Jack Lemmon, el centenario de la bonhomía encarnada

Jack Lemmon, el centenario de la bonhomía encarnada

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Querido primo Teo:

Cuando Kevin Spacey recogió el Oscar al mejor actor por “American beauty” en el año 2000 le dedicó el triunfo a Jack Lemmon, quien inspiró su actuación, fue su mentor, casi un segundo padre y cuyo trabajo en “El apartamento” de Billy Wilder es una de las mejores interpretaciones que hemos tenido en la historia del cine. Jack Lemmon representaba al tipo corriente que estaba lejos de vivir una gesta extraordinaria, como cualquier protagonista de una película de Alfred Hitchcock. Era lo más parecido al Pete Campbell de la serie “Mad Men”, alguien que a lo máximo que podía aspirar era a tener un rollo de una noche con la secretaria menos atractiva de la oficina, pero a quien perdonarías sus errores porque no tenía maldad. Con el rostro de otro actor, C.C. Baxter sería un personaje desagradable porque es un trepa que ofrece su casa a sus jefes para poder ascender en la empresa. En cambio Jack Lemmon consigue que empaticemos con ese trabajador con una ética cuestionable porque ha tenido la mala suerte de enamorarse de la amante de su superior.

Lemmon era la encarnación de la bonhomía; su cara de buena persona le llevó a convertirse en un indispensable de la comedia, pero el actor logró demostrar que era mucho más que el hombre que caía bien a todo el mundo. Eso lo supo ver Billy Wilder que lo convirtió en lo más parecido a su "alter ego" o Blake Edwards que le llevó a unos registros que la industria no concebía para él. Si Lemmon en la comedia era extraordinario, en la tragedia era incluso superior, uno de los más grandes de la historia. 

Este pasado 8 de febrero se ha celebrado el centenario del nacimiento de Jack Lemmon. Llegó al mundo de una manera apresurada ya que su madre, que estaba de siete meses, se puso de parto en el ascensor del hospital cuando se disponía a acudir a una rutinaria revisión ginecológica. Jack Lemmon, nacido bajo el nombre de John Uhler Lemmon II, pertenecía una familia de clase media de Boston y su infancia estuvo marcada por las continuas peleas entre sus padres, que optaron por separarse, y su frágil salud.

Lemmon encontró en el deporte y posteriormente en la interpretación unas vías para poder escapar de los problemas. Fue un destacado atleta durante su adolescencia y tuvo la oportunidad de ingresar en una prestigiosa escuela preparatoria, la Phillips Academy, antes de ingresar en la Universidad de Harvard donde llegó a presidir su grupo de teatro y también comenzó a coquetear con la música. Con la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Lemmon sirvió en la Marina como oficial de comunicaciones. 

Se trasladó a Nueva York, gracias a la ayuda económica de su padre que era un ejecutivo de una empresa alimentaria, con el objetivo de comenzar su carrera como actor. En esa etapa fue fundamental su entrada en el Old Nick Saloon, un local situado en la Segunda Avenida, donde se ofrecía un espectáculo que complementaba las proyecciones de películas mudas, ahí no solamente actuaba sino que tenía que cantar y bailar.

La experiencia le sirvió para dar el salto a la radio y posteriormente a la televisión, donde prácticamente hizo de todo entre los años 1948 y 1952. Participó en la mayoría de los shows televisivos de la época, principalmente en series cómicas que se emitían en directo, interviniendo en más de quinientos episodios. En ese medio conoció a la actriz Cynthia Stone con quien se casaría en 1950. 

Su trabajo en la televisión le llevó a los escenarios de Broadway que fue la plataforma que le haría llegar a Hollywood. En 1953 estaba interviniendo en la obra “Room service” que fue un desastre, ya que finalizó a las dos semanas de su estreno, pero estuvo el tiempo suficiente para ser descubierto por Max Arnow, cazatalentos al servicio de la Columbia Pictures, que le ofreció la posibilidad de tener un encuentro con el jefazo de la compañía Harry Cohn con vistas a firmar un contrato.

