Los universos de Guillermo del Toro
Querido Teo:
Guillermo del Toro está acostumbrado a convivir entre demonios, monstruos y personajes de fantasía. Por eso no es de extrañar que declare que, aunque no cree en el misticismo de los fantasmas, sí que está convencido de la existencia de estos. Todo ello ha desembocado en una filmografía que ha sido un universo de criaturas extrañas al que ha impreso como pocos de sensibilidad y romanticismo. El mexicano ha logrado con "Frankenstein" completar el proyecto de una vida alcanzando una obra cumbre que supone el mejor tributo al impacto que le supuso la obra de Mary Shelley ya desde que era niño y también rubricar la depuración máxima de lo que es Del Toro como cineasta.
Guillermo del Toro tiene fascinación por los monstruos pero también por una serie de elementos que hemos visto a lo largo de su carrera; tal es el caso insectos, mecanismos de relojería o lugares oscuros. Un director criado en los mantras de la serie B de la que abrazó su espíritu dotándole de una espectacularidad que le hizo pasar de ser un director de nicho y “friki” a uno de los cineastas más respetados por la industria formando, junto a sus inseparables y fieles amigos (Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón), un trío que ha conquistado Hollywood.
Tras una trayectoria de cortos y capítulos para televisión debutó en el cine con "Cronos" (1993), atípica cinta sobre vampiros con Federico Luppi como protagonista con la que ganaría el premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes y los galardones a mejor actor y mejor guión en el Festival de Sitges. Una cinta compleja, ambigua y fascinante que aunaba el cine de terror clásico con ciertos tonos de realismo mágico. Una conjunción que ha terminado siendo santo y seña a lo largo de su carrera.
Con “Mimic” (1997) dio por primera vez el salto a Hollywood contando el caos de Nueva York durante una epidemia provocada por cucarachas y que afecta a los niños hasta que una entomóloga consigue crear un insecto modificado genéticamente, con el fin de que sea el depredador de las cucarachas, haciendo desaparecer la plaga pero creando un peligro mayor. Una película imperfecta y algo rutinaria pero con una personalidad propia que no hacía más que confiar en el derroche creativo propiedad de un director que supo muy bien qué hacer con los 25 millones de dólares de presupuesto con los que contó.
“El espinazo del diablo” (2001) supuso un antes y un después en su filmografía siendo la película que confirmó al cineasta del que estamos hablando y apuntalándose como pionero a la hora de presentar un mundo de fantasía e irrealidad en el marco de un internado durante los años de la Guerra Civil Española. Una obra reivindicada con los años que sorprendió a muchos en su estreno y que ha terminado siendo una obra referente que no tardó en confirmar que estábamos ante la constatación de la forja de un realizador.
Estos trabajos le abrieron las puertas del cine de Hollywood para rodar dos de superhéroes. Pero, como en todo en la filmografía de Del Toro, nada sigue las pautas convencionales y se atrevió a adaptar el cómic "Hellboy" (2004) en el que el protagonista es un demonio rojo perdedor que se enamora de una chica que no le corresponde.
Todo ello tras "Blade II” (2002), rechazando hacer la tercera parte del cazador de vampiros para centrarse en la película del demonio rojo que le costó seis años llevar a cabo con buenos resultados (90 millones de dólares en taquilla) ya que muchos la consideran una de las adaptaciones del cómic al cine más conseguidas. Del Toro se encargaría también de la secuela en “Hellboy II: El ejército dorado” (2008), de nuevo con Ron Perlman como aliado y sufridor de ese maquillaje.
"El laberinto del fauno" (2006) supuso su regreso a su universo personal tras transigir por los peajes de Hollywood. Una cinta que se complementa con la anterior “El espinazo del diablo” y que parte como un cuento de hadas que tiene como trasfondo el fascismo español de 1944. La historia tiene como protagonista a una niña que llega a una casona abandonada en el medio de los bosques españoles y se encuentra con seres mágicos tan singulares como oscuros y ambivalentes.
Una película de esas que se quedan para siempre y que deleitó a todos los que la vieron desde que compitiera en el Festival de Cannes. Una coproducción entre España (ganó 7 Goyas) y México (país que la elegiría como representante al Oscar y ganando 3 premios de 6 nominaciones). Todo un hito.
El éxito de la película, esas que marcan un punto de inflexión y definen una carrera, hicieron que ante el auge de ofertas recibidas Guillermo del Toro tuviera que saber dirigir bien sus pasos. Se cansó de esperar a Metro-Goldwyn-Mayer tras confirmarse en 2008 que se encargaría de las películas de "El hobbit" para después estar dos años en el proyecto del cual quedaría finalmente su acreditación como guionista en las películas que finalmente dirigió, tampoco pudo ser otro, Peter Jackson.
En cambio no llegó a puerto su adaptación de "En las montañas de la locura", propósito personal de llevar al cine la obra de H.P. Lovecraft y del que escribió un guión junto a su colaborador Matthew Robbins que sería rechazado por Warner Bros. en 2006. Lo mismo haría Universal Pictures en 2011 (pareciéndole caro los 150 millones dólares de presupuesto). Ni Legendary Pictures en 2014 ni Netflix recientemente se han atrevido a dar luz verde a un proyecto que se ha convertido en una quimera para Del Toro.
