Venecia 2025: Las desconcertantes propuestas de Ildikó Enyedi y Franco Maresco cierran la competición

Venecia 2025: Las desconcertantes propuestas de Ildikó Enyedi y Franco Maresco cierran la competición

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Querido primo Teo:

A pocas horas de que se haga público el palmarés de la 82ª edición del Festival de Venecia, todas las miradas se concentran en la tunecina “La voz de Hind”, de Kaouther Ben Hania, señalada por muchos como la gran favorita para alzarse con el León de Oro. Su victoria sería no sólo un reconocimiento artístico, sino también un gesto cargado de significado político y humano, capaz de trascender el terreno estrictamente cinematográfico. Mientras se aguarda a que Alexander Payne pronuncie los nombres de los vencedores que abandonarán el Lido con premio en mano, la Mostra ha recibido las últimas películas en competición, completando un mosaico diverso de propuestas que oscilan entre el riesgo formal, la denuncia social y el poder de las grandes estrellas.

"Girl", ópera prima de la actriz Shu Qi (habitual en el cine de Hou Hsiao-Hsien), es un retrato sin concesiones de los ciclos de violencia familiar. La historia sigue a Lin Hsiao-lee, una adolescente frágil y temerosa que crece en un hogar marcado por el alcoholismo y los abusos de su padre, y por la amargura de una madre que arrastra sus propios traumas. La llegada de Li-Li, una compañera recién regresada de Estados Unidos, ofrece a la protagonista un resquicio de libertad y rebeldía frente a la asfixia doméstica.

Su recepción en Venecia ha sido discreta, aunque la crítica ha destacado la lograda recreación del Keelung de 1988: los interiores saturados de baratijas plásticas y humedad transmiten la opresión de la vida familiar, mientras que los exteriores se iluminan con una paleta vibrante cuando Hsiao-lee explora la ciudad de la mano de su amiga. También ha sido aplaudida la interpretación de la cantante 9m88, que aporta matices a Chuan, madre victimaria pero al mismo tiempo víctima de un pasado marcado por los abusos. Una película entre el drama doméstico, el terror y una historia iniciática que cumple el expediente pero a la que se le ven sus fisuras si se profundiza en ella. 

El mayor reparo que señalan los críticos es la ambición narrativa de Shu, que entrelaza dos líneas temporales (la adolescencia de la madre y la vida de la hija) sin la claridad necesaria, lo que provoca cierta confusión y diluye la potencia dramática del relato. Con todo, la película revela destellos de gran sensibilidad y confirma a Shu Qi como una cineasta a seguir, capaz de convertir la memoria íntima en materia cinematográfica.

La china “El sol sale para todos”, de Cai Shangjun, es un delicado drama que indaga en las heridas del pasado y en la dificultad de reconciliarse con él. La película narra el reencuentro de una pareja marcada por la culpa y el sacrificio: él cargó con un crimen cometido por ella y pasó diez años en prisión; al salir, enfermo de un cáncer de estómago, descubre que ella ha rehecho su vida junto a otro hombre. Más que un triángulo amoroso convencional, la cinta funciona como un estudio sobre los lazos invisibles que siguen uniendo a quienes no logran desprenderse de la memoria compartida y de un pasado que les atormenta mientras intentan alcanzar la redención. Una apuesta que varios críticos coinciden en comparar con el cine de Celine Song.

El guión, escrito por Cai Shangjun y Han Tianjin, plantea dilemas morales de gran calado (la deuda hacia quien se sacrifica, la posibilidad de expiar la culpa con el paso del tiempo, la tensión entre perdón y resentimiento) sin dar respuestas cerradas. La manera que tienen estos personajes de poder empezar de nuevo y hasta qué punto se puede llegar a un entendimiento entre dos personas cuando sus sentimientos son tan diferentes. La propuesta ha encontrado buena acogida crítica, sobre todo por la sensibilidad con que está filmada y por la solidez de sus protagonistas, Xin Zhilei y Zhang Songwen, capaces de sostener con sutileza y emoción el peso de un relato contenido pero que tiende al melodrama. Aunque se le reprocha un desenlace con giros algo forzados, la intensidad interpretativa logra suavizar esas debilidades y convierte la película en una experiencia íntima y conmovedora pero también intrascendente.

