San Sebastián 2023: El equilibrio entre la mente y el cuerpo en comedia argentina y Matteo Garrone baña de épica y emoción el drama de los refugiados

San Sebastián 2023: El equilibrio entre la mente y el cuerpo en comedia argentina y Matteo Garrone baña de épica y emoción el drama de los refugiados

1 Sarcofago2 Sarcofagos3 Sarcofagos4 Sarcofagos5 Sarcofagos (Sin votaciones)
Cargando...

Deja tu comentario >>

Querido Teo:

Una comedia argentina tan reflexiva como existencialista ha sorprendido en una sección oficial no tendente habitualmente a un género como éste pero que parece que este año ha querido no sustentarse sólo en el drama puro y duro y abrazar otras apuestas. En cambio Matteo Garrone se ha asegurado presencia en las Perlas (tras ganar el premio a la mejor dirección en el Festival de Venecia 2023) con una cinta pertinente que mira a los ojos de una Europa que dice muchas palabras vacías y que, en verdad, le interesa ver la realidad más bien poco. 

“La práctica” (Martín Rejtman) // Sección Oficial

Con ecos al cine de Woody Allen de los 70 se nos presenta “La práctica”, una comedia argentina más liviana que inspirada en la que asistimos al desmoronamiento de una pareja, él argentino, ella chilena, y ambos profesores de yoga. Gustavo perdió la casa y los muebles, pero se quedó con el estudio y la mayoría de los alumnos, mientras que ella se mantiene con el resto y con el convencimiento (más que él) de que ya no hay marcha atrás y que lo peor que se puede hacer llegados a este punto es negar la evidencia.

Un universo lleno de sacrificios y rutinas que termina hastiando una relación adormecida por la previsibilidad que lleva a que todos los proyectos en común salten por los aires, acuciado por un estrés que lleva al atribulado protagonista no sólo a lesionarse sino en ir a la deriva y sin rumbo alojándose incluso en la casa de su ex cuñado y su mujer, insistentes fumadores y metomentodos, hasta que después comparte un departamento o se queda en su propio estudio, mientras su madre le martiriza en conversaciones a través de Zoom y en algún que otro viaje en el que cualquiera querría que la tierra le tragara.

“La práctica” es una película sobria que tiene claro lo que quiere contar aunque a veces parece que divague durante su recorrido. En el mismo se presenta nada más y nada menos que el devenir de un tipo, Gustavo, que ha perdido su “status quo” y tendrá que poner en práctica ese equilibrio entre cuerpo y mente tan propia de la práctica de la que es profesor y que le hará conectar (más espiritual que románticamente) con una antigua alumna que trabaja en una farmacia y que se convertirá en confidente de charlas y paseos. Además será testigo de una panoplia de personajes, la mayoría relacionados con sus clases, cómo una chica alemana queda amnésica tras caérsele encima un biombo durante una clase debido a un terremoto o toparse con un caradura aprovechado que piensa que la vida está para que los demás le sirvan a uno.

Un humor caustico y propio de diván que hace de su sencillez y falta de pretensiones una de sus mayores virtudes centrándose en un tipo que se refugia en el veganismo y la meditación como justificación de su fracaso en la vida, especialmente con las mujeres y sufriendo una rotura de menisco que él quiere solventar con ejercicio físico y no con una operación. Una manera de echar la culpa al destino para así tener una excusa para el inmovilismo. Es ahí, en la torpeza y en el laconismo de su personaje, cuando la cinta gana en empatía como reflejó de una cultura occidental sustentada en el poder del karma como si fuera el destino el que lo termina definiendo todo según las vibraciones que generamos.

“La práctica” no sólo bebe de Woody Allen sino el existencialismo de autor de Éric Rohmer y el humor físico de Buster Keaton, especialmente en esa caída en la alcantarilla del protagonista que sustenta su lesión y que le llevará a emprender ejercicios de cuádriceps y pasar después por el gimnasio con el fin de paliar ese insoportable dolor. Un trabajo sencillo, cálido y con alma que juega con movimientos y repeticiones para generar un universo propio, tan realista como personal, en el que la amargura vital y un humor genuino emerge y se desprende de esos personajes y situaciones que se presentan de maneras reiterativas y eficaces más unas que otras.

Un trabajo tierno y divertido que entre reflexiones causticas con voz en off, retiros espirituales para centrarse en la meditación, abrazar la clave de comedia del “slapstick” y con un reparto a favor de obra (encabezado por Esteban Bigliardi) termina convenciendo (aunque a veces parezca que no va a ningún sitio) siendo capaz de aportar consistencia frente al cinismo, acompañando a un tipo en pleno proceso de reconstrucción vital en el que tiene que volver a armarse entre los cascotes derruidos con la entelequia rígida del yoga como pretexto pero con la interacción con los demás como el verdadero bálsamo efectivo para superar su crisis vital.

“Yo capitán” (Matteo Garrone) // Perlas

Seydou y Moussa son dos jóvenes que abandonan Dakar para emprender camino a Europa. A pesar de que vayan en busca de un lugar mejor el sitio del que parten no se nos presenta como derruido y mugriento sino mucho más colorista. familiar y festivo de lo que podría aparentar ya que Matteo Garrone no pretende hacer pornografía de la pobreza como otros directores y construye un potente drama sobre la inmigración pero con valor inspirador, didáctico y accesible que va a tiro hecho y que ni divaga ni pretende ser otra cosa que una aventura vital con un drama de telón de fondo sobre el que se puede hacer crítica de nuestro tiempo, y del papel de Occidente a la hora de afrontar la crisis de los refugiados, pero sin dejar de entretener y emocionar.

