Las cinco secuencias de... Gregory Peck

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Querido primo Teo:

Hace 100 años nació el gran Gregory Peck, una de las estrellas más populares de Hollywood entre los años 40 y los 70 aunque siguió activo hasta el cambio de siglo. Una fecha tan señalada es la excusa perfecta para repasar su carrera a través de sus cinco secuencias más destacadas.

Eldred Gregory Peck nació el 5 de Abril de 1916 en La Jolla, California, fruto de un matrimonio que se deshizo al poco tiempo por lo que pasó su infancia entre su madre, su padre y su abuela. Estudió en una escuela católica militar y luego comenzó la carrera de Medicina en Berkeley, pero pronto cambió de estudios a una Licenciatura en Lengua Inglesa, acercándose más a su verdadera vocación; la interpretación. Y no dudó en buscar trabajos eventuales como lavaplatos o camarero para poder pagarse los estudios de Arte Dramático. Tras graduarse se fue a Nueva York buscando triunfar en Broadway y logró una beca para estudiar en una prestigiosa academia teatral. Los comienzos fueron difíciles llegando a estar completamente arruinado, hasta el punto de tener que dormir en un banco en Central Park, pero supo aprender la profesión mientras trabajaba en pequeñas compañías a cambio de comida y en 1942 comenzaba su carrera hacia el éxito, tomando además la acertada decisión de eliminar su primer nombre de su denominación artística. Ese mismo año se casó con su primera esposa, la diseñadora Greta Kukkonen, con la que tendría tres hijos. Sus habilidades interpretativas pronto le permitirían dar el salto al cine, de la mano de Jacques Tourneur con “Días de gloria”. Su debut en la gran pantalla no pudo ser más afortunado, y no solo por trabajar a las órdenes de un grande que poco antes había rodado sus obras de culto “Yo anduve con un zombie” y “La mujer pantera”, sinó que su interpretación estuvo muy bien valorada por la crítica logrando su primera nominación al Oscar. Su papel del sacerdote Francis Chisholm llamó además la atención de un famoso productor que no dudó en darle un importante papel en la película que estaba preparando.

Duelo al sol (1946)

Lo que iba a ser una modesta adaptación de una novela no demasiado conocida, terminaría convirtiéndose en la película más cara de cuantas se habían rodado en Hollywood hasta entonces. El punto clave de inflexión se produjo cuando el presidente de la RKO pensó en Jennifer Jones como protagonista del film al quedar embarazada la primera candidata. Cuando David O. Selznick leyó la primera versión del guion, empezó a interesarse en el proyecto, pero no quiso prestar a la actriz que tenía contratada bajo las condiciones del Estudio. En su lugar terminó comprando los derechos de adaptación de la novela para encargarse el mismo de producirla. Sin duda, el carácter sensual y voluptuoso del personaje de Perla Chávez influyó en su decisión, obsesionado como estaba en la que se convertiría años más tarde en su segunda esposa aunque, por aquel entonces, seguía casado con Irene Mayer. Aunque en un primer momento mantuvo el modesto presupuesto que indicara el Estudio, y contrató a un guionista para que crease un pequeño western, pronto empezó a implicarse en el proyecto decidido a crear un nuevo éxito tan grande como “Lo que el viento se llevó”, pensando en hacer por su nueva estrella lo mismo que con Vivien Leigh. Empezó a meter mano en la historia y uno de sus primeros cambios fue el final, creando la famosa secuencia que puedes ver a continuación. No contento con dar el papel de Perla a una actriz que se hiciera famosa interpretando a la inocente protagonista de “La canción de Bernadette”, por la que ganó el Oscar, eligió a Gregory Peck, famoso por el virtuoso sacerdote antes mencionado, como su amante, un ser despreciable y pendenciero muy distinto de los papeles habituales de Peck. Además también fue el seleccionado para protagonizar “Recuerda”, en la segunda colaboración entre Selznick y Hitchcock tras “Rebeca”. Durante dicho rodaje conoció a Ingrid Bergman y, aunque ambos estaban casados, mantuvieron un breve romance.

