In Memoriam: Gena Rowlands, la elegante dama de la autenticidad

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Querido Teo:

Gena Rowlands ha fallecido a los 94 años en una apacible retirada marcada por el Alzheimer (enfermedad que padecía y que fue confesada por su hijo hace unos meses) tras una brillante carrera que fue refrendada con el Oscar honorífico en la edición de 2016 y siendo siempre recordada como una de las máximas exponentes del cine independiente usamericano de la década de los 70. Una legítima heredera del concepto renovado de la "femme fatale", más terrenal y humana pero manteniendo sus rasgos característicos de enigma, erotismo y determinación. Casada con John Cassavetes desde 1954 y hasta su muerte en 1989, realizó para él sus mejores trabajos, pero las nuevas generaciones también la recordarán por dar vida a esa mujer enferma de Alzheimer en "El diario de Noa" (2004) y cuyo marido no se resignaba a que su gran historia de amor quedara engullida por el olvido.

Gena Rowlands fue la genuina musa "indie" que representaba en su figura la esencia de las grandes damas de la interpretación del cine clásico y las actrices rabiosas y temperamentales que procedían del cine europeo. Ella y John Cassavetes fueron revolucionarios sin vanagloriarse de ello trasladando la cotidianidad del desgarro vital a través de unos trabajos con los que los espectadores encontraban historias tan duras como creíbles en las que los intérpretes eran personas, con las que empatizar o a las que compadecer, pero en todo caso no una pose llena de tics para el lucimiento de la estrella de turno.

Gena Rowlands nació en Madison (Wisconsin) el 19 de junio de 1930, criándose en la ciudad de Cambria junto a un padre banquero y una madre pintora. Durante su infancia se trasladó primero a Washington y después a Milwaukee, debido a los ascensos laborales de su padre, hasta que en 1947 volvió a Wisconsin para llevar a cabo sus estudios universitarios.

Tres años después se matricularía en Arte Dramático en Nueva York queriendo ser actriz como Bette Davis y fascinada por el trabajo de una pareja de la que siempre fue rendida admiradora como lo fue la formada por Spencer Tracy y Katharine Hepburn. Allí conocería a John Cassavetes, con cierta aureola de "bicho raro", pero a pesar de que procedían de distintos estratos sociales (y poseían ambos un carácter fuerte subrayado por sus continuos desacuerdos) la conexión fue inmediata y Cassavetes, prendado de ella, no dudó en que se convertiría en su mujer y en la madre de sus hijos estableciéndose como pareja desde 1954 y hasta la muerte de éste en 1989.

Para Gena Rowlands la actuación lo era todo y su máximo objetivo vital hacia la felicidad, algo que no impidió construir en paralelo la familia establecida por la moral de la época, formando con su marido una asociación inquebrantable marcada por la pasión por la improvisación dando dignidad a personajes terrenales y corrientes pero con mucho que decir. En sus ojos se plasmaba la vida interior de unas mujeres tan fuertes como rotas abordadas con suma inteligencia y honestidad tratando temas como la insatisfacción vital o la salud mental.

Los primeros pasos de Gena Rowlands fueron en Broadway en un montaje de "La tentación vive arriba" que le llevó de gira y también se le pudo ver en capítulos televisivos de "Alfred Hitchcock presenta" (1960) y "La hora de Alfred Hitchcock" (1962-1964) así como "Bonanza" (1963) o en un personaje recurrente en "Peyton Place" (1967).

Gena Rowlands debutó en el cine con "The high cost of loving" (1958) de José Ferrer y hay que destacar su trabajo en el western "Los valientes andan solos" (1962) de David Miller como uno de esos títulos en los que Rowlands acreditó toda su presencia, magnetismo y talento más allá de la sombra de su marido.

En todo caso sería con John Cassavetes donde demostraría siempre su potencial dramático trabajando en 8 películas; "Sombras" (1958), "Ángeles sin paraíso" (1963), "Faces" (1968), "Así habla el amor" (1971), "Una mujer bajo la influencia" (1974), "Opening night" (1977), "Gloria" (1980) y "Corrientes de amor" (1984).

