Conexión Oscar 2026: Ethan Hawke, una posible vía ganadora que necesita el apoyo de críticos y actores

Querido Teo:

A punto de empezar (ahora de verdad) la temporada de premios con los distintos veredictos de las Asociaciones de Críticos más importantes existen pocas certezas en una carrera que viene predefinida entre dos películas. Eso sí, es el momento de que nombres se impulsen, otros se asienten y algunos desaparezcan del mapa al ya no encontrar fundamento para apostar por ellos. Ethan Hawke se erige, gracias a "Blue moon", como una posible tercera vía en mejor actor entre Leonardo DiCaprio (“Una batalla tras otra”) y Timothée Chalamet (“Marty Supreme”) necesitando para ello el respaldo de la crítica pero, sobre todo, de sus compañeros si estos deciden que ya ha llegado su momento.

Ethan Hawke aborda en “Blue moon” uno de esos trabajos que sólo se pueden hacer en un determinado momento de la carrera de uno. Es por ello que Richard Linklater ha esperado doce años para que Hawke tuviera la edad adecuada para interpretar a Lorenz Hart, letrista a través de cuyos ojos vemos la sensación de decepción y fracaso bañada de alcohol y frustración cuando es testigo desde el restaurante Sardi’s de Nueva York, en la noche del 31 de marzo de 1943, del éxito en Broadway que ha cosechado su antiguo compañero artístico, Richard Rodgers, que iniciaba con el musical “Oklahoma!” una nueva y fructífera relación profesional junto al libretista Oscar Hammerstein II.

La historia de una noche de éxito a través de los ojos del perdedor, cuya carrera quedó destrozada por culpa de su dependencia del alcohol y sus propios traumas, rompiéndose su relación con Rodgers tras una colaboración de 25 años desde que ambos se conocieran en la Universidad de Columbia en 1918 y en la que crearon un inagotable catálogo de canciones entre las que está el tema que da título a la película, casi una analogía de la melancolía y soledad de un hombre dolido y resentido por ver al otro triunfar mientras él se siente traicionado y apeado de una gloria de la que se creía merecedor.

“Blue moon”, la cual compitió en el Festival de Berlín 2025, le llega a Ethan Hawke en un momento de madurez interpretativa en la que ya no es el joven prometedor y atractivo de finales de los ochenta y noventa. Una edad en la que la amargura y los golpes de la vida confluyen con las arrugas, las canas y el inexorable paso del tiempo. A sus 55 años es la novena colaboración entre director y actor que culmina 30 años de relación desde la generacional “Antes del amanecer” (1995) y que ahora le sirve para crear a un personaje frágil, melancólico, solitario y enigmático que esconde su dolor en una fachada de sarcasmo y cinismo.

A todo ello contribuye un guión medido y profundo, obra del propio Linklater, sostenido en 100 minutos de teatro dialogado a través conversaciones en un bar desde un punto de vista observacional que nos lleva a un viaje tan fascinante como doloroso sobre el amor, el arte, la lealtad, la vida, la fina línea entre la gloria y el fracaso y la consecuencia del olvido fruto del paso del tiempo. Una noche reveladora y de caída de telón para una relación artística pero también para el devenir de una persona que ha basado en ello toda su existencia y definición y que ahora deambula con heridas en su alma entre sueños rotos.

Ethan Hawke es uno de esos actores solventes y siempre magnéticos en la pantalla que ha sabido moverse mejor en los circuitos “indies” a los márgenes de Hollywood espaciando su carrera el tiempo que fuera necesario con el fin de centrarse en esos proyectos que realmente le estimularán más allá de cualquier veleidad de premios o de sumar ingentes salarios. Esa inquietud artística ha ido más allá de los premios obteniendo, aun así, dos nominaciones al Oscar como coguionista ("Antes del atardecer" en 2005 y "Antes del anochecer" en 2014) y otras dos como actor de reparto (“Training day (Día de entrenamiento)” en 2002 y "Boyhood" en 2015).