El magnate no estaba convencido con el nombre de John Lemmon, le gustaba más John Lennon. Al actor no le hacía ninguna gracia eso de alterar su apellido, aunque sí aceptó sustituir el John por Jack. Fue la determinación de Lemmon lo que gustó al pez gordo de la industria que inmediatamente le dio trabajo en la película de George Cukor “La rubia fenómeno” (1954). Una comedia confeccionada para explotar el talento de Judy Holliday y que sirvió para que Lemmon se diera cuenta de que el cine tenía un lenguaje diferente, ya que podía caer fácilmente en la sobreactuación si le ponía la misma intensidad que le demandaba el teatro. 

“La rubia fenómeno” se convirtió en un éxito y la interpretación del actor metido en la piel de un director de documentales que se enamora de una modelo obsesionada con conseguir la fama caló bastante en el público por su carisma natural y su dominio de la comedia. Con este trabajo se fijó la principal característica en la trayectoria de Jack Lemmon, había nacido para encarnar al hombre común.

Curiosamente Harry Cohn, que tenía dudas sobre las posibilidades de su nuevo fichaje para alcanzar el estrellato, quería convertir al actor en un galán tradicional algo que realmente no encajaba con Lemmon, ni con su personalidad ni con su aspecto; eso quedó demostrado cuando asumió el papel de Clark Gable en una adaptación al musical de la legendaria “Sucedió una noche” de Frank Capra, donde fue emparejado con June Allyson, y que fue uno de tantos proyectos rutinarios con los que la Columbia rentabilizaba su catálogo. 

La consagración de Jack Lemmon como nuevo valor de la comedia llegó con “Escala en Hawai” (1955), adaptación de la aclamada obra de teatro de Broadway, acometida por John Ford y que abandonó por un problema de salud y tras pelearse con Henry Fonda; algo que no deja de ser curioso viendo las colaboraciones anteriores entre los dos y que Fonda, que ya había protagonizado la obra en Broadway, entró en esta película por imposición de Ford a la Warner Bros. que quería a alguien más joven y con gancho para la audiencia como Marlon Brando.

Jack Lemmon asumió el papel del oficial Pulver, probablemente el tripulante más torpe y pasota del buque mercante estadounidense que navega por las aguas del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, pero que termina revelando sus valores. El rodaje de “Escala en Hawai” no le resultó fácil al actor, imponía ponerse bajo la batuta de un director muy férreo y que no era amable con aquellos que no pertenecían a su universo. La película, que fue terminada por Mervin LeRoy, supuso un gran éxito y el principal beneficiado fue Jack Lemmon que consiguió el Oscar al mejor actor de reparto.  

Pese al Oscar conseguido con “Escala en Hawai” Jack Lemmon no pudo liberarse de la presión que le sometía Harry Cohn, que le obligaba a protagonizar películas que no estaban a la altura de su talento pero que eran más fáciles de vender. Que se convirtiera en una figura popular fue lo que le permitió ascender a proyectos más serios como “Fuego escondido” (1957), un drama de aventuras en el que Lemmon es llevado al límite, y “El cowboy” (1958), un western con el que quiso romper con su imagen de actor cómico. 

En la carrera de Jack Lemmon, para conseguir liberarse del yugo de Harry Cohn, fue determinante la aparición de Billy Wilder con quien forjó una de las colaboraciones más icónicas y fructíferas del cine. El encuentro se produjo gracias a “Con faldas y a lo loco” (1959). Wilder estaba buscando al actor idóneo para encarnar a Jerry y, tras barajar algunos nombres, se dio cuenta de que no había nadie mejor que Lemmon debido a su impecable sentido de la comedia y la capacidad para equilibrar el humor físico con emociones auténticas.