Cassavetes, siempre lidiando con problemas por la financiación, actuaba en buena parte de sus films y precisamente por esa doble vertiente sabía lo que era capaz de dar de sí un intérprete partiendo de guiones sólidos pero potenciando el grado de improvisación de los actores. Sin grandes medios de puesta en escena pero sí con enorme habilidad para explorar la naturaleza humana partiendo de propias experiencias tanto personales como de aportaciones del resto del equipo en proyectos en origen tan personales y después tan colaborativos.

Tanto para Cassavetes como Rowlands el concepto de interpretación se alejaba del perfeccionismo técnico para abrazar las tripas de cada personaje construyendo algo que es tan popular entre los actores de nueva hornada como es el intentar descubrir y potenciar “la verdad” del mismo. Una quimera que les llevó a abordar un cine teatral, atmosférico y caótico en el que lo que más brillaba era precisamente el trabajo actoral con la fuerza, brío y nervio que ya se plasmó en “Sombras” (1959) donde Rowlands tiene un papel sin acreditar.

Quedaba por exprimir el talento de una actriz que ya despuntaría en "Ángeles sin paraíso" (1963), junto a Burt Lancaster y Judy Garland, y alcanzaría un magisterio sublime tanto en la coral “Faces” (1968) como dando vida a una actriz borracha y con miedo escénico en el camerino de “Opening night” (1977), interpretación con la que fue premiada en el Festival de Berlín. Su Myrtle Gordon conmovía por su derrumbe y desvalimiento traumatizada tras la muerte atropellada de una fan que se dirigía a pedirle un autógrafo.

Una premisa que inspiraría el vaivén emocional que desencadena "Todo sobre mi madre" (1999) en una influencia que era referida en los propios títulos de crédito de la película de Pedro Almodóvar.

Por si esto fuera poco, y en pleno auge de la colaboración entre marido y mujer, director y actriz, Gena Rowlands consiguió 2 nominaciones al Oscar como mejor actriz protagonista, ambas por cintas de Cassavetes y es que fue a él al que dedicó sus mejores años y sus más lúcidos y vibrantes trabajos permitiendo en buena parte la visibilidad de un cine considerado "outsider" y del cual el director tenía que proyectar de ciudad en ciudad sin el apoyo de los grandes Estudios.

En “Una mujer bajo la influencia” (1974), dando vida a Mabel Longhetti, conseguía la candidatura por una mujer de mediana edad y ama de casa desquiciada y auténtica a la que su marido es incapaz de controlar y comprender quedando ésta asfixiada por la rutina, el estrés y las convenciones sociales. Un trabajo magistral e intenso que desde entonces fue referente en cualquier escuela de interpretación colocando a Gena Rowlands como una de las actrices más mencionadas cuando tocaba hablar de favoritas.

Un retrato descarnado sobre la deriva de una pareja en la que, despojada de todo filtro cosmético, sobresale la violencia íntima y la bajeza primaria fruto del desquicie de una vida marcada por la insatisfacción. Un trabajo que le valió el premio a la mejor actriz en el Festival de San Sebastián, el Globo de Oro y el reconocimiento de la Junta Nacional de Críticos (NBR).

Más tarde llegaría su segunda candidatura al Oscar por “Gloria” (1980) dando vida a la volcánica y despegada ex novia de un gangster que tiene que hacerse cargo del hijo de sus vecinos, asesinados a sangre fría por la mafia, y poseyendo éste una valiosa información que hará que sean perseguidos por las calles de Nueva York.

Rowlands en ya una espléndida madurez demostraba que la edad no está exenta de buenos papeles femeninos siempre que éstos sean bien escritos. Una interpretación que le valió el premio de la Asociación de Críticos de Boston (BSFC) y que daría lugar a un remake poco recordado y protagonizado por Sharon Stone en 1999. Además fue la cinta más popular de Cassavetes ganando, además, el León de Oro del Festival de Venecia.

Cassavetes era un director que no se preocupaba en demasía por el acabado formal de la película, o por dejar fuera de foco a un personaje, porque todo ello no era más que que una manera de mostrar de manera documental la intimidad de la propia vida; bien sea desde un desvencijado camerino o desde un concurrido vestíbulo, poco dado a esteticismos para la galería. Una relación fructífera entre director y actriz, creador y musa, marido y mujer, que no fue idílica teniendo en cuenta los problemas con el alcohol de Cassavetes.