“Duelo al sol” tuvo un rodaje complicado, no sólo por las duras condiciones climatológicas, también por la fuerte influencia de su productor y guionista, que no dudaba en mandar repetir una escena porque se le había ocurrido un pequeño cambio en la historia. Al final, el material rodado superaba las 26 horas de duración. Además, el famoso productor no escatimó en recursos, contratando cientos de extras, buscando el máximo realismo en vestuarios y decorados, y contratando a los mejores profesionales. Tampoco dudó en contratar a contrastados y caros actores para pequeños papeles. Todo ello hizo del film el más caro de los rodados hasta entonces. Peck se lo pasó muy bien en el rodaje. Por un lado, conectó muy bien con Jennifer Jones, tenían un carácter parecido, las mismas ganas de triunfar y orígenes similares. En los descansos discutían quien de los dos había pasado más hambre camino de Broadway. Le sirvió para aprender mucho en el que sería el primero de muchos westerns en su carrera. Y, aunque en un principio estaba algo incómodo y torpe con un personaje tan distinto a lo que estaba acostumbrado, pronto logró entrar en el personaje. Como comentaría después, nunca en su carrera disfrutó tanto con un personaje como aquí, interpretando a un chico malo por diversión. King Vidor, el director elegido por Selznick, también quedó muy contento con el actor, que le pareció muy flexible. No sintió lo mismo por el productor. Tanta escena añadida y tanto cambio terminaron por hacer perder la paciencia de Vidor. Cuando se rodaba la famosa secuencia final, llegó la gota que colmó el vaso. El productor mismo, empeñado en que quedara todo tal cual lo había planificado, mandó detener la grabación porque pensaba que los intérpretes no tenían suficiente sangre encima. Demasiado para el director que le dio el script a Selznick diciendo que se encargara el mismo de dirigir, se montó en su limusina y se fue para no volver más al rodaje. Selznick tuvo que contratar a otro director para terminar la película.

Después llegó una larga postproducción, la creación del score musical y una gran campaña publicitaria que, a pesar de los muchos problemas con la censura, funcionó, convirtiéndose la película en un gran éxito comercial, aunque sin llegar al nivel de “Lo que el viento se llevó”. La crítica no fue tan positiva y en la carrera de premios hubo de conformarse con 2 nominaciones al Oscar para sus actrices. Peck estuvo nominado pero por “El despertar”, interpretando a un personaje mucho más típico en su carrera, un hombre bondadoso y positivo, que le sirvió además para ganar su primer Globo de Oro.

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Vacaciones en Roma (1953)

En poco tiempo, Peck se había convertido en una estrella. Con “La barrera invisible” de Elia Kazan logró su tercera nominación al Oscar, trabajó de nuevo con Hitchcock en “El proceso Paradine”, repitió éxito en el western con “Cielo amarillo” y “El pistolero” y también triunfó en el cine bélico, “Almas en la hoguera”, su cuarta nominación a los premios de la Academia, y el de aventuras, “El capitán Horatio Hornblower”. Ahora le tocaba colaborar en el ascenso de una nueva estrella. “Vacaciones en Roma” nació de una idea de los guionistas Trumbo y Hunter a mediados de los 40, y se la vendieron a Frank Capra que pretendía rodarla con Elizabeth Taylor y Cary Grant, pero al no lograr contratarlos dejó de interesarse por el proyecto. Cuando William Wyler leyó la historia a comienzos de los 50 decidió que sería su siguiente film y se fue a la ciudad eterna a buscar localizaciones. Pero empezó a tener los mismos problemas con el casting que su predecesor, especialmente para encontrar la actriz ideal; que no tuviese acento americano y que pudiera mostrar portes de princesa. Y cuando por fin dio con la candidata ideal, Jean Simmons, Howard Hughes se negó en redondo a liberarla de su contrato para poder participar en la película. Preguntaron al jefe de producción de la Paramount en Londres y dio el nombre de una desconocida actriz que solo había tenido pequeños papeles en modestos films europeos: Audrey Hepburn. Ésta accedió a que le hicieran una audición en Londres antes de partir hacia Broadway donde la eligieran para protagonizar “Gigi”. Cuando Wyler vio la prueba quedó entusiasmado por su talento y naturalidad (había pedido que siguieran rodando tras decir “corten” para hacerse una mejor impresión), y el éxito de “Gigi” en Nueva York todavía mejoró más la fascinacción del Estudio por ella. Sorprende que, para ser su primera película en Hollywood, accedieran a que terminara su compromiso teatral y también que aceptaran su rechazo a cambiar su apellido.