A Lemmon le encantó el papel pero le preocupaba cómo sería percibido por el público vistiendo de mujer. La relación entre Wilder y Lemmon fue magnífica desde el principio. Compartían un agudo sentido del humor y una ética rigurosa de trabajo. Wilder encontró a un actor tan dispuesto a seguir sus indicaciones como brillante en sus aportaciones y Lemmon vio en Wilder a alguien que sabía perfectamente lo que quería. 

Fue un desafío interpretar a Daphne, Wilder no solamente quería que Lemmon se viera como una mujer sino que pensara y reaccionara como tal. El actor logró esto de manera excelente, llegando incluso a improvisar momentos icónicos como su conversación sobre su compromiso con Tony Curtis.

“Con faldas y a lo loco”, una de esas películas hechas en estado de gracia, se convirtió en una de las cumbres de la comedia. Fue clave la química entre Lemmon, Curtis y Monroe. Jack Lemmon fue nominado al Oscar y, aunque no ganó frente al Charlton Heston de “Ben-Hur”, su interpretación ha pasado a ser una de las más celebradas de la historia del cine. 

La exitosa colaboración entre Wilder y Lemmon en “Con faldas y a lo loco” tenía que repetirse y la oportunidad fue “El apartamento” (1960), con la que el director quería probar algo más serio. Inspirándose en la historia de un hombre que prestaba su apartamento a ejecutivos para sus aventuras amorosas, algo así como el amigo que prestaba su casa en “Breve encuentro” pero con mayores ambiciones, Wilder y el guionista I.A.L. Diamond concibieron al personaje de C.C. Baxter, el empleado de una empresa de seguros que comienza a ascender dejando que sus jefes utilicen su apartamento como picadero, pensando en Jack Lemmon. 

El actor entregó una actuación llena de matices, combinando su característico humor con la vulnerabilidad emocional. El argumento de “El apartamento” fue revolucionario en su momento porque nos presenta a un protagonista, un hombre decente, que se ve atrapado en un sistema corporativo cínico, dispuesto a sacrificar su dignidad para avanzar en su carrera y que pasa de ser un hombre servil y tímido a alguien que recupera su dignidad al enfrentarse a su jefe, porque se ha enamorado de su amante, con el maravilloso rostro de Shirley MacLaine, que es la ascensorista y no soporta ver que siga utilizándola.

“El apartamento” fue la gran vencedora en la edición de los Oscar de 1961, ganando cinco premios aunque Jack Lemmon no se lo llevó. Este fue el punto más alto de la colaboración entre Wilder y Lemmon, el director calificó al actor como su "alter ego" perfecto, porque era alguien capaz de expresar cualquier emoción que él imaginara. 

Si con “El apartamento” Jack Lemmon parecía que había alcanzado la cumbre interpretativa el actor iba a impactar con “Días de vino y rosas” (1962) de Blake Edwards, una exploración desgarradora del alcoholismo y sus efectos devastadores en una pareja. Lemmon interpretó a Joe Clay, un tipo de éxito y carismático que introduce a su mujer (magnífica Lee Remick) en el mundo del alcohol y lo que comienza siendo algo festivo termina convirtiéndose en una espiral de adicción y desesperación y lucha por la recuperación.

Lemmon, que años después confesó su dependencia de la bebida, se enfrentó a un papel exigente, tenía que mostrar un rango emocional profundo, desde el encanto inicial hasta el colapso de un hombre devorado por la adicción. Por “Días de vino y rosas” fue galardonado con la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián en 1963 y logró una nueva candidatura al Oscar. Su interpretación lo tenía difícil frente a la de Gregory Peck en “Matar a un ruiseñor” pero marcó un punto de inflexión en su carrera ya que fue su consolidación como actor dramático de gran nivel. 

En menos de diez años Jack Lemmon había pasado de ser un currito de la televisión y el teatro que había entrado en la plantilla de Harry Cohn a convertirse en uno de los actores más queridos de Hollywood. Estaba en las antípodas de los guapos oficiales de la siempre pacífica comunidad de Tinseltown pero era como el protagonista de “Marty”, alguien con el que era muy fácil sentirse identificado, y eso también lo quiere ver el público.