Ambos chicos no parecen escapar del hambre, la falta del trabajo o el ser perseguidos por alguna etnia, ya que como bien le dice la madre de Seydou como mejor puede hacer éste para ayudarle es estando allí con ella cuidando de los suyos en lugar de abocarse a la posibilidad de una muerte en el desierto o en el océano. Una madre que no puede dejar de intuir lo que está a punto de pasar cuando pesa más la posibilidad (por muy difusa que sea) de que su hijo se deje cegar por un futuro mejor e ilusorio en el que se ve triunfando en el mundo de la música y con los blancos pidiéndoles autógrafos en lugar de asumir su realidad.

Una cinta que respira vida y alma gracias al trabajo de su protagonista, el cual conmueve ante unas dificultades que afronta con resiliencia y sin desfallecer representando a un buen número de historias reales que se arriesgan ante un futuro incierto en el que lo más fácil es quedar descolgado por un sacacuartos que te deje en la cuneta o, aún peor, fenecer en el desierto asfixiado por la deshidratación o quedar engullido por las aguas como un gran cementerio en el que se hunden no sólo cuerpos sino también sueños de personas que intentaron irse a Europa con el fin de encontrar un destino y para dar a los que dejaban atrás un futuro merecedor de ser vivido.

Una cinta abordada con potencia visual y con pericia detrás de la cámara no huyendo del lado más descarnado pero sí que matizándolo con la épica de la resistencia, la camaradería ante la adversidad y un lirismo que lleva a regodearse en algunas escenas que aligeran el drama sobre un Sahara infinito y luminoso, tan hipnótico como desolador, así como un Mediterráneo cuyas olas golpeando la embarcación son tan angustiosas como mefistofélicas durante la travesía de ese chico cuya camisa del equipo de fútbol del Barcelona está raída y descolorida ante una cuenta atrás que hace cada vez sea más peligrosa la posibilidad de llegar a meta aunque sólo sea por una cuestión probabilística la posibilidad de tropeza.

Matteo Garrone no se pierde en veleidades de autor y sabe impactar y conmover apuntalando lo que rodea a estos primos de 16 años pero, precisamente por centrarse en ellos, favorece la identificación y el reparador espíritu de solidaridad que se genera. Un flotador frente a la violencia y la extorsión de policías corruptos que piden dinero chantajeando con la cárcel con el fin de no revelar que la documentación que llevan está falsificada o mercachifles que trafican con las ilusiones de los necesitados prometiéndolos un viaje hacia Tripoli lejano de las comodidades prometidas.

Un camino que lleva también una cárcel no oficial en Libia organizada por una mafia que es utilizada para rescatar a los familiares de los que ahí están prisioneros y matar o vender como mano de obra barata a los reclusos sobrevivientes, o incluso en el momento definitivo encomendándose a poco más que un adolescente a una expedición por mar hacia las costas italianas aunque el protagonista nunca haya navegado un barco y sólo se le diga que tiene que ir en línea recta teniendo como únicos soportes un equipo de comunicación rudimentario en el que en caso de contratiempo lo único a lo que queda ampararse es a la fe y a la suerte.

“Yo capitán” impacta, emociona y sabe sacar punta a un tema comprometido y complejo pero todo sin olvidar que estamos ante una película y que la manera de que tenga vida frente al público no es otra que conceder algunos guiños a Hollywood tal es el caso de las circunstancias fortuitas que llevan al reencuentro de los primos, la construcción de una fuente como salvoconducto para seguir el camino emprendido encontrando allí el joven una especie de figura paterna y protectora, o ese empeño del protagonista por, ante la responsabilidad de la misión encomendada, no ser el responsable de dejar a nadie atrás.

La esperanza frente al horror, la fuerza de voluntad frente a asumir la derrota y la determinación narrativa frente a la alegoría reforzada que fundamenta una de las cintas menos ornamentadas y rebuscadas de Garrone y más cercanas y sencillas de cara al público con un cine capaz de entretener, emocionar y hacer reflexionar tanto por sus imágenes como por la fuerza y rabia que encierra la historia siendo un elemento para mostrar una realidad a la que se necesita dar voz y que, aunque esté bañada de cierta condescendencia y adoptando concesiones para hacerla más digerible, termina siendo una película digerible con momentos de gran cine que se permite llegar al público y mantener su interés durante estos avatares.

Una dureza que no va exenta de cierto preciosismo en las imágenes, siendo esa otra de las concesiones de Garrone, dando belleza al plano con el fin de que el público no acabe hundido ante lo que allí se narra, ni más ni menos que la realidad de nuestro mundo que, aunque pierda por el camino mayor negrura y más efectismo, al menos se permite dar algo de esperanza entre la superioridad escéptica europea en pro de la solidaridad de boquilla.

Por parte del director italiano no se escatima en reflejar esa carrera de obstáculos que llevará a que se termine dando el paso al no ser que la desesperación y cierta utopía se adueñe de la mente y motivaciones de cada uno en uno de esos momentos en los que en forma de arrebato inconsciente se sabe que se tiene mucho más que ganar que perder aunque nunca sepamos cómo le irá a Seydou después del viaje en el caso de que llegue a meta y si él pensará, cuando pase un tiempo prudencial, si el viaje ha valido la pena, más cuando la Italia de Giorgia Meloni tiene que ser la que, en este caso, abra las puertas y dé soluciones a esa realidad perenne en los alrededores de las costas mediterráneas y que también acaba siendo continuamente aparcada.

Nacho Gonzalo

¿Compartes?:
  • email
  • PDF
  • Print
  • RSS
  • Meneame
  • del.icio.us
  • Facebook
  • Google Bookmarks
  • Twitter
  • FriendFeed
  • LinkedIn

Comentarios

Suscríbete
Notificar
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Me encantaría conocer tu opinión, comenta.x
()
x