Tampoco Gregory Peck era la primera opción del director, que quería a Cary Grant. Éste rechazó el papel aduciendo que la diferencia de edad no lo hacía creíble, pero la verdadera razón fue que pensaba que el centro de atención iba a ser la actriz, puesto que no tuvo tantos reparos años después con “Charada”. Al igual que Grant, tuvo dudas al principio, pero el director lo convenció aduciendo a su profesionalidad. Cuando conoció a la actriz, en la fiesta de presentación tomó su mano y la saludo como si fuera realmente de la realeza. Ambos intérpretes conectaron muy bien desde el primer momento, hasta volverse amigos íntimos, amistad que duraría hasta el fallecimiento de la actriz en los años 90. Hubo rumores sobre un romance entre ambos pero parecen infundados. Peck tenía problemas en su matrimonio, bastante antes del rodaje, y fue el mismo el que presentaría a Mel Ferrer (fututo marido de Audrey) a la actriz. Greg firmó un contrato como única estrella de la película, con un lugar mucho menos importante en los créditos para la joven actriz, pero esto cambió tras unos días de rodaje. En un gesto de generosidad pocas veces visto, indicó al Estudio que la verdadera estrella de la función era ella por lo que debía tener al menos el mismo crédito que el en el film. La película se rodó en Roma, en una decisión inusual para la época. Wyler se arrepentiría bastante de esto; por un lado el calor insoportable del verano y por otro la gran afluencia de turistas complicaron su trabajo en gran manera. Y para el protagonista de este artículo, única estrella conocida del reparto, fue un verdadero suplicio. Pero al final la película fue un éxito, aunque necesitó tirar de la recaudación internacional para triunfar, y nos dejó imágenes inolvidables, como la de los dos protagonistas montados en la vespa, o tomando el helado en la escalinata de la Trinita dei Monti o la secuencia de la boca de la verdad que puedes ver a continuación. Y tampoco podemos olvidarnos del final de la película, que nos deja uno de esos grandes momentos de cine-cebolla. La crítica aclamó a la película destacando sobre todo a la actriz, que en su primera película en Hollywood se hacía con el Oscar, uno de los 3 que logró el film sobre 10 nominaciones. Otro de los premios fue para el guion, pero Dalton Trumbo no pudo recoger el premio porque no aparecía acreditado al formar parte de la lista negra. La interpretación de Peck pasó mucho más desapercibida y éste no logró la candidatura al Oscar, aunque si a los Bafta.

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Moby Dick (1956)

A finales de los 40, John Huston decidió llevar a cabo su sueño de llevar a la gran pantalla la famosa novela de Herman Melville, sería la tercera adaptación tras dos versiones, una muda y otra sonora, con John Barrymore como el capitán Ahab en ambas. Pero esta vez sería a todo color y con Walter Huston, padre del director, como el hombre obsesionado con cazar a la gran ballena blanca que le arrancara la pierna. Pero varios compromisos retrasaron el proyecto y luego falleció su padre, dejando el proyecto dormido durante varios años. Cuando retomó el proyecto, eligió para la adaptación de la novela al escritor Ray Bradbury, algo que sorprendió a muchos, por ser este conocido por sus obras de ciencia ficción, pero que el autor de “Farenheir 451” aceptó encantado. Sin embargo, su titánico trabajo, desarrollado principalmente en la casa irlandesa de Houston, no le dejó un grato recuerdo por las diferencias de carácter con el director, algo que reflejaría años después en una curiosa novela semiautobiográfica. Además, Houston cambió muchos detalles del libreto durante el rodaje y reclamó la coautoría en el guion, lo que no sentó nada bien al escritor. Para lograr apoyo financiero de la Warner, Houston necesitaba una estrella para interpretar al Capitán Ahab, y la favorita del Estudio resultó ser Gregory Peck. Así que Houston se acercó al actor en una fiesta y le convenció de que sería un papel perfecto para él. Greg se enteraría después de que no era ni el primer ni el segundo candidato del director, lo que deterioró la relación de amistad que se había creado entre ambos. El preferido del autor de “La reina de África” era Orson Welles. Curiosamente, éste también había pensado en adaptar la novela antes de descubrir que su amigo John había comprado los derechos. Finalmente, aceptó participar en la película con un pequeño pero impactante papel de predicador que grabó en una sola toma y sin ensayar, utilizando las ganancias del mismo en llevar al teatro la obra de Melville encarnando, esta vez si, a Ahab.