Pese a vivir una gran etapa profesional, Lemmon no se sentía seguro y creía que pronto llegaría el momento en el que dejarían de contar con él. Eso estaba lejos de suceder ya que su agenda seguía llena de proyectos. Volvió a trabajar con Blake Edwards en “La carrera del siglo” (1965), asumiendo un doble personaje que le permitió trabajar en la comedia más pura y por la que cobró un millón de dólares. La película metió en serio aprieto a la Warner porque fue muy cara y tuvieron que pasar años para que diera dinero.

Siguió con su fructífera colaboración con Billy Wilder en “Irma la dulce” (1963), “En bandeja de plata” (1966) y “¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?” (1972), que en su momento no fue bien valorada y que solamente el tiempo ha puesto en el lugar que se merece como una de las obras maestras de la filmografía del director. 

“En bandeja de plata” supuso el encuentro con Walter Matthau, quien se convirtió no solamente en su mejor pareja cinematográfica sino en un grandísimo amigo. Por “En bandeja de plata” Matthau se llevó el Oscar al mejor actor de reparto por encarnar a un abogado de medio pelo que convence a su cuñado, un cámara de televisión que ha sido arrollado por un jugador de fútbol americano en un partido, para que exagere sus lesiones y sacarle más dinero al seguro.

El contraste entre las personalidades de los dos, Lemmon más serio y metódico y Matthau mucho más sarcástico y espontáneo, les hacía funcionar como un reloj, teniendo una química que no ha vuelto a experimentarse por mucho que se haya tratado de repetir la fórmula a lo largo de estas décadas. La unión de Lemmon y Matthau fue muy exitosa, sobre todo en la adaptación cinematográfica de la aclamada obra de Neil Simon “La extraña pareja” (1968), donde los dos están en estado de gracia como los dos divorciados absolutamente incompatibles que pasan a compartir piso.

Era una delicia ver a ambos en la gran pantalla y esa dupla fue explotada incluso en los noventa, cuando los dos eran símbolos de un Hollywood que ya no existía, siendo acogidos con cariño por las nuevas generaciones de espectadores. 

El nuevo Hollywood encumbró a Jack Lemmon como uno de los mejores actores de la historia y no por sus actuaciones en la comedia sino por el drama. Ganó el premio al mejor actor en el Festival de Cannes por “El síndrome de China” (1979) de James Bridges, por la que nuevamente fue nominado al Oscar, una crítica contra la energía nuclear producida y protagonizada por Jane Fonda y Michael Douglas.

Lemmon encarna a un ingeniero de una central en la que ha ocurrido un accidente que se quiere encubrir que se debate entre la lealtad profesional y su conciencia. El estreno de la película se adelantó al accidente real que sufrió la central nuclear de Three Mile Island.

Un año después fue reconocido en el Festival de Berlín y con el Globo de Oro por “Tributo” (1980) de Bob Clark, traducida en otra candidatura al Oscar, donde el actor, que ya había protagonizado la obra en Broadway, encarnó a un agente de prensa que busca la redención cuando asume que está sentenciado por una terrible enfermedad.

El Festival de Cannes volvió a premiar a Jack Lemmon por su interpretación en “Missing (Desaparecido)” (1982) de Costa-Gavras, basada en la historia real de Charlie Horman, un periodista estadounidense asesinado tras el Golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile y que, según las investigaciones, su muerte se produjo para ocultar la participación de los Estados Unidos en la caída de Salvador Allende.

Jack Lemmon encarnó al padre de Horman, un exitoso hombre de negocios conservador que termina renunciando a sus ideales hasta el punto de enfrentarse a las autoridades de su país. Logró una nueva candidatura al Oscar y su trabajo en “Missing (Desaparecido)” ha quedado como una de las más conmovedoras de su carrera. 

