Venecia 2025: Noah Baumbach y Guillermo del Toro aportan magnetismo y autoría
Querido primo Teo:
La 82ª edición del Festival de Venecia sigue combinando el poder magnético de las grandes estrellas con la voz autoral de cineastas consagrados. George Clooney y Julia Roberts encabezan títulos que exploran la fama, la identidad y las tensiones humanas, mientras autores como Guillermo del Toro y Park Chan-wook imponen su visión personal y distintiva en reinterpretaciones de mitos y thrillers de comedia negra. Desde dramas íntimos hasta documentales poéticos, Venecia 2025 se erige como un espacio donde la presencia de las estrellas convive con la fuerza creativa de los directores, generando historias que oscilan entre lo personal y lo universal, la tradición y la crítica social, la memoria y la experimentación cinematográfica.
Noah Baumbach cosechó excelentes críticas con “Historia de un matrimonio” (2019), que salió de la Mostra con la ambición de convertirse en la versión "millennial" de “Kramer contra Kramer” (1979). Finalmente, aquella aspiración se materializó sólo en parte: el film conquistó el Oscar para Laura Dern gracias a su monólogo sobre la mitificación de la maternidad, un discurso que desde entonces no ha dejado de ser imitado. Tras la experiencia menos grata de “Ruido de fondo” (2022), Baumbach regresa ahora a la competición con “Jay Kelly”, un homenaje a las estrellas de cine a través del desencanto de un actor que asume que su mejor época ha quedado atrás y que trata de reconciliarse consigo mismo, consciente de que lo único que ha hecho bien en la vida ha sido seducir a la cámara.
Si la frontera entre Margo Channing y Bette Davis era difusa, ambas atrapadas en la sensación de no tener identidad más allá del estrellato, la distancia entre Jay Kelly y George Clooney es mínima: ambos parecen devorados por su propia leyenda. En la cinta de Baumbach, Clooney encarna a ese hombre en crisis que reflexiona sobre su identidad y sobre el sentido de una fama que tras los focos está llena de sinsabores y peajes. Una mirada melancólica sobre un hombre que confiesa a su mentor que todos sus recuerdos son películas y que recibe como respuesta que eso es lo que son las películas para gente como ellos; fragmentos de tiempo. Lo acompañan Laura Dern, en el papel de su publicista, Adam Driver, como el manager al que la estrella le debe absolutamente todo, y Billy Crudup y Jim Broadbent en breves pero reveladores papeles.
De “Jay Kelly”, otro de los proyectos de Baumbach con Netflix, se esperaba más, contando con una estructura episódica a la que se acusa de minar el ritmo. La acogida en Venecia ha sido correcta pero lejos de lo memorable, en Telluride la recepción ha sido más cálida. Probablemente porque, más allá de la interpretación honesta de Clooney (dando vida a un hombre que sufre la responsabilidad de ser uno mismo dándose cuenta de que es mucho más sencillo ser otra persona o sencillamente no ser nadie) y de una conmovedora actuación de Adam Sandler, Baumbach peca de querer abarcar demasiado y termina quedándose en la superficie de lo que promete ser una reflexión mayor.
La directora Valérie Donzelli presentó en la competición "À pied d'oeuvre", adaptación de la novela autobiográfica de Franck Courtés, con la que traza un sobrio retrato de un escritor en crisis. Paul Marquet, antes fotógrafo de éxito, abandona la seguridad de su profesión para entregarse a la literatura, pero pronto queda atrapado en una red de trabajos precarios gestionados a través de una aplicación. Donzelli propone una reflexión sobre el viejo “voto de pobreza” del artista en una era dominada por algoritmos y marcada por la tensión entre creación e identidad personal.
Sin embargo, según buena parte de la crítica, la directora no logra desarrollar plenamente estas ideas. Lo que sí convence es su capacidad para incomodar, al mostrar la desintegración psicológica de su protagonista, encarnado con brillantez por Bastien Bouillon, hasta conducirlo a la escritura como único espacio donde es posible alcanzar una verdad emocional. Una película con buenas intenciones pero lejos de los referentes de los hermanos Dardenne, Ken Loach o Stéphane Brize no logrando, fruto de su condescendiente mirada burguesa, que el miedo, el peligro y la desesperación se transmita en la pantalla.
El documentalista italiano Gianfranco Rosi conquistó el León de Oro con “Sacro GRA” (2013) y ahora regresa a la competición veneciana con “Sotto le nuvole”, un retrato poético y enigmático dedicado a Nápoles. Rodada en un sobrio blanco y negro, la película transcurre entre la bahía de Nápoles y el Vesubio, en un territorio donde la tierra tiembla y los Campos Flégreos exhalan vapor, escenario de una ciudad que se revela en su cara menos conocida entre lava, ceniza, las partículas que flotan en el aire y las laderas de un pueblo abandonado. Rosi filma un Nápoles oculto y vibrante, atravesado por arqueólogos, turistas, devotos, trabajadores de museos, bomberos, policías y vecinos que conviven entre ruinas milenarias, trenes que surcan el paisaje, caballos que se entrenan en la orilla del mar y barcos que descargan grano en el puerto.
Durante tres años, el cineasta vivió y trabajó bajo la sombra del volcán, recogiendo voces, fragmentos de memoria y encuentros inesperados, en busca de una armonía entre el tiempo histórico y la vida contemporánea, todo ello filtrado por la mirada atemporal y contemplativa del blanco y negro conformando una metáfora que acaba perdiéndose en su fascinación mística tan bella como impostada. Rosi, que también obtuvo el Oso de Oro en Berlín con "Fuego en el mar" (2016), ha recibido el respaldo prácticamente unánime de la crítica por convertir “Sotto le nuvole” en un hermoso estudio en clave de ensoñación sobre la vida moderna que persiste y se reinventa entre los vestigios de la antigüedad. Algo que no va reñido con el hecho de antojarse más vacía y menos profunda que otros trabajos al gustarse demasiado a sí mismo detrás de la cámara.