Gena Rowlands pertenece a ese grupo de personas (más que intérpretes) que gracias a la familiaridad, complicidad y estabilidad con la que trabajaban con Cassavetes lograron formar parte de su particular compañía teatral, en este caso en el cine, y de la que también formaban parte, entre otros, los recordados Peter Falk, Ben Gazzara o Seymour Cassel.

Todo sin olvidar que no era inhabitual que el director incluso contara con otros miembros de su familia de sangre, como fue el caso su propia madre para hacer, como en la vida real, de la suegra de Mabel, el personaje bordado por Rowlands en “Una mujer bajo la influencia”.

Gena Rowlands representa un icono de elegancia en el que el sufrimiento de sus personajes no era plañidero sino torrencial y arrebatador, todo sin necesidad de ser estridente o sobreactuado. Una rebeldía bañada de locura que transitó por una filmografía cuya última colaboración con Cassavetes fue “Corrientes de amor” (1984) antes de que éste falleciera por una cirrosis en 1989 dejando tres hijos en común; Nick, Alexandra y Zoe R.

Con las dos últimas compareció en el Festival de San Sebastián de 1992 (en su momento había sido premiada por "Una mujer bajo la influencia") en la retrospectiva dedicada a John Cassavetes llevada a cabo por el certamen.

Su hijo Nick se convertiría en un funcional director que, como no podía ser de otra manera, recurrió a su madre en “Volver a vivir” (1996), que le valió una nominación al Gremio de Actores (SAG), y en la crepuscular y romántica “El diario de Noa” (2004).

Un trabajo que le aúpo para una generación "millennial" que fue arrebatada por la cinta dando vida a una mujer víctima del Alzheimer que entre las sombras del olvido en una residencia recibe la visita de un hombre que le intenta hacer recordar su gran amor. Madre e hijo también colaboraron en las más discretas "Atrapada entre dos hombres" (1997) y "Yellow" (2012).

A finales de los 80 y primeros 90 Gena Rowlands siguió trabajando, mayoritariamente en papeles de matriarca, que la actriz resolvía de una manera natural y creíble ya que, si bien con Cassavetes representó a mujeres entradas en los 40 hastiadas de su vida, también se luciría con mujeres bien entradas en los 60 aportando elegancia y naturalidad.

Estuvo en el melodrama bergmaniano “Otra mujer” (1988) de Woody Allen, uno de sus trabajos más reivindicables, así como en “Noche en la Tierra” (1991) de Jim Jarmusch, dos tiernos dramas familiares de Lasse Hallström como “Querido intruso” (1991) y “Algo de qué hablar” (1995), o "La biblia de neón" (1995) de Terence Davies.

Después vendrían “Siempre queda el amor” (1998), “Un mundo a su medida” (1998) o “Jugando con el corazón” (1998), propuesta coral en la que era esposa de Sean Connery. En los últimos años estuvo en la cinta de terror “La llave del mal” (2005), en el segmento más otoñal de “Paris je t´aime” (2007) y siendo la voz de la abuela en el doblaje usamericano de “Persépolis” (2007).

Ha declarado ser admiradora del trabajo de otras actrices como Bette Davis, Simone Signoret o Jeanne Moreau, todas ellas marcadas por su independencia y personalidad y de las que durante su carrera ha sido heredera. Con Bette Davis cumplió su sueño de trabajar dando vida a su hija en el telefilm "Madre e hija" (1979).

Por esa y muchas más razones recibió un Oscar honorífico donde actrices como Cate Blanchett o Laura Linney hablaron de su enorme influencia. Ese mismo año también recibió el homenaje de la Asociación de Críticos de Los Angeles (LAFCA) siendo el premio entregado por Angelina Jolie.

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Por sus trabajos en televisión tanto en miniseries como telefilms recibió 3 Emmys de 8 nominaciones; como protagonista por “La historia de Betty Ford” en 1987 (ganando también su segundo y último Globo de Oro) y “El rostro de una extraña” en 1992 y como secundaria por “Ciegas de amor” en 2003.

Casada en 2012 con el empresario Robert Forrest, Gena Rowlands nos deja habiendo sido no sólo una de las mejores actrices de todos los tiempos sino que un nombre que a buen seguro seguirá siendo referencia en el futuro. Sólo con ver algunas de sus películas en las que abordaba como nadie la complejidad de mujeres que frente a las adversidades siempre sacaban la fuerza necesaria para poder salir adelante.

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Nacho Gonzalo

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