El Oscar al mejor actor lo consiguió precisamente por una interpretación dramática, la realizada en “Salvad al tigre” (1973) de John G. Avildsen. Lemmon había nacido para encarnar a Harry Stoner, un empresario textil de Los Ángeles que enfrenta una profunda crisis personal y moral. Atrapado entre las demandas de su negocio en quiebra y sus propios remordimientos. Un personaje complejo y atormentado, roto por la presión del capitalismo salvaje, los fantasmas de la guerra y la pérdida de los valores personales.

Lemmon logró transmitir con intensidad el sufrimiento y agotamiento del protagonista, especialmente en aquellas escenas en las que sufre un colapso emocional. Aunque “Salvad al tigre” no fue un gran éxito comercial sí que consolidó el estatus de Lemmon como un actor de amplio registro, capaz de conmover y desafiar al público con personajes complejos y humanos. 

Billy Wilder murió en 2002, siendo casi un centenario, sobrevivió a Walter Matthau y Jack Lemmon. Pese a que estuvo lúcido hasta el final, su carrera se paró en 1981 porque no era un valor fiable para las aseguradoras y Hollywood solamente apostó por él para los homenajes. Wilder contó con su actor fetiche en las películas con las que se despidió, “Primera plana” (1974) y “Aquí, un amigo” (1981), emparejándolo nuevamente con Walter Matthau tras los excelentes resultados de este dúo.

"Primera plana" es otra versión de “Un gran reportaje” y nos presenta a un aventajado periodista que quiere retirarse del negocio para tener una vida tranquila con su prometida, una jovencísima Susan Sarandon, mientras que el editor del periódico se niega a perder al mejor de sus redactores. Es una cinta que destaca por su cinismo y humor negro y la extraordinaria química de Lemmon y Matthau y funcionó muy bien cuando se estrenó en 1974.

Lamentablemente no sucedió lo mismo en 1981 con “Aquí, un amigo” en la que un suicida le fastidia la misión a un implacable y metódico asesino profesional pero sí que fue un título que cerró de manera fiel una filmografía que si por algo se caracterizó fue por su mordacidad. 

En el año 2000, meses antes de su muerte, Jack Lemmon se alzó con el Emmy al mejor actor por el telefilm “Martes con mi viejo profesor”. En el tramo final de su carrera se convirtió en un secundario de lujo que se puso a las órdenes de Robert Redford, Robert Altman, Oliver Stone, Kenneth Branagh y James Foley. Estuvo en “J.F.K.: Caso abierto” (1991), “Hamlet” (1996), “Glengarry Glen Ross (Éxito a cualquier precio)” (1992) y "Vidas cruzadas" (1993), siendo por las dos últimas premiado en el Festival de Venecia.

Tras separarse de Cynthia Stone, madre de su hijo Chris, se enamoró de la actriz Felicia Farr durante el rodaje de "Irma la dulce", con ella contrajo matrimonio en 1962 y tuvieron una hija, Courtney. Jack Lemmon solamente dirigió una película, “Señor Kotcher” (1971), un regalo que le hizo a Walter Matthau que realizó una de las mejores interpretaciones de su carrera y fue por ello nominado al Oscar.

Gustó mucho a la crítica pero no fue un gran éxito y probablemente por eso la carrera como director de Lemmon no tuvo continuidad aunque la experiencia le resultó muy provechosa, especialmente por el hecho de colaborar tan estrechamente con quien era muy querido para él.

La muerte de Walter Matthau en el año 2000 dejó seriamente tocado a Jack Lemmon quien ya llevaba más de un año luchando contra un cáncer de vejiga, el actor terminó falleciendo a la edad de 76 años el 27 de junio de 2001. Hollywood abrazaba un nuevo siglo pero supo despedirle con el respeto que indudablemente merecía alguien que supo dignificar el oficio.

Mary Carmen Rodríguez 

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