Mención aparte merece "El reverendo" (2017), cinta de Paul Schrader con la que Ethan Hawke lideró los premios de la crítica en esa temporada sumando innumerables premios por su trabajo como un pastor evangélico, un antiguo capellán del ejército, todavía marcado por la muerte de su hijo en Irak, que ve espoleado sus traumas y sentimiento de la fe cuando entra en contacto con un activista medioambiental y su mujer. Su caso demuestra como las Asociaciones de Críticos impulsan nombres pero no aseguran nominaciones al Oscar ya que a lo máximo que llegó Hawke esa temporada fue a los Critics’Choice.

“Blue moon”, en cambio, sí que podría devolverle a los Oscar aunque los gurús USA (los cuales no dejan de tener una fiabilidad sobrevalorada por mucho que estén más cerca de Hollywood) no se terminan de poner de acuerdo. Variety lo pone en estos momentos liderando la categoría de mejor actor pero hay otros que ni siquiera lo colocan en el quinteto centrados como están en opciones más mediáticas. Eso sí, lo que ocurra los próximos días seguro que hará cambiar de opinión a más de uno en un sentido u otro.

La película de Richard Linklater no deja de ser un proyecto minoritario sostenido por Sony Pictures Classics que este año tiene también en cartera a “Nuremberg”, cinta mucho más accesible y que está funcionando moderadamente bien en taquilla aprovechándose de seguir esa senda noventera tan efectiva en los dramas judiciales históricos. Por eso es importante que el nombre de Ethan Hawke sea bastante mencionado en las próximas semanas para conseguir lo que no logró con “El reverendo”; el saltar a los grandes premios.

Es verdad que Leonardo DiCaprio (“Una batalla tras otra”) y Timothée Chalamet (“Marty Supreme”) son opciones más mediáticas. Estrellas de nuestro tiempo que son cabeza de cartel de dos de los títulos de la temporada que más nominaciones conseguirán en los próximos Oscar pero sobre ellos también existe cierta sensación de hastío a la hora de hablar de dos nombres acostumbrados al éxito y a la fama, aspectos que suelen repeler a la Academia a la hora de premiar. Muchos pueden pensar que DiCaprio no necesita un segundo Oscar todavía (el primero ya costó mucho en llegar) mientras que los 30 años de Chalamet (y esa pose de soberbia grandilocuente en algunas declaraciones) también pueden jugar en contra.

Por eso Ethan Hawke es una interesante tercera vía, más artística y de autor, que puede funcionar muy bien en los premios previos para crear inercia. Algo necesario para dar visibilidad y dirigir el voto en una Academia internacional que suele tirar por opciones obvias y consenso. Por eso podemos concluir que si Ethan Hawke quiere conseguir el Oscar tiene que ganar, al menos, el Gremio de Actores (ahora The Actors) o el Bafta para que así su candidatura gane peso, estatus y visos de realidad.

No es fácil sacar cabeza en la carrera al Oscar pero en una categoría en la que todavía no está claro el favorito (con DiCaprio y Chalamet repartiéndose esa posición en las primeras predicciones) puede ser un buen momento para Ethan Hawke si cuenta con el apoyo, primero de críticos, y después de una profesión en la que lleva demostrando ya varias décadas profesionalidad, talento y respeto por el oficio.

Además de recomendar sobremanera una película deliciosa y encantadora, pieza de cámara que todavía se engrandece por su atmósfera nostálgica y amarga como esa última copa antes de dejar la noche atrás, los Oscar también están para visibilizar y reconocer estos trabajos que engrandecen el oficio por todo lo que supone de alma y sentimiento para todo un regalo que Linklater ha brindado a su actor fetiche y que Hawke resuelve con encomiable y emocionante magisterio a la hora de mostrar, a través de los ojos del menudo Hart, el ocaso de una vida que todavía no está dispuesto a asumir.

Nacho Gonzalo