de la escritora pero dotándole de su genuina personalidad como realizador. Un gran ejemplo de serie negra con la referencia americana pero pasado por el tamiz europeo cuando el marchante americano Tom Ripley (Dennis Hopper) intenta poner a prueba la integridad de Jonatham Zimmermann, un humilde fabricante de marcos (Bruno Ganz) que padece una enfermedad terminal. Ripley le presenta a un gánster que le ofrece mucho dinero a cambio de que trabaje para él como asesino a sueldo. En un principio rechaza la oferta, pero, al pensar en el precario futuro que espera a su mujer y a su hijo después de su muerte, acaba aceptando el trato.

Puro deleite para la cinefilia al contar Wenders en el reparto con algunos de sus directores preferidos como Nicholas Ray, Jean Eustache y Samuel Fuller. Dennis Hopper está magnífico con un personaje del cual bebería posteriormente su Frank Booth de “Terciopelo azul” (1986) a pesar de que la primera opción de Wenders fue John Cassavetes. “El amigo americano” se basa en “El juego de Ripley”, la tercera de las novelas de Ripley publicada en 1974.

Claude Chabrol dirigió “El grito de la lechuza” (1987), un trabajo sobre un voyeur que pretende sanar sus problemas matrimoniales espiando desde la ventana a su joven vecina, una muestra de estabilidad, calma y belleza que le fascina, pero este tipo no tenía ni las capas ni los matices de un Tom Ripley que volvería con fuerza en “El talento de Mr. Ripley” (1999), la lujosa adaptación de Anthony Minghella con Matt Damon cogiendo el testigo de Alain Delon.

Una cinta sugerente y que, aunque va de más a menos, lograba hacer justicia al texto y al personaje a pesar de contar con un Jude Law pletórico que dejaba al Ripley de Damon lleno de complejos tanto físicos como interpretativos. Ripley volvió a ponerse de moda y no se tardó mucho en ver una nueva adaptación de "El juego de Ripley" (2002), ahora con John Malkovich, y “Ripley under ground” (2005), basada en la segunda novela, “La máscara de Ripley”, publicada en 1970.

"Las dos caras de Enero" (2014), cinta con Viggo Mortensen, Kirsten Dunst y Oscar Isaac, mostraba el triángulo formado por una pareja de turistas y un estafador en la Acrópolis pero fue con "Carol" (2015) cuando Patricia Highsmith tuvo de nuevo una adaptación a su altura.

Fue gracias a la pulcritud, elegancia y exquisitez de un Todd Haynes que adaptó la novela “La sal de la tierra” en la que, en el Nueva York de la década de los 50 del siglo XX, Therese Belivet, una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird, una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre y teniendo que vivir su amor entre las rendijas que les permite el mundo que les rodea.

En 1952 se publicó prácticamente de tapadillo la novela, utilizando Highsmith el seudónimo de Claire Morgan para que el público no la vinculara con “Extraños en un tren” que acababa de cosechar un enorme éxito. El texto fue rechazado por un sinfín de editores porque era una historia de lesbianas que, en parte, vivían su amor a pesar de las convenciones y la moral de la época.

La novela fue reeditada de nuevo en 1989 con el nombre de "Carol" y ya con Patricia Highsmith acreditada como autora. Cate Blanchett y Rooney Mara están magníficas en una cinta que encandiló a los críticos y que obtuvo 6 nominaciones a los Oscar aunque la Academia prescindiera de ella en película y dirección.

“Extraños en un tren”, “El amigo americano”, “El talento de Mr. Ripley”, “Mar de fondo” y tantas otras novelas llevadas al cine con sus argumentos, o inspirándose en ellos, convirtieron a Patricia Highsmith en una persona popular, rica y respetada, afincada en Europa porque se sentía más apreciada que en su país, y la relacionaba con muchos de los personajes relevantes de su tiempo.

Al morir, todas sus pertenencias fueron trasladadas al enorme sótano climatizado de los Archivos Literarios Suizos, en Berna, al más bajo de los siete niveles del gran edificio blanco de estilo Bauhaus, y pertenecen al pueblo suizo, ya que salvo una donación filantrópica a un centro estadounidense, no deseó legar nada importante ni a familiares ni a amigos.

Una autora fascinante, compleja e infeliz traumatizada por una vida marcada por su sensación de abandono ante unos padres que no quisieron reparar en ella, vivió gran parte de su infancia con su abuela, y por tormentosas relaciones que dejaron una honda amargura en su personalidad convirtiéndola en una ermitaña sociópata que plasmó esa rabia y ese odio al mundo con sus personajes y a través de la mejor literatura posible. Una contribución de la que la pantalla sigue nutriéndose como un valor seguro ya que la huella y la sombra de Patricia Highsmith es más alargada que nunca. Erosionada por sus adicciones al tabaco y al alcohol murió el 4 de Febrero de 1995 a la edad de 74 años y con la única compañía de su gato.

Nacho Gonzalo

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