«¿Qué es el patriotismo sino el amor por la comida que uno comió de niño?», dice un proverbio chino, y hay una amplia libertad en todo lo que hace salivar a la gente. Yo he comido ciempiés fritos en China, avispas escabechadas en Japón, embriones de cerdo en Tailandia, hormigas tostadas en Colombia, orugas mopane secas en Sudáfrica, termitas crudas en Namibia, larvas de escarabajos en Nueva Guinea y rata picada en Gabón. A los que gustan de tales manjares les choca la repugnancia que sienten los extranjeros. Muchos de los atributos que llamo «marcadores» pertenecen a la categoría de la cultura. Aunque esta palabra a menudo se asocia a la panoplia de logros intelectuales y artísticos de una sociedad, se refiere en general a todo el acervo de características transmitidas entre generaciones, principalmente mediante la enseñanza activa. Entre las más estudiadas se encuentran las normas. Se trata de los sobreentendidos que los ciudadanos comparten en relación con sus valores y códigos morales, incluidas la predilección por mostrarse generoso o ser de ayuda y las creencias sobre lo que es justo o apropiado. Las normas y los atributos culturales llamativos, como los tabúes alimentarios o las banderas nacionales, son los que reciben la mayor atención, pero hay una serie de marcadores más sutiles que son muy importantes y que se pasan fácilmente por alto. Al respecto me viene a la mente una escena de la película de Quentin Tarantino "Malditos bastardos" (2009). Un espía británico disfrazado de nazi pide tres cervezas en un bar alemán levantando los tres dedos medios de una mano en lugar de extender los dedos índice, medio y pulgar, como hacen los alemanes, y lo que sigue es el tiroteo clásico, cardiaco, de Tarantino.
Título: "El enjambre humano. Cómo nuestras sociedades surgen, prosperan y caen"
Autor: Mark W. Moffett
Editorial: Debate