Peck diseñó el aspecto de su personaje en colaboración con el departamento de maquillaje, dejándose crecer el pelo y una barba estilo Lincoln y con una gran cicatriz en la mejilla. Además, desde unas semanas antes de empezar a grabar, practicó en su casa con la prótesis de hueso de ballena que reemplazaba a la que ha perdido el personaje. Houston completó el reparto con actores poco conocidos. Además se construyeron unas grandes estructuras metálicas recubiertas de goma para dar vida al ser que da título al film, la gran ballena blanca. Además de las complicaciones de manejar la ballena mecánica, el rodaje también se complicó por las inclemencias del tiempo. Y uno de los que más sufrieron fue el propio Peck. Al comienzo de la lucha final con la ballena que puedes ver a continuación, cuando Ahab se queda aferrado a ella, el director convenció al actor de que la llevara a cabo en persona para poder rodar primeros planos, con tan mala suerte de que cuando Gregory estaba en el mar, se rompió el cable que sujetaba a la ballena de goma quedando éste abandonado en medio de la tormenta. Y el final del enfrentamiento, rodado en un enorme tanque de agua, tampoco lo hizo un especialista dando como resultado a un actor medio ahogado entre tanta zambullida. La recepción en taquilla fue bastante buena, aunque el muy elevado presupuesto impidió que diera beneficios, para disgusto de Peck que había acordado un 10% de las ganancias. La crítica de la época trató bastante bien a la película pero no tanto al actor y los Oscar no le nominaron. Aunque revisiones posteriores de la cinta dejaron en mucho mejor lugar el trabajo de Peck, convirtiéndolo en uno de sus personajes más icónicos e inolvidables, éste nunca estuvo satisfecho de lo realizado y, cuando Steven Spielberg quiso utilizar un fragmento del film en “Tiburón” donde comentarían las imprecisiones del mismo, el actor negó el permiso para ello.

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Matar a un ruiseñor (1962)

En 1960 Harper Lee publicaba la novela “Matar a un ruiseñor”, logrando un éxito inmediato, ganando el premio Pulitzer y convirtiéndose en un clásito de la literatura moderna norteamericana. La adaptación no tardaría en llegar de la mano del productor Alan J. Pakula para Universal. Gregory Peck seguía en la cima, con películas como “Horizontes de grandeza” de William Wyler o “Los cañones de Navarone” y “El cabo del terror”, ambas de J. Lee Thompson, pero sin embargo, no fue la primera opción del Estudio para encarnar a Atticus Finch, pues preferían a Rock Hudson, ofreciendo también el personaje a James Stewart. Cuando llegó la oferta a Greg, éste se leyó de un tirón la novela e inmediatamente aceptó el papel. Hoy en día cuesta mucho imaginar a alguien distinto del protagonista de este artículo para encarnar al abogado antirracista y es que, aunque ya hemos visto que Peck podía interpretar con éxito a personajes al borde de la locura o malvados, es este tipo de papeles por el que siempre se le identifica. La autora del libro fue una de las que quedaron encantadas cuando supo que Peck era el elegido finalmente para el papel. Tras la película se convertirían en buenos amigos. Así uno de los nietos de Peck se llama Harper en su honor, mientras que la escritora le regaló un reloj que había pertenecido a su querido padre y años después ella explicó que había descubierto su truco para interpretar de manera tan certera al personaje. Greg simplemente se interpretaba a si mismo, pues tenía justo las mismas cualidades que Finch. Harper Lee se inspiró en su propio padre para crear ese ejemplo de integridad moral que es el abogado así que, para prepararse, Peck entabló amistad con el octogenario Amasa Lee, abogado retirado que también defendiera en los tribunales a un hombre negro en los años 20. Por desgracia, éste falleció poco antes de comenzar el rodaje. Finch era el apellido de soltera de la madre de la autora, la cual asistió a los primeros días del rodaje rompiendo a llorar cuando vio por primera vez a Peck como Finch. Le había recordado profundamente a su padre. A las 3 semanas dejó de asistir a las filmaciones, pues se dio cuenta de que el film sería perfecto sin su presencia declarando: “En la película el hombre y la pieza se encuentran”.