La directora húngara Ildikó Enyedi conquistó el Oso de Oro en el Festival de Berlín y obtuvo una nominación al Oscar con la insólita pero cautivadora “En cuerpo y alma” (2017), una historia de amor entre dos inadaptados sociales ambientada en el nada estimulante escenario de un matadero. Casi una década después, recupera aquel aliento poético con “Silent friend”, apuesta extraña y cautivadora con la que vuelve a situarse en primera línea de la competición internacional y aspira ahora al León de Oro en Venecia partiendo de una científica especializada en comunicación vegetal y de la comunión entre humanos y naturaleza conformando una meditación sobre la soledad y el lugar que ocupamos en el mundo tan profunda y hermosa como con riesgo a impacientar y agotar.

Con un reparto internacional encabezado por Léa Seydoux y Tony Leung, la cinta se aparta deliberadamente de la narración convencional para adentrarse en un terreno más arriesgado: la posibilidad de comunicación entre humanos y plantas, explorada a través de un lenguaje visual puro y experimental. El film se estructura en tres relatos situados en diferentes épocas (1908, 1972 y 2020), unidos por la misma obsesión: registrar emociones y entablar un diálogo con el mundo vegetal. Enyedi subraya estas transiciones culturales mediante una diversidad de soportes formales (35mm, 16mm y digital, blanco y negro y color), contrastando la mutabilidad de la experiencia humana con la inalterable presencia del reino vegetal gracias al ecléctico trabajo de Gergely Pálos entre imágenes monocromáticas, saturadas y digitales para plasmar los diferentes estados de ánimo de los personajes.

La directora combina ciencia y lirismo para revelar cómo las plantas responden a estímulos de modos que escapan a nuestra comprensión. Fiel a su sensibilidad, también da vida a personajes femeninos fuertes: una joven que reta con su conocimiento a una institución académica dominada por hombres; otra que, décadas más tarde, se apropia de su deseo y rompe tabúes al expresarlo abiertamente; y, en el presente, una investigadora aislada durante la pandemia que desarrolla experimentos con un árbol centenario que, en imágenes de fuerte carga poética, acaba cobrando vida.

“Silent friend” ha sido reconocida por su singularidad y ambición: combina reflexión filosófica, mirada científica y metáfora visual para invitar al espectador a sumergirse en lo invisible y en lo inasible. Una experiencia cinematográfica rara y radicalmente distinta, tan extraña como inolvidable.

El director siciliano Franco Maresco, célebre por sus comedias negras y surrealistas, ha presentado “Un film fatto per bene”, un audaz ejercicio de autocrítica y autoindulgencia: un falso documental en el que productores, guionistas, actores y técnicos participan en una sátira despiadada sobre un rodaje fracasado, entrelazada con fragmentos de la propia trayectoria del cineasta. El resultado es una obra intensamente autorreferencial y desconcertante, entre la comedia absurda y el retrato melancólico, más cercana al capricho personal que a un proyecto con vocación universal, pero que deja entrever el genio irónico y corrosivo de Maresco.

El título juega con la ironía: “Un film fatto per bene” significa tanto “una película bien hecha” como “una película hecha para Bene”, en referencia a Carmelo Bene, icono del teatro vanguardista italiano al que Maresco pretendía rendir homenaje antes de que el rodaje se desmoronara. La película mezcla imágenes inconexas (como un fraile levitante y su burro) con personajes excéntricos, humor incómodo, juegos metacinematográficos y un cierto tono de provocación intencionada, característico del cineasta. Si bien ha desconcertado e incluso agotado a la crítica, no le faltan momentos brillantes que revelan la inventiva y el humor subversivo de Maresco, convirtiéndola en una experiencia cinematográfica extrema y única, pensada para los espectadores dispuestos a dejarse arrastrar por su mundo caótico y transgresor.

Mary Carmen Rodríguez 

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