Otro de los grandes alicientes de esta edición ha venido de la mano de Park Chan-wook, que presenta “No other choice”, adaptación de la novela “El hacha” de Donald E. Westlake, ya llevada al cine por Costa-Gavras bajo el título “Arcadia” (2005). El proyecto, que tardó dos décadas en materializarse y que cuenta como productores con la esposa y uno de los hijos del realizador griego, sigue la historia de un veterano empleado de una papelera que, tras ser despedido, decide eliminar a sus competidores para asegurarse un nuevo puesto de trabajo. El capitalismo como vía para que crezca la impunidad moral y la más desoladora crueldad mientras el algoritmo manda frente a unos humanos y unos puestos de trabajo cada vez más prescindibles.
El prestigioso cineasta surcoreano, referente indiscutible del thriller contemporáneo y autor de títulos de culto como “Oldboy” (2003) o "La doncella” (2016), vuelve a explorar sus obsesiones habituales: la venganza, la violencia y el deseo, pero lo hace ahora con un giro mordaz hacia la crítica social surcando la comedia negra, la reflexión existencial y el humor "slapstick". En “No other choice”, el miedo a la precariedad y a la inseguridad laboral en el capitalismo, así como la hegemonía de las tecnologías, se convierte en motor narrativo, envuelto en un tono de sátira que ha conquistado a la crítica por su capacidad para incomodar y, al mismo tiempo, arrancar carcajadas amargas a pesar de que algunos cuestionan un ritmo errático.
Guillermo del Toro conquistó el León de Oro por “La forma del agua” (2017), que posteriormente le valió el triunfo en los Oscar. Ahora, el cineasta mexicano regresa a la competición con su versión de “Frankenstein”, protagonizada por Oscar Isaac como el doctor Frankenstein y Jacob Elordi como la criatura, acompañados por las fascinantes presencias de Christoph Waltz y Mia Goth. Se trata de un proyecto largamente anhelado desde que leyera la novela de Mary Shelley a los 11 años, hecho realidad gracias al respaldo de Netflix, que del Toro concibe como un relato profundamente autobiográfico: un intento de plasmar su vida entera, desde la infancia hasta la actualidad en su persistente interés entre el proceso creativo (que ya quedaba plasmado en otra adaptación apabullante como la de "Pinocho") y la dualidad de hombres y monstruos.
Más allá del mito de Prometeo, el director ha reinterpretado la historia como un melodrama familiar en el que la paternidad se convierte en el verdadero eje narrativo. La película, deslumbrante y embriagadora en su estética de colores rojos y verdes fotografiada por Dan Laustsen, con diseño de producción de Tamara Deverell, vestuario de Kate Hawley y música de Alexandre Desplat, alterna la voz del hombre convertido en monstruo con la de la criatura inmortal, atrapada en su condena de existir sin fin. Del Toro de manera existencia, filosófica y sensorial entiende el mito como repetición y reconocimiento: todos somos, a su modo, monstruos.
El resultado es una fábula visualmente impactante, que no impide que emerja su vertiente más emocional, donde los personajes clásicos se transforman y adquieren nueva dimensión, con actuaciones sensacionales de Oscar Isaac, Jacob Elordi y Mia Goth. Se destaca especialmente el trabajo del segundo que es el alma y bastión conmovedor de la cinta como una criatura en forma de figura escultural condenada a ser un monstruo al no ser digna de amor. Aunque la exuberancia de Guillermo del Toro a veces amenaza con devorar la narración, cuando logra equilibrar el exceso, la película se erige como un viaje hipnótico al corazón del misterio humano conformando una cinta tan ambiciosa como íntima.
Fuera de la competición, pero con la presión de ser uno de los títulos más esperados de la temporada, se presentó “Caza de brujas”, la nueva película del director italiano Luca Guadagnino, en la que reflexiona sobre el impacto del movimiento #MeToo mientras rinde homenaje a la estética del cine de Woody Allen lo que ha servido para declarar en la rueda de prensa que su nuevo trabajo también sirve (en clara referencia al director de "Annie Hall") para sobre cómo un artista afronta la cultura de la cancelación cuando esta ensombrece su figura y su obra. Protagonizada por Julia Roberts y Andrew Garfield, la historia sigue a una profesora de Yale que se enfrenta a un dilema moral cuando una de sus alumnas denuncia haber sido abusada por un colega muy cercano a ella, un conflicto que despierta un secreto de su pasado capaz de amenazar su posición y reputación.
Guadagnino y la guionista Nora Garrett construyen un relato que sitúa a los personajes al límite de sus decisiones, abriendo múltiples lecturas sobre feminismo, cultura de la cancelación y responsabilidad moral. La película resulta provocadora y absorbente, aunque en ocasiones se ve lastrada por manierismos, exceso de referencias académicas y casualidades narrativas que debilitan algunos giros de la trama. Un drama intelectual que queda impostado y caricaturizado ante una ambigüedad moral que deja difuso un mensaje que, intencionadamente o no, provoca indignación en el sector más feminista.
Entre lo más destacado sobresale la actuación de Julia Roberts, poderosa y contenida, en un papel que no había mostrado con tanta fuerza desde su Oscar por “Erin Brockovich" (2000). La actriz defiende “Caza de brujas” como un generador de debate, subrayando que su objetivo es provocar conversación y reflexión sobre las tensiones humanas y la complejidad de la sociedad actual.
Mary Carmen Rodríguez



































































