En cambio "Pacific Rim" (2013) se convirtió en el “Transformers” o "Evangelion" de Guillermo del Toro no teniendo ningún pero técnicamente, notándose que todo está cuidado al detalle con un impecable acabado visual y con unos robots pocas veces mejor vistos en una pantalla grande. Lamentablemente la historia no terminó de enganchar y pasó con poco calado por la cartelera veraniega de aquel año y todavía más por la carrera de un director que tiene a esta historia sobre la última esperanza de la humanidad frente al Apocalipsis que se avecina en el escalafón más bajo.
Tras incursiones en el mundo videojueguil o detrás de las cámaras de dos capítulos de la serie "The Strain" (2014-2015) asistimos a "La cumbre escarlata" (2015), drama clásico romántico que brilla en atmósfera y encanto pero que patina más en un argumento lleno de clichés. Lucidora y con ecos a Hitchcock, Baba y Corman, presenta una casa empañada del color rojo viscoso que supone el escenario perfecto para los miedos y los fantasmas y con la que el director pretendía evocar toda una forma de hacer cine y contar historias como si se estuviera al lado de una fogata o bajo las sábanas en una noche lluviosa.
"La forma del agua" (2017) supuso un hito en la carrera del mexicano Guillermo del Toro volviendo al universo de criaturas de anfibios y faunos pero sin repetirse a sí mismo. Nada más lejos de la realidad. Del Toro iba más allá en los terrenos explorados anteriormente; tanto los sobrenaturales como los emotivos. Estamos ante una fábula sentida y nostálgica con humor, romance y guerra fría.
Una mezcla explosiva que bien podría desbarrar pero que debido a su impecable puesta en escena nos remite a un lugar inconcreto pero que presenta un aire atemporal que nos evoca tanto a un entorno victoriano como contemporáneo en la historia de esta conserje muda e inadaptada, que recuerda a la Amélie Poulain de la película de Jean-Pierre Jeunet evocando también a otras cintas como “La mujer y el monstruo”, “La bella y la bestia”, e incluso a películas musicales clásicas a las que la cinta no duda en rememorar debido a la pasión de dos de sus personajes por las mismas como es el caso de “Las zapatillas rojas” que ambos ven a través de la televisión.
“La forma del agua” llegó hasta las 13 nominaciones al Oscar haciéndose con estatuillas en los apartados de película, dirección, música y diseño de producción. Anteriormente ya venía de ganar el León de Oro en el Festival de Venecia y ante todo fue el abrazo definitivo de una industria en un año en el que, marcado por la oscuridad de la era de Donald Trump, y con Hollywood destapando sus peores fantasmas ante la explosión del #MeToo, la Academia se refugiaba en una película poética y reconfortante, impecable en su factura, y que apuesta por la capacidad de soñar, enamorarse y, sobre todo, comunicarnos y salir de la triste realidad que nos invade como sociedad frente al ruido y confrontación del contexto político.
Su siguiente película sufrió su momento álgido de reconocimiento. Un módelico ejemplo de cine negro que queda como una cinta incomprendida dentro de su filmografía. "El callejón de las almas perdidas" (2021) apuesta por una elegancia formal presupuesta que se cumple en pantalla ya que se nota calidad y empaque aunando barroquismo y patetismo en una cinta en la que el director impregna la misma de existencialismo y melancolía. Un mundo marcado por el capitalismo, el refugio en la fe y el azar que lleva a alcanzar el poder pervertido por la crueldad como vía para el triunfo y con los marginados intentando no caer al abismo por un sistema que no les quiere.
Todo se produce en la inmersión por esas calles, casi como una representación onírica, entre vagabundos, estafadores, millonarios sin escrúpulos y mujeres intrigantes, carne de feria ambulante y víctimas de la Gran Depresión. El remake de la cinta de Elmund Goulding de 1947 le hacía volver a ser una de las 10 mejores películas del año para los Oscar.
Pero si un cineasta ambicioso y con febril perfil creativo sufre en algo es la financiación. Por eso Guillermo del Toro se puede sentir afortunado por encontrar en Netflix al mejor aliado en este aspecto. De ahí nació "Pinocho" (2022), historia clásica que tira de elogiable artesanía y que funciona tanto en lo narrativo y visual como en el alegato político de un mundo oscuro y siniestro representado por las sombras de la Italia carcomida por el crecimiento del fascismo. Imaginativa y excéntrica, es un mecanismo perfectamente engrasado que combina ternura, humor y aventura con mimo y devoción ante el culto despertado por esta historia a lo largo de varias generaciones.
Una adaptación personal que logra alejarse del clásico lo suficiente para respetarlo y hacerlo reconocible pero también para darle un toque personal propio del director. El mexicano reinventa y da fuste a la historia de Carlo Collodi, sobradamente conocida, a la que imprime de magia, alma y empuje además de fomentar un compromiso para no agacharse y esconder la cabeza cuando el futuro no se presenta halagüeño por el auge de extremismos y populismos. No hubo discusión y “Pinocho” se hizo con el Oscar a la mejor película de animación.
Con alguien como Guillermo del Toro es difícil marcar un techo pero "Frankenstein" no parece lejos de ello. Un proyecto que aunque es auspiciado por la plataforma Netflix tiene su estado natural en la pantalla grande donde puede lucir al máximo nivel el poderío visual y la finura estilística de un artesano cuyo trabajo trasciende cualquier manifestación cultural y que, a lo largo de más de tres décadas de carrera, no ha hecho más que crecer para convertirse en referencia y figura indispensable asociada a cuando el cine se considera el arte que más se encamina a la evocación, la fantasía y la magia.
Nacho Gonzalo





