Entre el resto del reparto destaca la naturalidad de los niños. Mary Badham fue la que interpretó a la niña bajo cuyo punto de vista se narra la historia. Su acertada actuación la convirtió en la actriz más joven hasta la fecha en ser nominada al Oscar. Tampoco nos podemos olvidar de Robert Duvall, que contaba con un breve pero vital papel en el que fue su debut cinematográfico. La dirección corrió a cargo de Robert Mulligan, la primera de seis películas que haría con producción de Pakula. “Matar a un ruiseñor” se ha convertido en un ejemplo a seguir entre las adaptaciones literarias, además de llegar en un momento clave con el movimiento por los derechos civiles de máxima actualidad. Fue un tremendo éxito de taquilla, multiplicando por diez su presupuesto, siendo además aclamada por la crítica y reconocida en la carrera de premios con 8 nominaciones a los Oscar, incluyendo las más importantes. Pero el más aclamado de todos fue Gregory Peck el cual, más de 10 años después de su cuarta nominación, por fin ganaba un merecido Oscar de la Academia y también se hacía con su segundo Globo de Oro. El American Film Institute incluyó a la película en varias de sus famosas listas, situando a Atticus Finch como número uno de todos los héroes cinematográficos por encima de Indiana Jones, James Bond o el Rick Blaine de Casablanca. Peck siempre se consideró afortunado de haber sido escogido para el papel y siempre consideró a “Matar a un ruiseñor” como la favorita de entre todas las películas en las que participó. Muchos estamos de acuerdo con esta apreciación.

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La profecía (1976)

Gregory Peck siguió trabajando toda su vida, y de vez en cuando nos regalaba grandes interpretaciones en interesantes películas. Un ejemplo de ello es “La profecía”. Aunque antes de esta película no podemos olvidar mencionar quefue elegido presidente de la Academia de Hollywood en 1967 y que el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson le concedió la medalla presidencial de la libertad en 1969 por sus continuos esfuerzos humanitarios. La idea de una película sobre el anticristo se le ocurrió a un amigo del productor Harvey Bernhard y, cuando éste se la contó, decidió contratar inmediatamente al guionista David Seltzer. Tras un año de trabajo presentó un libreto que fue rechazado por todos los Estudios. Basado en el Apocalipsis y el 666 tenía algunas secuencias con diablos con pezuñas y demás, pero Richard Donner eliminó las partes que parecían más alocadas y dejó la esencia de la historia sin que fuese necesario reescribir el texto. Gregory Peck fue el elegido para el papel del embajador desde el comienzo de la producción, y es que su agente era otro buen amigo de Harvey. Cuando el actor leyó el guion, le gustó que tuviera más un tono de thriller psicológico que de película pura de terror y aceptó protagonizarlo. Junto a él, Lee Remick encarnó a la mujer del diplomático y, en el papel clave para el funcionamiento del film, Harvey Spencer Stephens dio vida al temible Damien. Fue elegido cuando solo tenía 4 años y no volvió a tener ninguna actuación destacable. Tuvo que teñirse su pelo rubio para lograr el efecto deseado de mezcla entre aspecto angelical y diabólico.

A Gregory Peck el papel de padre atormentado, para su desgracia, cuadraba con su vida real, pues su hijo Jonathan se había suicidado de un disparo en la cabeza unos meses antes de empezar la grabación. El protagonista de este artículo se sentía culpable por no estar presente durante los últimos días de la depresión que le llevó a su hijo a cometer tan terrible acto. Greg aceptó una rebaja muy importante en su salario habitual pero a cambio se aseguró un 10% de los beneficios y, como la película resultó ser tremendamente rentable (con más de 60 millones de euros recaudados solo en USA para un presupuesto de menos de 3), se convirtió en el papel mejor pagado de su carrera. La crítica también trató bastante bien a la película y se llevó varios premios, aunque el género impidió que tuviera un éxito aún mayor. Eso sí, ganó un Oscar por la magnífica banda sonora de Jerry Goldsmith y otra nominación a la mejor canción.

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A finales de esa década tuvo otros dos trabajos destacados, “MacArthur, el general rebelde” y “Los niños del Brasil”, estando nominado por ambas al Globo de Oro. Después dio el salto a la televisión e interpretó a Abraham Lincoln en la miniserie “Azules y grises”. Ya en los 90, tuvo un pequeño papel en el remake que hizo Martin Scorsese de “El cabo del miedo” y otro en la miniserie “Moby Dick”, que le valió para lograr otro Globo de Oro, esta vez como mejor actor de reparto en una miniserie o telefilm. El 12 de Junio de 2003 una bronconeumonía acabó con su vida.

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